Pêrdīdįt Čarńatîøns.

Čåpītùlûm Sėçündūm.

Me quedé mirando por unos instantes, ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba en un hospital?

Ese día perdí la memoria.
No recordaba ni quién era. Cuando me dijeron, unas cosas chocaron en mi mente, me dolía la cicatriz.

Algunos recuerdos volvían de a poco, pero la mayoría seguían bloqueados.

Me explicaron mi nombre, con quién vivía y que mis padres habían muerto. Pregunté cómo ellos perdieron sus vidas pero me cambiaban de tema, así que mejor dejé de insistir.

A continuación, me sirvieron una bandeja con comida. Mientras almorzaba, hicieron que las visitas entrasen a verme.

Reconocía a algunas personas pero no sabía de donde.

Estaban Ron y su familia, sabía que era mi compañero además de jugar juntos a un deporte. No logro acordarme cuál.

Una tal Hermione, que no me sonaba para nada aún cuando decía ser mi mejor amiga.

También habían algunos profesores, el director de mi colegio y ¿un ministro de magia?

¡Eso era imposible! ¡Absurdo! La magia no existía, era obvio que me estaban mintiendo.

Los Dursley siempre negaban la existencia de lo mágico, no tenía razones para creer lo contrario.

Comencé a dudar de la gente, todos eran demasiado cariñosos conmigo pero yo con suerte los recordaba, y ni siquiera a todos.

Aunque a Snape... a él si lo recordaba, era estricto, sarcástico y siempre me bajaba puntos.

¿Puntos de qué? ¿Por qué si podía recordar eso?

No entendía, pero el me inspiraba más confianza. Le pedí que se acercase porque tenía muchas dudas y quizá podría contestar algunas.

-Profesor Snape, ¿Podríamos hablar unos minutos?-.

No me contestó, así que repetí la pregunta pensando que no me había escuchado.

-Señor Potter, lo oí claramente la primera vez. No estoy sordo-.

Se acercó un par de pasos, pero ni me miró.

-Quería saber una cosa... Recordé que usted siempre me bajaba puntos en algo, pero no sé en qué. ¿Podría explicármelo, profesor?-.

-No, no lo haré-.

Él miró a la enfermera y al supuesto ministro de magia, casi pidiendo ayuda.

Simplemente se fue de la sala del hospital, dejándome ahí con la duda.

Nadie quiso responderme.

Alguien entraba en la habitación, notaba su silueta pero no lograba ver quién era.

Sentí los párpados pesados junto a un insistente dolor de cabeza. Empecé a marearme y de la nada, todo se volvió oscuro.

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'Gravibus oculis, dormiens atque memorias volantem animam. A gradus relinquens hominem intrat dubitante legentibus.'

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