Capítulo 2.

419 43 0
                                    

Llevaba ya unas horas en el bosque, era frío, húmedo y oscuro, aunque de vez cuando, las nubes dejaban paso a un estrecho rayo de sol. Llevaba caminando unas dos horas por el bosque, estaba preocupada por mis padres, y sobre todo, porque no me había fijado en el camino. En esos momentos no sabía dónde estaba, ni qué hora era, sólo sabía que muy probablemente, me había perdido.

Mantuve la calma, intenté pensar o deducir dónde se encontraba el camino que me llevaría de vuelta casa. Pero mi mente me falló, justo en esos momentos que más lo necesitaba. La igualdad de posición de los árboles me abstraía, eran todos tan homogéneos, tan iguales... Di una vuelta de 360º grados sobre mi misma, me mareé y caí al suelo aturdida por la indiferencia que había entre los árboles que rodeaban mi vista.

La idea de que mis padres estuvieran preocupados por mí no dejaba de inquietarme, o la posibilidad de que mis padres llamaran a la policía y que mi caso se diera a conocer en los medios de comunicación del pueblo. Me ganaría la fama de todo el Instituto malamente, o quizá me pondrían apodos ridículos para burlarse mí, cualquiera se podía esperar cualquier cosa de la gente. Por no hablar de que, llevaba a penas mi primer día de Instituto y ya iba a faltar los próximos días.

Pero había algo más importante que todo eso, ¿de dónde sacaría mi comida?, ¿mi agua potable? Sin duda, eso era lo que más me preocupaba, ya que siempre había sido muy débil respecto a ese tema; Tenía que beber agua cada 5 minutos porque mis labios empezaban a cortarse y mi cuerpo a deshidratarse. Cuando me pasaba casi un día sin comer me empezaban a dar mareos hasta el punto de llegar a desmayarme más de una vez. ¿Conseguiré sobrevivir? Me preguntaba a mí misma preocupada.

Dudaba de la respuesta.

Pensaba en las posibilidades de que mis padres desencadenaran una búsqueda, que un helicóptero policial vendría a buscarme, y que cuando me encontraran, encontrarían mi cuerpo muerto de sed y hambre. A veces podía llegar a ser muy dramática, pero estaba atrapada y perdida en un gran bosque sin comida ni agua, era bastante difícil ser optimista en esos momentos.

Continué comiéndome la cabeza, mi ansiedad crecía por segundos.

- ¡AYUDA! - empecé a gritar con todas mi fuerzas una y otra vez, pero como me esperaba, nadie me escuchó.

Posiblemente aquel bosque estaba abandonado, ¿la razón?, no lo sabía. Cuando entré en aquel bosque me esperaba lo típico; cazadores disparando a animales inofensivos, algún que otro campamento de excursión... Aunque a decir verdad, no sabía que era lo típico de un bosque, nunca había estado en uno, lo que si sabía es que aquel bosque no era normal. Había animales, sí, pero muchos de ellos estaban muertos, lo más curioso, es que los animales no tenían ni rastro de sangre o de heridas, simplemente yacían difuntos sobre el suave césped que cubría el bosque, además, no había ni un alma por allí y el silencio controlaba cada movimiento haciendo eco.

¿Habría alguien más en ese bosque? Ahora por fin, entendía la mala mirada de Michael cuando me vio entrar en el bosque, y por qué me dijo que tuviera cuidado.

Decidí echar a andar de nuevo, a lo mejor por suerte encontraba a alguien, o al menos un lago o un río para poder sobrevivir. El camino no cambiaba, era como si volviera a andar en el mismo lugar, como si aquello no tuviera un final.

Llevaba caminando cerca de una hora, por fin encontré un lago que hacía una gran pausa de los continuos árboles que había visto a lo largo del camino. Me paré frente al lago de aguas cristalinas a observar con claridad el paisaje, el bosque era bonito al menos.

Me puse de rodillas con la intención de beber del agua que llenaba el lago, pero debido a mi escrupulosidad me tomé un tiempo para beber. << ¿Prefieres morir de sed antes que beber de un lago?>> me pregunté burlona hacia mí misma. A pesar de ser el lago de aguas cristalinas, mi escrupulosidad siempre detectaba algún inconveniente, aunque, obviamente, el agua no se podía decir que estaba limpia, pero tampoco estaba sucia. Simplemente tenía algún que otro trozo de tierra o hierba, e incluso algún que otro pequeño insecto.

Decidida a beber, hice un cuenco con mis pequeñas manos y las metí bajo el agua. Estuve unos segundos pensando si beber del agua que yacía en el cuenco de mis manos. Pegué un pequeño sorbo para mojarme los labios. Después volví a hacer de mis manos un cuenco y las volví a hundir bajo el agua, ahora sí estaba decidida a beber, y de hecho, lo hice. Después de probar por primera vez el agua cristalina del lago, volví a beber todas las veces posibles hasta sentir mi barriga llena de agua.

Me senté sobre mi mochila, en la que sólo llevaba un par de libros y un pequeño estuche. Permanecí sentada sobre ella a unos centímetros del lago para no mancharme de barro.

El cielo estaba empezando a oscurecer, no dejaba de pensar en mis padres y en cómo se encontraban en esos momentos. ¿Cómo estarían? Probablemente se encontraban entre un puñado de sentimientos mezclados; rabia, dolor, furia, tristeza... Los conocía, y podía imaginarme a mi madre llorando desesperadamente preocupada mientras mi padre se aguantaba las lágrimas haciéndose el duro, aunque, en el fondo, por la experiencia que me habían traído las múltiples discusiones entre ellos dos, mi padre era igual de sensible e incluso más que mi madre.

Siempre me consideré una persona fuerte, siempre que me sentía baja de moral recordaba que siempre había sido una persona fuerte a pesar haber pasado por malos momentos en mi vida. Pero, aquel día, los propios pensamientos que consideraba acerca de mi personalidad, se derrumbaron en un gran charco de tristeza. Aquel día mi cuerpo se puso a prueba, y pude considerar que para nada era una persona fuerte, ni siquiera sabía vivir por mí misma. Recuerdo que a los segundos de sentir que me había perdido en ese gran bosque, mi corazón se hundió en el pecho, pero no porque fuera a echar de menos a mi familia, ya que aún tenía la esperanza de volver a verles, sino porque me aterraba la idea de pensar que iba a estar sola cuidando de mí misma. Siempre recibí mucho cariño por parte de mis padres, sobre todo por parte de mi madre, era algo de lo que no podía quejarme, pero quizá todo ese cariño me pasaba factura ahora o en un futuro. Sin poder cuidar de mí misma, teniendo que necesitar a alguien a mi lado en cada momento de mi vida...

Quizá era hora de madurar, pero no ese día ni a esa hora.

Apoyé la barbilla sobre mis rodillas y me quedé pensativa mirando el paisaje, el pequeño lago rodeado de árboles que parecían ser inacabables. Posé mi espalda sobre el húmedo césped, sin importar el barro. Nunca me había detenido a mirar el cielo hasta aquella noche. Estaba brillante. Empecé a hacer comparaciones de las estrellas con las personas, en cierto modo, teníamos algo en común; Unas estrellas parpadeaban e incluso proyectaban colores y otras simplemente, se quedaban quietas. Otras lucían brillantes, mientras otras se veían apagadas.

La noche era hermosa, los árboles de mí contorno hacían una circunferencia a mi alrededor y algunas copas de los árboles tapaban el cielo. El viento hacía mover algunas ramas, haciendo así que mientras miraba hacia el cielo, de repente, entre las hojas del árbol, aparecía una estrella brillando como un diamante en bruto.

A los minutos de observar aquel maravilloso cielo, me dormí sobre el césped. Aunque hacía frío, mi abrigo bastaba para no sentirlo.

A la mañana siguiente, desperté un poco extrañada. Había soñado lo más raro del mundo; vi la imagen de mí corriendo por el bosque a toda velocidad, sin saber por qué, estaba atemorizada y llorando. ¿Qué demonios significa este sueño? Me pregunté nada más despertar.

La historia de Anne Lee.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora