Melifluo: sonido excesivamente dulce, suave o delicado.
Habían pasado unos días desde la excursión a la playa y por tanto, de mi breve conversación con Alba. Como era de esperar, no había vuelto a hablar con ella pero la veía en clase sentada con su grupito de amigos, aunque no participaba mucho en las conversaciones. Y ahí estábamos, yo estaba sentada en las mesas del final de la clase garabateando algo en mi cuaderno ya que aunque quisiese prestar atención, no entendería nada. Ugh, odiaba biología.
A mi lado estaba Alfonso, un chico nuevo que había conocido en el tour por el instituto. Había sido bastante simpático conmigo a pesar de que yo no hablase mucho. Mientras él tomaba apuntes, mi mirada vagaba por toda la clase hasta encontrarse con la nuca de la rubia. Estaba tomando apuntes y a ratos se reía de tonterías que decía su engominado novio.
-Por eso, tendréis que retomar las parejas hechas el día de la excursión y así finalizar el trabajo.
Esa frase se coló en mis pensamientos y entré en pánico. Eso quería decir que tendría que volver a socializar y encima con una chica con la que tenía una conexión que me asustaba. Después de estar un rato ahogándome en mi propio vaso de agua, sentí que mi compañero se despedía y que una silueta se ponía delante y tocaba la mano que estaba encima de mi mesa para llamar mi atención. Recorrí mis ojos por todo su cuerpo hasta llegar a los suyos, que me miraban fijamente.
- Parece que nos volvemos a encontrar. -dijo con una sonrisa de medio lado -¿Quieres que quedemos esta tarde en la biblioteca para hacer el trabajo?
Asentí ya que su sonrisa torcida había echo que mi cabeza cortocircuitara y no saliese palabra alguna de mi boca. De repente se inclinó y cogió mi boli para apuntar una serie de números en la esquina de mi papel garabateado.
-Háblame y fijamos una hora. -y se fue sin más, mientras yo me quedaba con la palabra en la boca.
Más tarde, llegué a mi casa que estaba revolucionada por culpa de mis hermanos debido a que había macarrones con tomate para comer. Desde pequeños había sido nuestra comida favorita y eso implicaba peleas por quién era el que iba a repetir plato.
-¡Nat, hay macarrones! -decía mi hermana derrapando por el pasillo mientras que yo tiraba la mochila por algún lugar de mi habitación.
Cuando fui a la mesa del comedor ya estaban todos sentados y empezamos a comer. Mis hermanos y yo terminamos nuestro plato, esperando a que mi madre repartiera lo que había sobrado.
-Natalia no te eches más, ya has comido mucho. -miré a mi padre con los ojos abiertos. Por favor papa, delante de mis hermanos no.
-Roberto, no ha comido mucho, puede volver a repetir. -intervino mi madre cogiendo mi plato para rellenarle.
-He dicho que no. -mi padre, ya cabreado, cogió el plato y lo retiró. -En vez de comer tanto ponte a hacer ejercicio a ver si adelgazas.
Con los ojos llorosos me dí la vuelta y corrí a mi habitación. Me hice una bolita en la cama pensando que coño había echo yo en otra vida para merecer esto. Algo muy malo seguro. Me levante para quedar frente al espejo quitándome la camiseta. Yo no me veía gorda, o sí. Las palabras de mi padre se hacían un hueco en mis pensamientos y me latigueaban las sienes. Entre pensamientos autoflagelantes recordé que tenía que avisar a Alba y buscando en mi cuaderno encontré la página en la que estaba su número. Me fijé en lo que estaba escribiendo antes de que terminase la clase:
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Catarsis | ALBALIA
FanfictionCatarsis: en la antigüedad, hacía referencia al procedimiento de purificar o sanear a aquellos individuos que tenían algún tipo de impureza. En la actualidad, se define como el cambio que experimenta una persona después de vivir un hecho traumático...