Cuarta Parte

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(Música: You and I - Ingrid Michaelson)

El padrino empujó las puertas del recinto y él tomó una bocanada de aire, mirando al frente y topándose con los ojos atentos de todas aquellas personas. Paso a paso ambos fueron avanzando por el largo pasillo, Rubén saludando con la mano y sonriendo casi sintiéndose como si estuviera en la alfombra roja. Toda la sala había sido decorada con rosas blancas y rojas, caían desde el techo y se enredaban en los bancos de los invitados creando un pequeño jardín dentro de aquél lugar. La iluminación era escasa, pero todo ello simplemente hacía que el ambiente fuera más mágico y pacífico.

Fue entonces cuando Rubén desvió la mirada de sus familiares y se topó con aquellos hermosos ojos de los que había quedado enamorado desde el primer instante. Todo lo demás desapareció a su alrededor, solo estaban ellos dos. Ese era su día.

Siguió su camino hasta que llegó a su lado sin parar de sonreír ni un solo segundo. Miguel llevaba un traje negro sobre una camisa blanca y una corbata color champagne. Lo veía tan guapo, tan elegante... Casi notaba que le faltaba la respiración por lo sexy que se encontraba su futuro marido.

Miguel Ángel también tenía su corazón latiendo a mil por hora. Su pareja vestía un delicado traje marfil y su clara corbata dorada combinaba con la camisa blanca que escondía tras la chaqueta. A la par que Rubén, él tampoco había visto nunca a su novio tan formal. Unas incontrolables ganas de tenerlo entre sus brazos crecían segundo a segundo, pero no podía abalanzarse sobre él en medio de su boda, debía contenerse. Al menos por unas horas.

La ceremonia empezó con normalidad, ambos con el corazón palpitando fuerte dentro de sus pechos debido a los nervios y la emoción. Desbordaban felicidad por todos los poros de su cuerpo. No era que el acto de casarse fuera importante, lo relevante era todo lo que ello significaba. Al hacerlo, juntaban sus corazones y se decían mutuamente que estarían unidos para siempre. Que su amor sería eterno, y que nada podría separarlos. Para ellos, el casarse no solo era firmar un contrato. Era mucho más que eso.

Fue entonces cuando los votos matrimoniales llegaron y los nervios aumentaron. El primero en recitar los suyos fue Mangel, quien sudaba como un pollo por la vergüenza. Respiró hondo, fijó la vista en los ojos de su casi marido y comenzó:

− Rubén... Aunque suene a típico cliché, me enamoré de ti desde el primer momento en el que te vi. Lo digo totalmente en serio, eres una perdición para mí. Recuerdo todas las tardes en las que visitaba el café donde trabajabas y me quedaba observándote durante horas. Siempre intentaba disimular con cualquier libro, pero realmente iba por ti. Porque quería verte y perderme en tus hermosos ojos, suspirar por los reflejos de tu perfecta piel y enamorarme de tu voz aterciopelada. No sabes cuánto deseaba hablar contigo, conocerte mejor. Ansiaba saber más de ti y todos los días ingeniaba planes para poder acercarme y charlar. Planes que, por supuesto, nunca ponía en marcha por vergüenza y nervios. Finalmente, por la cosa más tonta acabamos hablando y pudimos conocernos mejor... −Miguel sonrió nostálgico, recordando aquel café que los había unido− Nos enamoramos, nos fuimos a vivir juntos y el pasado veintiuno de enero hiciste posible lo más hermoso en el mundo para mí: unir nuestras vidas para siempre. Toda la eternidad te agradeceré por esto. Te agradeceré el haber aparecido en mi vida y seguir conmigo a pesar de todos mis defectos. Quiero decir, no es que tu seas perfecto... −Una pequeña risita salió de los labios de Rubén a la par que unas pocas lágrimas se deslizaban por sus mejillas− Pero aún así, amo todo de ti y mi amor crece día a día sin parar. Por eso hoy me entrego a ti, decidido a pasar el resto de mi vida contigo −El pelinegro juntó sus manos con las de su prometido, ambos sonriendo como dos quinceañeros enamorados− Me comprometo a hacer todo lo que esté en mi mano para que seas feliz cada segundo que pases a mi lado, porque tu sonrisa es el elixir que necesito, y tu amor el combustible de mi alma. Te amo, Rubén, te amo muchísimo más de lo que crees −El mayor limpió las lágrimas del menor deslizando los pulgares por sus mejillas con tanta ternura y amor que derritió el corazón de Rubén.

Coffee Love (Two Shot, Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora