XIII

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— ¡Gran Dragón, nunca habría imaginado que detener un maldito maremoto sería tan difícil! —se quejó Ariana.

—Tsunami, Ariana, tsunami. Un maremoto es un terremoto submarino. El tsunami es sólo la ola causada por uno —le corrigió Ally, mientras se peinaba su cabello negro con mechas rubias.

— ¡Lo que sea! Juro que sigo empapada hasta los huesos.

Ariana avanzó con pesadez, mientras tanteaba en la pared por el interruptor de la salita.

—Tsunami o lo que sea, no tuviste que sacar volando del agua, a quién sabe cuántas personas —replicó Taylor—. ¡Por Alana y Nakki! Necesito un buen masajista.

El hada del sol y de la luna se frotaba el cuello y los brazos con insistencia. También hacía estiramientos extraños, posibles sólo para una gimnasta.

—Ugh, no sé cómo rayos Normani todavía tenía energías para irse nadando hasta Andros. Casi que me des–transformo después de hacerlo.

—Probablemente ella usó uno de los portales submarinos —supuso el hada de la tecnología.

Silencio.

—Ya sabes —continuó, nerviosa, y mirando hacia Camila— no se encuentran a tanta profundidad y el de Magix está cerca de las costas de Nereas.

La zenitha se acomodó un mechón y jugueteó con sus manos.

Camila tenía la vista perdida en algún punto aleatorio en el aire.

Ally se aclaró la garganta casi con timidez.

Tras unos momentos más de quietud, la castaña levantó la cabeza como si le costara accionar los músculos. Se dio cuenta de que todas sus amigas la miraban con preocupación.

—Eh, ¿qué? —musitó, frunciendo el ceño.

A todas parecía haberles caído un balde de agua helada. Taylor fue la primera en actuar: apretando con suavidad el hombro de la domini.

—Nada, sólo nos quejábamos un poco del trabajo duro. Ya sabes, lo típico —explicó la solari, con una risilla.

—Claro, claro —asintió la aludida con lentitud.

Desde atrás de Camila, Ariana le señaló a Lauren, la habitación que compartía la pareja. Taylor alzó una ceja y se mordió los labios, sin comprender. La melodiana le hizo un gesto "luego" con los dedos.

Camila volvía a abstraerse, dejándose guiar por su enamorada. Ambas atravesaron la puerta, pero Camila sólo se quedó estática. Sentía que su corazón dolía, como si alguien no la dejase ni respirar. Jadeó. Sacudió la cabeza y, como impulsada por un resorte, corrió a abrir la ventana de par en par. Aspiró el aire cálido de las noches veraniegas repetidas veces. Lauren se tendió en su cama, demasiado exhausta como para intentar nada.

Tan alejada del mundo real como estaba, Camila ni escuchaba los intentos de susurros de sus amigas en la salita. ¿Tenían algún sentido las palabras?

Siguió permitiendo que el viento fresco le acariciara el rostro. Era como si le hubiesen arrancado el alma. Se sentía vacía como una cáscara. Cansada de sentir y de pensar. Volteó a ver a Lauren, que daba unos ronquiditos adorables desde su cama. La estaba apartando y no quería. Tampoco quería preocuparla. Qué lío. Se mesó el cabello. Iría a abrazarla. Se sentó en su cama y le acarició la espalda como si tocase el adorno más delicado del universo. Se echó junto a ella y enterró su nariz en el cuello de Lauren. Olía a mar, sudor y arena. El rastro de lavandas de su perfume se había evaporado hace horas. Pero la calmaba. La calmaba su cercanía.

—Te quiero —susurró en su oído, sin pensar siquiera en lo que estaba diciendo.

A lo mejor fueron las palabras, o el cosquilleo del aliento de Camila en su piel, pero Lauren se despertó de su breve siesta.

—Uhm, cariño, ¿qué sucede? —murmuró, con los ojos aún cerrados.

—Nada, sólo te veías adorable durmiendo.

—Pero sigue haciendo eso, se siente tan bien. No tienes idea de lo tensa que tengo la espalda.

Camila soltó una risilla. Le acomodó el pelo atrás de la oreja y se la mordisqueó. Lauren ahogó un suspiro.

— ¿No estarás haciendo esto porque no quieres hablar de lo que pasó hoy, verdad? —inquirió la mayor.

La castaña la tomó de la mano y le acarició los pulgares. Le sostuvo la mirada como no había podido hacerlo en la playa.

—Puede ser —admitió—, pero sólo quiero... necesito desconectarme un rato, ¿sí?

El hada de ojos verdes le acarició la mejilla y las arrebujó a ambas entre las sábanas.

—Claro, pero debes prometerme que mañana hablaremos.

Camila asintió.

Ambas se fundieron en un beso dulce, que poco a poco se fue intensificando. La castaña atrajo a Lauren por la cintura, quedando ambas, frente a frente. La mayor coló una mano en territorio inexplorado. A la morena se le cortó la respiración, mientras un cosquilleo le revolvía el abdomen. Sus alientos se entremezclaban en cada pausa ansiosa. Camila ahogó un gemido. Lauren rió. Unas horas después, las sábanas eran un desastre y ambas jadeaban a la luz de la luna.

Fairy love 【CamRen】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora