XVI

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El salón de baile del palacio real de Solaria era, como poco, deslumbrante. Amplios vitrales, casi de piso a techo, se abrían paso por las paredes. Revelando una sobrecogedora vista al jardín y su laberinto de setos. Incluso el mar saludaba desde un rincón, pues el antiquísimo castillo se encontraba emplazado en una pequeña loma. El piso de mármol relucía, jalando destellos de los múltiples focos. La tarde acaecía ya, y poco a poco, las luces de las lámparas–araña iban despertando. Las columnas estaban talladas con motivos de soles, lunas y eclipses; resguardando lugares estratégicos para la estructura. Como en los flancos de las gradas en caracol por las que, hacía unas horas, la princesa Taylor había hecho acto de presencia. Descendiendo con total elegancia y gracia, tal y como lo habían hecho sus antepasadas incontables veces. Su vestido era de un rosa intenso, elaborado a base de una tela escarchada que se derramaba en una falda con pliegues artificiales. El diseño era asimétrico, con una sola manga, inflada y que le llegaba a la altura del codo. El otro brazo, en cambio, quedaba al descubierto para ser adornado con la pulsera de la Reina: un entramado de hilillos de oro con el escudo de la casa Stern. Unos detalles de tul adornaban el corsé, junto con un cinturón del mismo material ajustando la cintura. Taylor, a diferencia de sus damas de honor, no llevaba un moño alto, sino, un peinado ceremonial solari. El cual dejaba que su cabello cayera en cascada después de un breve arreglo en la cabeza.

En esta ocasión, a quien le tocó quedarse con la mandíbula en el suelo, fue a Joe. Camila lo codeó con un gesto travieso. El rey Radius anunció a su heredera con toda pompa y abrió el primer baile con ella. Al finalizar el primer vals, entre vítores, los nobles y los monarcas se unieron a ellos en el segundo movimiento de la misma sinfonía. Recién al llegar al primer interludio, los jóvenes fueron invitados a integrarse al baile. Herederos e infantes, en su mayoría, pero también significó el inicio del baile para los amigos de Taylor. Joe se apresuró en pedirle permiso al rey solari para bailar con Taylor. Ally y Troy optaron por quedarse platicando cerca de la mesa de bocadillos. Con algo de nerviosismo, Camila invitó a Lauren al tomarla del brazo y besar sus dedos por encima del guante de tul. Por no hacer mal tercio, Ariana se alejó para apreciar más de cerca, a los músicos de la orquesta.

La música marcaba un compás a tres tiempos, en una meseta suave y casi con eco. Pasando saliva, Camila reposó su mano en la cintura de Lauren, en tanto la mayor acomodaba la suya en su hombro. No eran la única pareja conformada por dos mujeres. La domini suspiró con alivio al percatarse de ello.

—No sé bailar vals —admitió la castaña en un susurro.

—No te preocupes, yo te guío.

Un, dos tres, cambio. Esa secuencia básica seguía la música y se las dictaba a los bailarines. Entre suaves balanceos y casi sin abarcar más espacio del que ocuparía una bandeja, Camila y Lauren dejaron pasar las canciones. De vez en cuando, y luego de ser enseñada por la mayor, Camila se atrevía a hacerla girar y abrazarla por detrás. Para luego, desenvolver la figura y regresar a su posición original. Llegó un punto, cuando la noche ya inundaba la bahía y las luces se hallaban en todo su esplendor, que ambas hadas juntaron sus frentes y dejaron de moverse. La morena buscó los labios de Lauren.

—Cariño, no están bien vistos los besos en esta clase de eventos —la rechazó, para luego apartarla con delicadeza.

—Vamos al jardín entonces, pidió Camila.

El laberinto de setos del Crav era amplio y se encontraba abarrotado de luces festivas con los colores ámbar del estandarte solari. Sin embargo, algunas de las fuentes permanecían iluminadas casi sólo por la luna. Camila condujo a Lauren hacia allí, recordando los paseos con Taylor en los días previos a la fiesta. Se sentaron una banca cercana. El tacto frío del mármol resultaba todo un alivio en comparación con el ambiente sofocante del salón de baile. La morena se acurrucó contra la mayor. Las risas y el bullicio ya se sentían muy lejanos en ese pequeño rinconcito del jardín. La luz de la luna les pintaba los labios. Ambas se acurrucaron una contra la otra. Camila suspiró con cierta urgencia antes de dedicarse a acariciar la espalda de Lauren.

Fairy love 【CamRen】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora