Anestesia Al Aislamiento
—Todos a trabajar, las rosas...—Hay que pintar y todas rojas quedarán —le interrumpió la otra voz, malintencionada—, muy macabras se verán...
—¡Así no dice la letra! —se quejó con voz aguda la otra.
—No, es mucho mejor —se burló antes de seguir cantando—: Degollar un par de víctimas sería lo ideal, sí, y rojas se van a ver las rosas de este jardín. ¡Las vamos a barnizar!
—Ni azul, ni gris —se unió, derrotada.
—Sino que goteen de carmín...
La chica oía cómo esas voces necias se agrupaban para cantar una versión original e improvisada de la popular sonata de aquella película animada Alicia en el País de las Maravillas, armando una de esas travesuras en que sabía no participaría. Quieta. Permanecía tan quieta que de no ser porque parpadeaba y sus hombros se elevaban con suavidad y calma al respirar, quien la viese podría confundirle con un maniquí excarcelado en boutique. En la misma banca que ocupaba cada mañana después del desayuno, con la espalda erguida apoyada al respaldo y las manos laxas una sobre la otra descansado sobre sus piernas, el mentón en alto y sus ojos clavados, aunque ausentes, hacia ese hermoso jardín, extendido en un frondoso pasto verdoso rebosando de mariposas revoloteando sobre los rosales color marfil, ni un solo botón era carmesí; sentarse allí era como una reunión privada, puntual, estricta y sagrada, consigo misma.
—De verdad que aún no entiendo qué le ve a este sitio —susurró Ana al oído de Aories, quién hizo una mueca al encoger un hombro enjuto. Las cosas como son; Ana tenía una voz bastante potente y, aunque nunca se aventuraba a empoderarla como era debido, siempre erraba en las pruebas por hablar en voz baja, algo poco prudente al conversar sobre temas delicados y secretos en plenas clases donde todos los presentes eran partícipes del embrollo a relatar, pero no parecía desanimarse a continuar de cotilla frustrada.
Aories lo respetaba, pero Ana, que recién la conocía, no entendía de verdad porqué ella se quedaba ahí viendo a la nada, habitualmente nadie le interrumpía y mucho menos iban hacerle compañía. Es más, que Dios amparase al que se atreviera a intentarlo sin invitación previa, «meterse a la boca del lobo» jamás pudo tener una advertencia de peligro más literal. Los rumores se disipan de boca a oído, como una veloz epidemia, tocando personas como las ramificaciones de un árbol genealógico. Decían que era muy impulsiva y rebelde porque siempre estaba metida en problemas, que era agresiva al extremo, desconfiada por ley inquebrantable y excesivamente malhumorada las veinticuatro horas del día. La mayoría aseguraba que era la prueba científica de que la fantasía medieval tornaba seriedad, porque ella era una dragona escupe fuego. La verdad todos ellos tenían mucha razón, exceptuando ésta última, claro; sus ataques verbales efectivos en dolencias a propósito al insistente receptor, eran infalibles.
Saxandra se había creado, aunque sin saberlo, una fama que la volvió una especia de repelente anti-humanos y ¿para qué engañarnos? Lo disfrutaba en serio. Sin embargo, existían algunos sujetos inmunes al insecticida, y precisamente gracias a estos, solo en ésta ocasión había hecho una excepción a su regla de no permanecer ahí a menos que no fuese en esa respetable soledad que le encantaba.
Ése sería el último día que pasaría ese horrible lugar, que si bien le había ayudado en su «reparación», le era imposible no repudiarlo. Pocas cosas había rescatado, absorbido y reconocido como gratas y fructíferas para conceder una estrella en la escala de votos a mérito. Por ejemplo: los amigos que, gracias a su estadía allí, conoció. Pero ya se estaba reprendiendo por abolir su propio proceso acordado de relajación y confort para permitir que esas dos chicas se acomodaran a ambos lados no suyos.
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Fragmentos de un Reflejo
Mistério / SuspenseSaxandra Todsper era una masa flexible a la que ella misma aprendió a dar forma y amasó hasta moldear una joven desquiciada y condenada a imaginar una realidad alterna a la suya. Un alma deplorable, decolorada y emocionalmente agrietada que depende...