El poema de la lluvia

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"Con mis sentidos en pausa camino en la oscuridad
cubierto por el espeso manto nocturno.
Acompañado únicamente por la incansable soledad,
una compañera que jamás abandona su turno.

El suelo bajo mis pies parece decirme que estoy cerca,
pero en el camino que recorro nada puedo mirar.
Las pesadas gotas de lluvia me ciegan
y la escasa luz no me logra iluminar.

Las infinitas gotas caen con fuerza sobre mí
y sobre todo el paisaje a mi alrededor,
ofreciendo así su extraña compañía,
intentando con su tacto aplacar mi dolor.

No se de donde vengo, ni tampoco a dónde me dirijo.
Mi viaje busca llevarme a un lugar de paz,
sin embargo me pregunto, ¿existe acaso ese deseado sitio?
No queda más que seguir adelante y buscar.

Quizás lo encuentre algún día.
Un lugar donde la lluvia no duela. No lastime.
Y lave mis penas convirtiéndolas en alegría.

Un lugar donde el sol brille por primera vez sobre mi vista.
Donde las nubes no cubran el cielo y lo hagan oscuro,
sino que se aclare el panorama de mi vida.

Pensar en esto es lo que me permite seguir.
Pensar que estoy cerca, que puedo llegar.
De esta forma consigo fuerzas para continuar
aunque todo mi cuerpo y mente se quieran rendir.

La lluvia sigue cayendo implacable.
Sus gotas y la noche llenan mi cuerpo y mente con su frío.
Con cada pequeña gota que logro ver caer
aumenta el deseo de alcanzar mi ansiado destino.

Cada ligero paso que doy siento que me acerca.
Bien puedo estar equivocado, y que sólo sea mi imaginación,
pero no voy a dejar que la duda me detenga.
Voy a salir de este abismo de tristeza y confusión.

Horas caminando, la lluvia no da señales de parar.
Mis cansados pies gimen, suplican reposo,
pero si me detengo no podré continuar.
Tengo que seguir, ya puedo sentirlo: falta poco.

Puedo ver en la distancia un rayo de luz que me llama con su brillo.
Avanzo con más ganas y con la esperanza que creía perdida.
Estando a punto de rendirme vuelvo a sentir que no todo está perdido.
Logro acercarme y siento como la lluvia decrece en su embestida.

Finalmente me detengo bajo la luz, con los pies palpitantes.
Las gotas han dejado de caer y mi vista parece volver a aclararse.
El amanecer y su calor llegan para sanar mi cuerpo frío.
Logré sobrevivir gracias a no haberme rendido.

Mi mente se comienza a despejar.
El día ha llegado y puedo empezar a ver con claridad.
La lluvia, la noche y la oscuridad se han alejado.
Pero cuando el sol se vuelva a ocultar y la lluvia vuelva a golpear,
otro triste poema me ayudará a continuar."







La última Tinta rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora