Comienzos

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Sentía de nuevo ese temblor en mis piernas. Alguien me observaba desde el pasillo de la universidad. Su mirada fría, fija, penetrante y excitante. Solo me di vuelta para irme al aula 337. Allí me esperaba mi mejor amiga y novia, Tía.

Era un día frío y algo oscuro, estábamos en pleno invierno y las lluvias a veces no cesaban, esto ocasionaba que muchos estudiantes no pudiesen llegar a sus clases.

Al ir caminando por el pasillo, la mirada no dejaba de perseguirme. Mi corazón latía muy rápido, sentía algo de miedo pero a la vez curiosidad por saber quien era.

De un momento a otro, la sensación de que alguien me observaba se había ido. Voltee mi mirada buscando quien podría ser, pero nada. Así que me relajo y decido  bajar al primer piso y entre al tocador. La próxima clase que tenía era tediosa y aburrida. Principios básicos. Una materia que ya me la sabia de memoria.

Llegue y entre a unos de los cubículos, me sentía algo inquieta y deseosa. Quería, estar un poco a solas conmigo misma. Pensar... pero claro no en tareas... Imaginar...

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Me hallaba sentada, con mis manos atadas al costado de la silla en un fuerte nudo triple, mis pies se hallaban en la misma situación atadas a las patas de la silla, solo que esta vez no eran nudos, si no correas. Mire mi cuerpo, vi sogas por todos lados, estaba completamente indefensa, solo tenia una prenda y era en mi baja intimidad. Mis senos estaban llegando a un color violeta claro, gracias a la presión de la soga en ellas, mi cintura que aunque no es de avispa se encontraba así igual por la presión que tenían. Mi cabello estaba en un total desastre. Mi boca tenía una mordaza. No podía decir ni una palabra. 

Al terminar de examinar me, alce mi vista y me di cuenta que estaba metida en una habitación, pero no en una cualquiera. En una habitación de tortura. A mi frente estaba una mesa grande y llena de objetos sexuales: un azotador, unas esposas, vibradores de distintos tamaños, al lado de ella estaba una silla muy distinta, tenia consigo en sus brazos unas correas para atar tus manos y en la parte de abajo unos agujeros para meter los pies y de igual manera unas correas. La silla era reclinable, así que el acosador podía hacer lo que quisiera contigo si llegases a caer en esa trampa. En las paredes, se veían mas cosas: 

Sogas de colores, en especial, negro, tirantes de cuero, bolas chinas, correas para el cuello, variedades en mascaras, atuendos, etc. Incluso en una esquina, había una nevera y un congelador. Para alguien que no conoce se le puede parecer extraño, pero para alguien que tiene mucha y perversa imaginación, ya sabrá que se esconde detrás de la puerta.

Empecé a moverme un poco tratando de soltar me pero... uno, fue inútil y dos, no me percate de que debajo de mi intimidad tenia un pequeño vibrador pegado a la silla y eso me ocasiono soltar leves gemidos cada que me movía.

Luego de cinco minutos de estar tratando de zafar me, una puerta se abre a mis espaldas y unos pasos comienzan a seguir hacia mi dirección, quedando atrás de mi. No pude ver quien era ya que cuando iba a voltear a ver, esa persona me había puesto un pañuelo en mis ojos. No pude ver nada, mas sin embargo podía oírlo.

Su voz parecía algo conocida pero no hallaba el resultado de quien era. Lo que si es que tenia esa misma mirada penetrante que tanto causaba en mi una piel de gallina y una leve excitación.

-Pronto nos veremos. -Fue lo único que pude escuchar ya que alguien interrumpió mi imaginación mojada-.

-¿Diana? Estas aquí? -La voz de mi novia. Estaba buscándome. Mi semblante paso de estar en mi lugar feliz a estar en el mismo infierno. Me molestaba cuando me interrumpían y ella lo sabia perfectamente, ya que sabia que siempre hay una excitante parte.

Relaciones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora