Capitulo 2

16 5 1
                                    

ASESINA PIZRAKI.
Capitulo dos.

Mad hace una mueca al recordar las despedidas. Primero su Uncail, después su Mahmen y al final su tía, quien bueno o malo siempre estuvo para ella. La alimento, velo por su seguridad y protegió siempre que  pudo. Un espacio despejado bajo un enorme pino es el mejor lugar que ha visto para pasar la noche en todo el recorrido que lleva. Desmonta de Felim llevando sus riendas cerca del tronco húmedo. De las forjas que cuelgas del lomo del caballo saca unos cuantos trozos de madera seca y algo de guasca para encender un pequero fuego. Su estómago gruñe recordándole que no ingirió alimento en más de 8 horas. Descarga el arco y el cajac mientras el crepitar del fuego aumenta iluminando el pequeño espacio. Saca una manta y cubre a Felim guardando al viejo caballo del intenso frio.

- Saldré de caza compañero, espera aquí.

Con arco en mano y la flecha lista camina sobre la hierba, sus pies en total silencio rodean arboles pendientes de su presa. Una bola blanca salta entre los troncos caídos, escurridizo trata de esconderse. Mad levanta su arco apuntando a su objetivo. Su respiración se ralentiza, sus manos pierden la tensión preparadas, el viento deja de soplar por un breve instante, la cuerda se tensa y el cosquilleo de las cortas plumas de la flecha roza la mejilla de la hembra. Un suspiro y al contener la respiración la flecha es liberada, cruza el espacio a gran velocidad atravesando el cuerpo del conejo que se escabullía entre las hojas y los troncos.

Mad recoge su presa retirando la flecha del animal. Ya cerca del fuego busca su cuchillo y despelleja la piel dejando solo la carne, la prepara y ensarta trozos en palos delgados con punta, los clava alrededor del fuego esperando a que se cosan para poder comerlos. Alimenta a Felim con dos de las manzanas que lleva guardadas en sus forjas y se sienta a comer despacio con el fuego calentando su cuerpo, con su fiel amigo al lado bajando cada trozo de carne con agua.

Satisfecha guarda el resto de su presa para el día siguiente. Con una manta extra se acerca al costado de su caballo buscando calor. Felim ladea su cabeza acercando la cabeza al cuerpo de Mad, y bajo el manto de la luna en la noche fría ambos cierran los ojos, dejándose llevar por el cansancio de un día extenuado por la montura.

En el puerto de Aberystwyth, Gales el barco atraca y los tripulantes desembarcan. Un nuevo país recibía a Mad. Mientras viajaba sobre las aguas del mar de Irlanda  divagaba en lo que podría pasar cuando tuviera a su Sire frente a frente. Podría golpearlo en el rostro rompiendo su nariz, borrando esa sonrisa pícara de la que tanto hablaban. Otra posibilidad era disparar una de sus flechas atravesando el pecho del macho. Tal vez golpear sus pelotas y hacerle un favor al mundo, evitando que el macho tuviera más descendencia. Pero al final de cada posibilidad Mad muy en su interior soñaba con un abrazo cálido, una sonrisa verdadera de cariño y las respuestas que con tanto fervor buscaba.

La ciudad de Dyfed se veía concurrida, personas trabajando, vendedores, marineros, mujeres con sus bebes, chicos corriendo, nada nuevo para Mad. Una punzada de extrañeza oprimió su pecho, al recordar su vieja patria. Negando con la cabeza despejo su mente y se concentró en su próximo paso. Mad necesitaba dos cosas. Primero suplir sus necesidades básicas. Una cama, un plato de comida, agua para su aseo personal, etc. Segundo, necesitaba un transporte y por transporte se refería a un buen caballo, si su meta era llegar a Londres tenía miles de kilómetros por delante, montañas, ríos, aldeas, ciudades que cruzar y no lo haría a pie. Camino por alrededor de una hora preguntando por los hostales más baratos, debía cuidar y saber administrar el dinero que tenía, al menos hasta encontrar un trabajo que sustentara sus gastos. Llego a una casa de dos pisos, ventanas y puertas de madera. Al entrar el fétido olor de machos perdidos en el alcohol y la mugre le hizo arrugar la nariz. Una mujer de cuerpo grueso, con un delantal machado y una bandeja de madera sobre la mano le saludo.

Asesina PizrakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora