Capítulo 3

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NUEVO CAPITULO.

ASESINA PIZRAKI.
Capitulo tres.

Cerca del anochecer con un sol grisáceo ocultándose por las montañas, Mad y Felim continúan  a galope suave su camino. Cruzando árboles y sabanas, llegan a una cascada,  los chorros de agua que caían  desde lo alto y las olas que se arremolinaban al final yacían congeladas. El hielo brillaba con los pocos rayos del sol que lograban traspasar el cielo nublado. Mad detiene su caballo, mira a lo lejos pensado si continuar o dar vuelta y cruzar por el cañón que paso hace unos minutos. Rodearlo sería una pérdida de tiempo, le tomaría a los menos dos días llegar al otro lado. Confiando en el grosor del hielo Mad azuza las riendas y ambos cruzan a paso rápido las aguas que en verano serian corrientes  caudalosas. No tardan el llegar a tierra firme, serpenteando entre árboles y maleza la hembra detiene su camino. Su oído se agudiza, captando los sonidos de gritos desesperados de ayuda. Gritos y llanto. Galopa unos metros hasta escuchar las voces más cerca. Baja de Felim y lo amarra a un tronco delgado. Camina con pasos silenciosos hasta ver el orillo de un peñasco. Alista su arco junto a una flecha preparándose para todo tipo de eventualidades. Resguarda su cabello bajo la capa, y sube  la gruesa bufanda para ocultar la mayor parte de su rostro. A gatas sobre la hierba se arrastra logrando registrar la voz de una hembra, un macho y el lloriqueo infantil que escucha podrían ser de niños.

Asoma su cabeza conteniendo la respiración ante la escena. Abajo, a unos 4 o 5 metros una pareja civil suplican por su vida. El macho de ropas gastadas levanta las manos en señal de rendición, hablando en una lengua extraña para Mad. Su esposa o compañera, así lo intuye, con las mismas ropas gastadas, de cabellos revueltos y rostro sucio, abraza arrodillada a dos pequeños niños de unos 4 años. Llorando tapa los ojos de los pequeños quienes en su inocencia buscan apartar las manos para saber qué pasa.

Frente a la familia suplicante, dos formas blancas los miran detenidamente. Un macho. Por su altura y complexión. Vestido con una gabardina de cuero blanco hasta los tobillos. Una capota oculta la cabeza y una máscara cubre cuello mejillas, boca y nariz, solo el contorno de los ojos queda visible, pero desde esa distancia Mad no logra verlos. Botas de suela gruesa blancas se asoman al final de la gabardina. Guantes del mismo color protegen sus manos. Pantalón de cuero y una chaqueta de broches metálicos terminan el ajuar. La segunda forma es una hembra, luce las curvas de un cuerpo femenino, vestida de igual manera guantes, gabardina, botas y mascara. Completamente estáticos, ni el compás de sus reparaciones o el aire denso helado que exhalas está presente. El viento a su alrededor crepita cargado de maldad, oscuridad. Asesinos pensó Mad, anunciadores de muerte.

El macho civil avanza dos pasos aun con las manos levantadas, en solo un parpadeo la gabardina del asesino se mueve como si una suave brisa acariciara sus ropas. En cámara lenta la hembra escondida sobre el peñasco ve como el cuerpo del macho cae sobre el suelo, sin vida, con un pequeño cuchillo clavado en su frente. Las venas alrededor de la herida inmediatamente se marcan de color verdoso, el rostro se torna blanco y los ojos empiezan a sangrar. Mad sofoca un grito tapando su boca para evitar ser descubierta.

El asesino ejecuto un movimiento limpio de muerte con una velocidad increíble. Un parpadeo y ya había enviado al civil al Fade. El grito desgarrador de la hembra civil hizo eco en el bosque, su rostro lavado en lágrimas suplicaba clemencia. El asesino camino lento obligando a la hembra a retroceder varios pasos. Rápidos flash back de su Mahmen cruzan la mente de Mad,  a pesar de que nunca compartió un abrazo con la mujer que la dio a luz, siempre soñó con esos momentos, fue un anhelo durante toda su infancia.
Ese sentimiento que nunca conoció fue el detonante para que se levantara, dejando al descubierto su presencia, sostuvo el arco y con la flecha lista apunto y disparo. Moriría antes de permitir que esa hembra y sus pequeños fueran lastimados. Mientras la flecha cruzaba el aire Mad levanto su arco y el pequeño cuchillo que el asesino envió en contra ataque se clavó en la madera, su filo traspaso y quedo a centímetros de su ojo derecho. Su tiro por otra parte rasgo la capota del asesino sobre su cabeza, dejando al descubierto la larga cabellera dorada del macho, adornada con trenzas gruesas y cintas de colores.
Con agilidad, sin esperar otro ataque salto al vacío cayendo sobre sus pies  dando una vuelta sobre el suelo. Cuando se detuvo tenia lista la siguiente flecha y a su objetivo en la mira.
Unos ojos grises oscuros la miraron con enojo segundos antes de que la hembra civil ladeara el cuello de los pequeños mordiendo, desgarrando sus gargantas con brutalidad. La hembra soltó  los cuerpos desechándolos sobre la hierba emprendiendo la huida con un trozo de carne entre sus colmillos.
- VITE, VAS-Y!!! (rápido, ve por ella)
Grita el asesino enviando a su compañera en busca de la civil. Mad con pasos lentos se acerca a los cuerpos de los niños, cayendo de rodillas horrorizada por la escena. Que pudo haber pensado la hembra para arrancar la vida de sus hijos de esa manera tan cruel. Ella iba ayudarla, la salvaría protegiendo sus pequeños, no era necesaria esta acción. Toma a la niña en sus brazos y la lleva contra su pecho balanceándose suave sollozando, mojando el cabello ensangrentado de la pequeña con sus lágrimas. Los ojos del niño están abiertos girados hacia atrás,  con la mano Mad los cierra suplicando a la Virgen Escriba que permita el paso de sus almas por las puertas del Fade.

Asesina PizrakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora