Mi hermana movia sus piernas emocionada mientras miraba la televisión, y yo solo estaba en una esquina del sofá con los audiculares puestos mirandola; mi única razón yo no podía dejarla sola. No podía ser cruel con ella. Si la vida me trataba mal, ella no merecia eso.
Ella era inocente.
Una inocente, en un mundo de mierda.
-- Marcus
Sali de mi pequeña borbuja; me saque uno de los audiculares la mire dandole a entender que siguiera hablando.
-- ¿Podemos comer helado?
Sonrei levemente, Amelia tenia doble trabajo hoy; y su esposo llegaria a casa pasada las 12 ya que su prefesión era beber con un idiota, drogarse y acostarse con putas como si no ubiese un mañana.
-- ve por tu abrigo
Dije, mi hermana solo se levanto, corrió hacia su habitación. Yo solo saque mi celular, y me dispuse a ver algunos mensajes de un chat libre de personas que pensaban la verdad de este mundo. Algunos mandaban imagenes de motivación con Piolín de retrato, malditos idiotas infantiles.
Y no faltaba el administrador que terminaba eliminandolos, suspiré. Al poco Paola se acercó hacía mi con una sonrisa. Amaba esa sonrisa. Mientras esa sonrisa estuviera, significaba que todo estaba bien.
-- ¿Estás lista?
-- Ajám, ¿Podemos llevar a Alex?
-- claro, de seguro quiere un poco de chocolate ¿Porqué no vas por él?
Sonrió emocionada y volvio a irse por su oso de pelpa, uno que le había regalo hacia tres o cuatro años. Me levante de mi lugar, me coloque mi chaqueta arremange las mangas doblandolas hasta mis codos. Paola llegó junto a su oso de color negro, vestido con una polera de bebé. Que tenia serigráfiado en la parte del pecho con un nombre de una banda de rock.
-- ahora vamos
-- ¡Si!
Al salir de casa la noche estrellada, llamó su atención sonrió. Algo en su pecho se lleno de emoción; quizá era la calidez de su hermana al tomarle la mano o el viento que rozaba con sutileza su piel.
O simplemente el momento. El momento de sentirse cortamente feliz.
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