Capítulo II.

7.8K 969 286
                                    


✩ ★ ✩ ★ ✩ ★

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

✩ ★ ✩ ★ ✩ ★

✩ ★ ✩ ★ ✩ ★

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Los pies de Remus corrían tan rápido como le era posible, sentía su rostro arder, su corazón latía con fuerza contra su pecho, sentía las ganas de dejarse caer y no volver a levantarse jamás, no podía creer lo que había ocurrido, quería que la tierra le tragara y jamás regresar.

—¡Remus, ya para! —el grito de Sirius hizo que el castaño se detuviera por fin, Remus se pegó a una de las paredes y se deslizo por esta hasta quedar sentado en el frío suelo del pasillo, hizo que sus piernas quedaran pegadas a su pecho y oculto su rostro en sus rodillas—. Remus —Sirius veía a su amigo aun recuperando el aliento por el gran tramo que había recorrido siguiendo al de ojos oscuros, para el chico Black era como ver de nuevo al pequeño Remus de tan solo once años que se ocultaba entre los pasillos cada que tenía miedo.

—Lo he arruinado —el murmuro de Remus apenas fue audible para Sirius, pero le había escuchado al final de cuenta. Sirius se sentó junto a él mientras miraba los arboles mecerse por el viento.

—No lo has arruinado. Huir después de chocar con una chica no es el fin del mundo, lunático.

—No lo entiendes, no solo es una chica.

—Lo entiendo, Remus. Lo entendemos —se corrigió tras recordar a James y a Peter—. No somos ciegos, quizá nunca mencionamos algo al respecto, pero sabemos bien que la chica Olsson te atrae —Remus miró de reojo a su amigo aun sin dejar ver su rostro por completo—. Sabemos más de lo que tú crees, lunático. Somos tus mejores amigos.

—¿Tan obvio soy?

—No del todo, pero que hayas colocado sal a tu bebida en más de una ocasión, que olvidaras tus cosas o que nos dieras chocolate de la nada, fueron buenos indicios para saber lo que ocurría —bromeó provocando una pequeña risa del castaño—. Lo del chocolate fue lo que nos abrió los ojos, tú nunca nos das de tu reserva de chocolates y que lo hicieras cada que Olsson pasaba cerca nuestro... —movió las manos hasta que hizo una pequeña explosión con ellas.

Kindest → Remus LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora