Tercera parte

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 Parte 3

      Se sentía superior al mundo. Había llegado a creerse que era el encargado de una dura misión para limpiar de cobardes la ciudad. Después de acabar con el joven corredor, se quedó a su lado. Nunca supo que fue de su cuerpo. Posiblemente lo incineraran, a falta de nadie a quien dárselo, pero quería saber qué harían con el del chico, cómo le harían la autopsia. Lo acompañó allá a donde fuera y, mientras veía cómo lo abrían en “Y” y le sacaban las tripas, reparó en otro detalle. No había visto al espíritu de Johan salir del cuerpo. Quizá él era el único capaz de hacer lo que hacía. Eso lo hizo sentirse aún más poderoso.

      Cuando volvieron a coser el cuerpo de su víctima número veinticinco, Eric salió del edificio y caminó felizmente. No necesitaba matar a nadie más en ese día, pero se topó con una sorpresa, con alguien que conocía.

      Elena temblaba de dolor y miedo. Sabía quién había matado a su hermano, Johan, porque también había estado acosándola a ella. Los periódicos hablaban de un hombre lo bastante fuerte como para retener a sus víctimas, con grandes conocimientos médicos. Aquella ristra de asesinatos empezó tras la muerte de un joven vagabundo sin documentos. Y ella era lo bastante inteligente y paranoica como para atar cabos. Un muerto era el que estaba haciendo eso. Quizá era un ángel caído. O tal vez la mismísima muerte. Pero ella estaba aterrada. Como cuando era niña, sintió la imperiosa necesidad de ir al psicólogo. Y lo haría, cuando recogiese el cuerpo de su hermano mayor. ¿Por qué Johan? Se preguntaba.

      ¿Por qué no? Se decía Eric al ver a la muchacha que ya persiguió en el bosque conducir sola por la calle. La siguió, cauto, y la vio aparcar junto al instituto forense. Bajó del coche con los hombros caídos y una mirada triste. Pero también tenía un brillo de pánico. Miraba en todas direcciones, como buscándolo, y él decidió acudir.

   - Hola.- Le dijo a la chica, igual que había hecho con su hermano. Pero ella no dio la menor muestra de temor.

   - Hola, monstruo. ¿Por qué a mi hermano? ¿Qué hizo él? ¡Johan era todo lo que tenía en el mundo!

   - ¿Y qué?- Dijo él, repentinamente rabioso.- No debí haberte perdonado en el bosque.

      Mostrando su satánica sonrisa, se le apareció a la joven. Elena vio cómo ante ella se erguía un joven alto, de aproximadamente la edad de su hermano, con el pelo oscuro y los ojos negros. Las alas y la ropa del mismo color contrastaban con su piel de palidez mortal, aunque de algún modo, era atractivo. Él levantó una mano y la acercó a ella, que dio un salto atrás para evitarla. Eric frunció el ceño, ya cansado de esa joven. Se abalanzó hacia ella, dispuesto a hundirle las manos en el cuerpo como a los demás. Sin embargo, en un acto de valentía plagado de reflejos, sintiendo cómo la adrenalina la envolvía, Elena giró sobre sí misma, haciendo que el ángel tropezase y trastabillase. Ella misma perdió el equilibrio a causa del mareo y se agarró inconscientemente a las alas del muerto.

      Eric sintió una fortísima corriente eléctrica recorrerle el cuerpo y arqueó brutalmente la espalda, soltando un alarido. Elena se apartó, asustada. El ángel negro se enderezó. Cuando se volvió hacia ella, sus ojos estaban inyectados en sangre y, bajo éstos, reposaban unas ojeras hinchadas. Lanzó un rugido de odio y saltó hacia ella de nuevo, pero otra vez sintió el dolor que lo doblegaba y cayó estrepitosamente al suelo.

   - Inconsciente.- Se oyó de repente. La palabra procedía de una voz oscura, grave y ronca, que producía escalofríos.- Te di una segunda oportunidad y así me lo pagas. Bien, Eric. Te concedí el mayor poder sobre la Tierra, eras la mismísima muerte, y tú haces esto: matar a placer. Me siento decepcionado, pero siempre podemos arreglarlo.

      Repentinamente, en toda la ciudad se formó una terrible tormenta que obligó a la gente a refugiarse en sus casas. Elena se cubrió los ojos, protegiéndolos del viento. Sentía miedo, pero el dolor por la muerte de Johan era aliviado en parte por ese terror. Oyó el grito del tal Eric, que se contorsionaba en el suelo y vio cómo, poco a poco, las alas se le desintegraban y un humo oscuro le salía por la boca. Apartó la vista, incapaz de seguir mirando. Cuando abrió los ojos, el ángel ya no estaba.

      Sintió cómo algo se aferraba a ella, la envolvía y acunaba. Se dejó llevar, tanto, que no sintió cómo le iban arrebatando poco a poco la vida. Cuando menos lo esperaba, expiró.

      Elena despertó una hora después. Estaba sola, en medio de la calle, y sentía un peso sobre su espalda. Cuando se giró para mirar, unas grandes alas negras la esperaban. Sonrió, estrechando sus ahora negros ojos y bajó la mirada al suelo.

  - Me gusta el cambio.- Dijo.- No te decepcionaré.

Alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora