Capitulo 1

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ASESINA PIZRAKI.
Capitulo 1

Los cascos de Felim, su inseparable amigo de pelo negro azabache levantaban tierra húmeda con cada galope. El relinchar del caballo creaba una densa bruma blanca frente a ellos en un paisaje inhóspito que se extendía por kilómetros y kilómetros, El viento frio del invierno golpeaba el rostro de la hembra quien llevaba las riendas sobre la montura, congelando sus mejillas que en tiempos cálidos se teñían de rosa suavizando las pecas caramelo que cubrían esa tersa piel blanquecina. La capa que protegía su cabeza  voló hacia atrás liberando el largo cabello rojizo, mechones de hilos rojo  fuego contrastaban a la perfección con la blanca nieve que cubría árboles, troncos y vegetación congelada en las  tierras de Bruselas. Los ojos verde/amarella de Mad se achicaban buscando el mejor camino. Jamás  perdía de vista el horizonte, aguardaba pacientemente que cada paso la acercara más a las respuestas por las que su interior suplicaba. Hace un año, en su país natal Irlanda, enterró a la hembra que le dio a luz. Su Mahmen según la palabra usada por la Raza de vampiros. Fue una hermosa mujer humana irlandesa, llamativa por su esbelto cuerpo, cabello, piel y pecas como las suyas. Deseada entre los hombres por su buen desempeño en la cama. Vendía su cuerpo al mejor postor al igual que sus hermanas. Eran trillizas y juntas dejaban a los hombres con ganas de un segundo revolcón. Mahmen era  una palabra que conllevaba algo más que parir a una pequeña para desecharla al cuidado y protección de alguien mas por la cobardía de enfrentar la misma mirada del macho que la preño. La cobardía se vestía de mil formas, pensó  Mad mientras revivía los recuerdos para alimentarse de ellos, para jamás perder el norte de su búsqueda.
El objetivo que la llevo a empacar sus pocas pertenencias, tomar su sencillo arco y flechas fabricadas por ella misma, trazar una ruta basándose en la poca información que había reunido sobre su Sire. Aquí otra palabra de la raza para llamar al macho que aporto la semilla para su concepción. Y al igual que su Mahmen, el macho no era digno de portar ese título. Los datos de su Sire, básicamente eran nulos. Un macho grande, musculoso,  de sonrisa pícara que incitaba a noches  y días de placer, sus proezas sexuales eran contadas por igual entre mujeres y hembras. Altura promedio entre 1.88 a 1.90 metros. Cabello oscuro, vestimenta de cuero negro, era la descripción  que había recopilado en el mar de hormonas donde pregunto. Más datos interesantes, era parte de un grupo de 6 machos,  forajidos, maleantes, caza recompensas, en fin, las historias solo se multiplicaban como la plaga. Liderados por un macho enorme, de aspecto peligroso. Las hembras que tuvieron la desgracia de sacar la pajilla más corta ganando la noche de sexo,  solo hablaban de su deforme labio.  Se escondía entre las sombras, tomaba por lo que había pagado y desaparecía. Tres de ellos familia. Nunca obtuvo información del lazo que los unía, tal vez hermanos, primos. Lo que fuera lo mantuvieron en secreto.  Uno de ellos adicto a las dagas, salvaje. El otro adicto a los puños, rodeado de oscuridad, jamás hablaba, creando el rumor de haber caído en las manos de algún enemigo, perdiendo su  lengua dejándolo mudo. Del siguiente macho solo había descripciones de su excelente puntería, letal cuando ponía a su objetivo bajo la mira. Fallando solo por voluntad propia. Pero nombres, ninguno.
Felim azuzo las riendas llamando la atención de Mad. Un pequeño rio corría frente a ellos. La corriente era lenta, la marea era baja lo pudo ver por  las piedras que se asoman en  el agua cristalina.
- Vamos Felim, podemos cruzarlo compañero.
Con el golpe suave en su costado Felim reanuda el paso. Poco a poco el chapotear del agua suena a medida que atraviesan el rio de aguas calmas. El cielo se oscurece sobre sus cabezas indicando a la hembra que debe buscar refugio donde pasar la noche. Del otro lado del rio un bosque de pinos altos y copados de nieve es su nuevo paisaje. A paso lento Felim avanza. Mientras el caballo hace su trabajo Mad vuelve al recuerdo del último integrante del grupo. Su Uncail. Un macho de porte aristócrata, alto de cuerpo normal, cabello rubio y ojos azules claros. Decente en su aspecto, en el modo de hablar, el trato con las personas y las hembras. Servicial, paciente y de un modo extraño cariñoso. Su Uncail Throe. Era el único nombre con el que contaba. El único dato verdadero, confiable que poseía. Lo conocía de primera mano puesto que el macho fue quien le hablo de sus orígenes, de su estado como mestiza y la transición. Un cambio físico que su cuerpo atravesaría a la edad de 25 años. Él fue quien presto su sangre, el  vital líquido necesario para un cambio exitoso. Estuvo a su lado desde los 5 años, cuando una noche llego a la puerta de su casa con su tía colgando ebria de los brazos para dejarla a salvo en su hogar. Una mirada a la pequeña niña hizo que sus ojos se abrieran con asombro e incredulidad. Después de dejar a su tía borracha sobre la cama, se agacho frente  a ella e hizo la pregunta más extraña que había escuchado en  su corta vida.
- Hola, pequeña lass. Dime quien es tu padre?
Mad solo tiene vagos recuerdos de haber encogido los hombros sin saber que contestar. Días después el macho se apareció de nuevo frente a su puerta, y así lo continúo haciéndolo por 22 años más. A los 9 años Mad se acercó a su Uncail decidida hablar sobre su Sire, pues había escuchado que él lo conocía.
- Uncail, quiero saber quién es mi padre, sé que tú lo sabes, quiero que me lo digas. Ahora.
La mirada de Throe había brillado indecisa. Al final le negó la información a Mad, basándose en la popularidad y la reputación de su padre.
- No necesitas saberlo Mad, créeme él no está interesado en ti. Solo busca placer de las hembras, las mujeres y de lo que logre satisfacerlo, una hija no está en sus planes, ni ahora ni nunca. Por tu bien olvídalo pequeña.
Mad enfurruñada con su tío por la negación salió a campos abiertos, corriendo buscando calmar su salvaje espíritu. Se detuvo para calmar su respiración con las manos sobre sus rodillas, sobre el suelo un puñado de piedritas sofocaban una flor blanca de centro amarillo. Levanto la mirada y a un par de metros un manzano lucia orgulloso sus frutos. Con el enojo a flor de piel y la sangre corriendo caliente por sus venas levanto las piedras y una por una la lanzo contra el árbol. Cuando sus brazos protestaron del cansancio cayó de espalda contra el suelo. El rostro de su tío le sonreía mirándola hacia abajo.
- Te sientes mejor?
Le pregunto extendiendo la mano para ayudar a levantarla. Mad con la respiración entrecortada acepto la mano y estuvo sobre sus pies en un segundo. Throe apretó su mano indicando que caminara a su lado hacia el interior de la casa.
- Espera!!! Olvide las manzanas.
Corrió hasta el tronco del árbol recogiendo las frutas que se esparcían alrededor del árbol. Con los brazos a rebosar de fruta fresca y roja llego al lado del macho con una sonrisa que iluminaba su rostro infantil.
- De donde las has sacado lass? Solo te vi aventando piedras como loca, jamás te vi acercarte al árbol.
Mientras Mad hundía sus dientes en la piel de la manzana y masticaba, negaba con la cabeza.
- Las he bajado yo. Por cada piedra que lance lograba darle a una manzana y caían al piso. Siempre hago lo mismo, cada vez que estoy enojada. Así me libero.
La mirada de Throe era de incredulidad. El árbol estaba a unos buenos 10 metros, si era cierto lo que Mad decía la hembra tenía una puntería increíble. El corazón de Throe bombeo mas fuerte hilando ideas para pulir la habilidad de la pequeña.
Después de despedirse, dejando a Mad dormida profundamente en su cama, el bastardo de gustos finos paso todo el día pensando. El sueño fue dejado a un lado, se paseaba por la habitación intranquilo. Un don como ese debía ser explotado, pulido, sería una gran arma. La pequeña lass se convertiría en su mejor aliada para el futuro.
Al caer el sol escondido como todas las noches tras la excusa de buscar placer de alguna hembra, camino hacia el pueblo buscando quien pudiera fabricar al arma que sabía concordaba con las habilidades de Mad. Entre preguntas aquí y allá dio con un hombre quien por unas buenas monedas se comprometió con el pedido especial de Throe. No le dijo nada, en los siguientes días continuaron con las clases de historia, etiqueta y modales que su Uncail insistía en enseñarle. Mad solo giraba los ojos con aburrimiento pero al final siempre cedía, prestaba atención absorbiendo como una esponja todas las clases que Throe le daba. Una semana después, en campo abierto Mad lo esperaba grabando su nombre sobre una enorme piedra que estaba plantada en medio de la maleza.
- Mad, ven aquí. Tengo un regalo para ti, y sé que te encantara.
Limpio sus manos en su pantalón y corrió hasta quedar frente a Throe, con los brazos cruzados sobre el pecho, el ceño fruncido en medio y esa mirada Verde/Amarella, era ver al mismo Zypher frente a frente. Su misma aura, la peligrosidad de su mirada, el porte de su cuerpo, pero más femenino, los rasgos físicos increíblemente idénticos, como dos gotas de agua. Su posición con la cadera semi ladeada, pies separados y el dedo golpeado su brazo, esperando impaciente erizaba la piel del bastardo. Si alguna vez el macho tallador descubría la verdad….no, se negaba a pensar en eso.
Saco las manos detrás de su espalda y ofreció el regalo. Mad con cara de confusión los tomo mirando del uno a otro.
- Y que se supone que es esto? Que hago con estas…cosas.
Throe soltó una risilla, cruzo el cajac de flechas sobre su pecho, giro su cuerpo con mira al manzano y  acomodo sus manos enseñándole como sostener el arco.
- Esto es mejor que las piedras Mad, y con mucha práctica serás una hembra increíble, y apuesto que salvaras tu vida muchas veces lass.
Con una mirada seria, tomando sus escuálidos hombros, agachado frente a ella, Throe hizo un trato con la pequeña Mad.
- Escucha lass, te enseñare como manejarlo. Me quedare contigo hasta que seas la mejor arquera de Irlanda. Serás una hembra poderosa, envidiada por tu mágico don. Te llevare a la cima del poder y la gloria. Solo debes prometerme que jamás volverás a pedir información sobre tu Sire. Nunca. Jamás Mad. Promételo ahora.
Con su daga Throe hizo un corte en el centro de su mano, el hilillo de sangre broto y así la extendió hacia la pequeña. Mad pensó en ese momento que la decisión que tomara ahora la alejaría de la verdad quien sabe por cuánto tiempo, una mirada al arco que sostenía sobre sus manos, y el susurro del mismo le dio la respuesta.
- Acepto Uncail. Jamás mencionare de nuevo a mi padre. Es una promesa.
Throe corto de igual manera la palma de su mano y ambos sellaron el pacto con la luna como testigo y el aire agitando sus cabellos.
Y con esto el entrenamiento arduo y constante dio sus frutos, años después la puntería de Mad era tan fina y letal como la hoja de las dagas que Throe usaba.  Hasta que una noche después de su entrenamiento se sentó en la roca enorme que cubría el campo de tiro, cabizbajo, pensativo y susurro palabras de despedida.
- Debo hacer un viaje Mad, esta vez será un largo  viaje. Si los destinos lo tienen escrito volveré por ti pequeña lass.
Un beso en la frente y un cajac de flechas nuevas fue todo lo que dejo. Tres meses después de su partida murió su Mahmen y siete meses después Mad decidió salir en busca de respuestas. Nada la ataba a Irlanda, ya no. El esposo de su Mahmen busco entre sus pertenecías una bolsa de cuero con monedas dentro. Una ayuda monetaria que Mad agradeció y acepto. El hombre de piel arrugada y rostro cansado le deseo un buen viaje, ofreciendo una oración a los santos para que al final encontrara las respuestas que buscaba con tanto desespero. Otra parte de dinero fue donado por su tía. La hermana mayor de su Mahmen y al igual que aquel hombre solo buenos deseos y una bendición irlandesa fue lo que recibió en el puerto de Arklow donde se embarcó hacia Londres.

Contunuara....

Asesina PizrakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora