Primera Parte

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La luz del atardecer atravesaba los cristales y se reflejaba en su cabello, creando hermosos brillos dorados que me tenían hipnotizado desde hacía horas. Intentaba no mirarlo demasiado para no ser descubierto, pero me era imposible no perderme en sus ojos.

Cuando la aguja se movió hacia el nueve, suspiré y me levanté de la mesa, marchándome de esa cafetería que tanto frecuentaba. Y es que había sido amor a primera vista. Nunca había creído en ese tipo de enamoramiento, ya que me parecía totalmente absurdo, pero una sola mirada había bastado para que cayera rendido a sus pies, hechizado por ese amor. De eso hacía ya tres meses, y desde entonces no había ni un solo día en el que no fuera a visitarle.

Aunque, por supuesto, él no sabía absolutamente nada de mi existencia.

Al principio solamente me había fijado en sus ojos, ese castaño claro me volvía loco. Pero luego descubrí su sonrisa, tan hermosa y cegadora. Su cabello, algo despeinado y en punta, casi dorado. Sus hoyuelos, su cuello, su voz...

"¡Ah, joder!"

Cuanto más pensaba en él, más me obsesionaba. Era... era perfecto.

Pero, ¿qué podía hacer yo con alguien así? Mi barba descuidada no había sido rasurada en unos cuantos días. Mi pelo parecía un nido de pájaros, y las oscuras ojeras que habitaban bajo mis ojos solo hacían que tuviera peor aspecto. Y es que en esos últimos días mi obsesión había aumentado y casi no podía pegar ojo por las noches.

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Ese era otro día más, uno como cualquiera. Me dirigía a la cafetería paseando con tranquilidad por la calle, dándole vueltas a la cabeza. Cuando llegué a la puerta me cagué en todo lo cagable.

"Mierda, mierda, ¡mierda!"

Siempre había evitado hablar con él, pues la vergüenza que me producía el tener el más mínimo contacto con aquel ser perfecto era mayor a mi deseo. Recordé algunas veces en las que nuestras miradas se habían cruzado y que yo casi había escupido el café. Todos los días había conseguido que otra persona me atendiera, pero ese día solo estaba él. Solo él.

Pensé en irme. Era una buena idea, podía escaparme y ya volvería al día siguiente. Pero tenía que hacerlo antes de que...
− ¡Bienvenido! -Ah... "Plan B, plan B..." Intenté pensar en algo, alguna excusa para no hablar con él, pero de nuevo esa sonrisa nubló por completo mi cerebro, haciendo que dejara de oír y que instintivamente me acercara a paso lento al mostrador. Miles de pensamientos cruzaban mi cabeza mientras mi cuerpo seguía hechizado por aquel chico, ese que me había robado el corazón y, posiblemente, también el alma.
− ¿Qué desea? -Mi boca fue más rápida que mi cerebro.
− A ti.

Seguro que alguna vez habéis dicho algo no intencionalmente y al instante os habéis arrepentido. Es entonces cuando os inunda ese sentimiento de querer desaparecer, es el momento en el que dices "tierra, trágame".

Eso es lo que estaba pensando. Quería esfumarme y aparecer en otro lugar en el que nadie me conociera.

Pude ver el leve rubor que se formó en sus mejillas, el cual fue aumentando de intensidad a medida que los segundos pasaban. Sus ojos me miraban nerviosos mientras su boca se entreabría lentamente.
− Eh... −Fue lo único que mis labios consiguieron decir. Él carraspeó y bajó la mirada.
− ¿P-perdón? R-repítame lo que va a tomar, p-por favor...
− U-un café con leche... −Dámelo rápido, necesito salir de aquí.
− Enseguida...

Me senté y a los pocos minutos el chico llegó y dejó la taza en la mesa, colocándola sobre un pequeño plato de porcelana. Nuestros ojos se cruzaron por escasos segundos, pero se fue rápidamente y se metió en la cocina. Juraría que vi una sonrisa en sus labios.

Levanté la taza y bajé la vista, encontrándome con un pequeño papel en el plato. Lo cogí y lo desdoblé, aún sorprendido.

Lo leí y casi no podía controlar mi emoción. Si hubiera podido gritar, lo hubiera hecho.

"Llámame

732-928-119

Rubén <3"

Así fue cómo conocí al amor de mi vida, el cual duerme ahora plácidamente a mi lado. Han pasado ya tres años, y mi amor por él no ha hecho más que aumentar. Uy, creo que le he

Narrador externo:

− Mangel, ¿qué haces? -Rubén se desperezó y abrazó a su novio, dejándose acariciar el cabello por el mismo− ¿Qué estás escribiendo?
− Nadah... −Presionó sobre "guardar" rápidamente y cerró el portátil, dejándolo a un lado para mimar a su pareja− ¿Qué te pasah? ¿Ehtá mimosoh hoy? -Le acarició el cuello con la nariz, provocándole unas placenteras cosquillas que con gusto disfrutó.
− Mmmh... Tal vez... −Sonrió Rubius, pícaro.
− Creo que puedo solucionáh eso... −Respondió Mangel con voz seductora, sumergiéndolos de nuevo a los dos en un abismo de amor.

Coffee Love (Two Shot, Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora