"La soledad me ha afectado mucho. Ha estado carcomiendo mi mente y corazón desde hace años y me ha sumergido en la oscuridad que ahora me cubre. Sin embargo, algo que me ha mantenido a flote, como un faro en una noche oscura, como una débil luz que veo a pesar de la distancia, eres tú. Esta carta la escribo para ti, a pesar de que sé lo difícil que será que pueda llegar a tus manos. Lógicamente no espero una respuesta, pero de alguna forma tengo fe en que no es imposible que suceda.
Hace una incontable cantidad de tiempo que no se de ti. No estoy seguro de cuanto ha pasado exactamente, pero cada día parece ser un año. Cada amanecer, un siglo. Cada noche, una eternidad. No sé dónde estás, no sé cómo estás, no sé siquiera si sigues habitando en este mundo. Si algo es cierto, es que te debo unas disculpas. Muchas disculpas. Debo disculparme por haberte olvidado. Por más que busco dentro de mi mente detalles sobre ti, no logro conseguir nada. Un cúmulo de eventos en mi vida se han encargado de arrancarme la imagen de tu rostro de la memoria. No logro revivir tu mirada, y sólo la veo como una mancha borrosa dentro de mi cabeza. El sonido de tu voz se ha convertido en nada más que silencio. Incluso tu nombre ha desaparecido. Intentar recrearte en mi mente sólo logra que en mi corazón nazca una grieta más. El dolor llega a mi pecho como un frío puñal al darme cuenta que no tengo tu recuerdo dentro de mí, y no puedo hacer nada para remediarlo por más que intente.
A pesar de todo esto, algo que se con total certeza es lo hermosa que eras. ¿Cómo sé esto, si no puedo recordar tu rostro?, te preguntarás. La verdad es que, aunque he olvidado esto, sí puedo recordar otras cosas, que de hecho, para mí son aún más importantes que lo que ya he mencionado. Recuerdo claramente lo que tú lograste sobre mí. Recuerdo cómo aquel rostro, que ahora veo a través de un vidrio empañado, me hechizó desde que lo vi por primera vez. Aunque no recuerdo tu voz, recuerdo la calma, paz y alegría que me infundía escucharla en mis momentos más oscuros. Recuerdo como tu simple presencia cambiaba todo mi panorama y convertía mis días de caos en paz.
Me alegra poder recordar estas cosas al menos, ya que en gran medida es lo que me mantiene con vida y me permite, al menos por un momento, ser feliz. Te puedo prometer que, mientras me quede aliento y memoria, guardaré estos recuerdos como el valioso tesoro que son. He olvidado tus detalles físicos, pero eso es lo que menos me preocupa. Lo que la mayoría de la gente suele olvidar es que lo físico, aunque es tangible, se desvanece con mayor facilidad que lo que realmente debe ir primero, y que no se puede ver: Los sentimientos, las acciones y el amor.
Si la visión de alguien se convierte en oscuridad y ceguera, ¿Que valor tendría un rostro hermoso o un cuerpo esbelto? Y si la audición le abandona, ¿Cómo podría disfrutar del canto de una dulce voz? Pero cuando la vejez golpea y la belleza física se desvanece, lo que es de verdad hermoso surge a la vista. No hay nada, además de la muerte, que pueda hacer olvidad la belleza de un alma, y sin duda eso puedo recordarlo con claridad en ti.
Tienes mi palabra de que, por más que mis recuerdos físicos sobre ti se sigan borrando, los que de verdad importan permanecerán conmigo por el tiempo en que viva.
Con esto me despido, rogando porque esta carta sea algún día recibida por ti. Y si la vida es lo suficientemente buena, quizá sea yo mismo quien te la entregue. Te recuerdo que, aunque nunca más te vuelva a ver, deseo sinceramente que tu vida sea placentera, tranquila, feliz... Y deseo que tengas presente que, sin importar la condición de mi mente, de la tuya, o del mundo, nunca dejaré de recordarte ni de quererte."
ESTÁS LEYENDO
La última Tinta roja
RandomLa tinta se puede acabar, pero no las palabras. Las manos pueden dejar de funcionar, pero mientras la mente se mantenga con vida, la inspiración puede seguir fluyendo. Esta compilación de escritos cortos hace referencia a una gran variedad de temas...