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No dejó de pensar en él.

Desde aquel beso todo había cambiado, habían roces de sus labios más seguido, se quedaban hasta altas horas de la madrugada amándose en silencio con la compañía de Luna y Estrella.

Les hacía falta algo más.

Pero ¿qué era? ¿Amor?, ya lo tenían ¿besos? Se los daban seguidos... Era aquella necesidad de querer continuar cuando el beso se tornaba muy caluroso, aquello de querer tocar más, de acariciar por otras zonas, de besar, lamer, chupar.

Se necesitaban, se deseaban.

Y una noche de luna llena, el príncipe de piel Nívea arregló todo para que su florecita subiese con él hasta sus aposentos, el pequeño veía todo maravillado, y lo que el azabache no entendía, era porqué su florecita siempre cargaba un pañuelo y una fea tos seca desde hace tiempo, no lo escuchaba estornudar tampoco, así que no era un resfriado, no quería preguntar.

Algo no anda bien, pero dejemoslo pasar.

Esa noche, ambos acostados en la cama, sin saber mucho qué tenían que hacer, consumaron su amor. Solamente se escuchaban suspiros y el chocar de las pieles desnudas al entregarse y demostrar tanto amor en algo que para muchos es un simple acto, un acto carnal que el cuerpo te pide como necesidad, pero para el príncipe y para su flor, se convirtió en el pan de cada noche, asegurándose que ninguno había perdido el sentír por el otro.

Es que si los ves juntos se siente el amor en el ambiente, aquella mirada que le dedicaba el príncipe a su bella flor cuando acababan, aquel tacto en sus cuerpos conociéndose, gustándose, amándose.

Hasta que todo cambió.

Garden Rose [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora