Tumbas y violetas

15 3 2
                                    

Nuevamente como cada año tocaba visitar su tumba; en sus manos llevaba aquellas flores color violeta que tanto amaba y que le traían tantos recuerdos.
No quedaba nada de aquella vivaz juventud, se acababa la belleza que alguna vez poseyó más su temple y fortaleza eran mas grandes cada día.

—Hola de nuevo... Hace ya mucho tiempo que te fuiste y aun no logro dejar de pensarte. Te fuiste y te extraño tanto, que te veo y escucho a todo momento. —Se sentó al lado de aquella tumba y comenzó su rutina al limpiar el concreto con sus manos gastadas, quitar las flores viejas y colocar las nuevas, mientras se sentaba al lado de la lapida con esfuerzo pues sus articulaciones desgastadas le impedían moverse a libertad.

— Ayer vi aquel cometa que prometimos ver hace tanto tiempo, dijimos que cuando llegara el momento nos sentaríamos en el viejo árbol del jardín y pediríamos un deseo... Ayer pedí ese deseo. Podrías llamarme egoísta pero, solo deseé que en nuestra siguiente vida podamos encontrarnos nuevamente, cruzar nuestros destinos y que esta vez nos dure para siempre. — En sus  ojos cansados las lágrimas se comenzaron a acumular, la tristeza en su corazón buscaba la manera de escapar de ese anciano cuerpo y solo encontraba salida en las amargas lágrimas que brotaban sin parar. — Quiero regresar a aquel tiempo en el que estábamos juntos, en el que nada importaba; cuando descubrí que las violetas que me regalaste olían igual a ti.

Poco a poco el dolor se fue apaciguando mientras acariciaba aquella lapida platicandole sus proesas y penurias durante el año que no se vieron, pronto sus ojos se tornaron pesados y el sueño se apoderó de ellos. Sus labios se curvaron en una ligera sonrisa mientras un peculiar aroma inundaba sus fosas nasales, ese dulce olor que se combinaba con la madera y el mismo olor que extrañó durante tanto tiempo; con pesadez abrió los ojos solo para encontrar a esa persona por la que tanto lloró, tan joven y radiante como en aquellos fugaces tiempos de alegría. Sin creerlo todavía observó como extendía su mano y la melodiosa voz que añoraba escuchar por fin emitió sonido.

—Lo siento por tardar tanto, pero al menos uno de los dos debía ver ese cometa. — La sonrisa que acompañaba esas palabras poco a poco calmaba el corazón viejo que tanto esperó por escucharlo.

Sin dudarlo tanto tomó su mano para fundirse en un abrazo que decía todo y nada a la vez, y con una sonrisa  ambas almas corrieron sin detenerse mucho a pensar, por un amplio campo de violetas rebosantes de vida.

Horas más tarde el cuidador del camposanto encontró junto a una lapida, el cuerpo sin vida de la persona que año con año visitaba aquel lugar, pero al menos pudo ver que en su rostro una sonrisa estaba plasmada, y en su mano sostenía una de aquellas flores, que significaron todo y al mismo tiempo, no significaban nada.

Oneshots de una escritora principianteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora