El último loco lanzó todo. Cada ojiva nuclear impactó en todas las ciudades. Los sobrevivientes se refugiaron en la era de las cavernas, en lo más profundo del vientre de la moribunda tierra.
Al principio, se excavaba en busca de un oasis subterráneo. Un lugar donde la roca podría germinar vida y la radiactividad no llegará al agua. Algunos encontraron ese pedazo y por un par de años sobrevivieron. Cultivaron y cazaron lo que podían. Bebían un agua poco saludable, pero suficiente para sobrevivir. Todo acabó cuando una enorme ráfaga entró por la boca de la arca. En cuestión de segundo, asesinó a cada persona. Gracias a la cercanía de las madrigueras, la voz se corrió y el hombre se las ingenió para huir.
Como topos seguimos excavando. Hacia los abismo del centro, hacia el magma y hacia una esperanza que se apagaba lentamente.
Unos cerraron la cueva. Derrumbaron la entrada y festejaron, tirando de chiflados a los que seguían adentrándose al mundo. El aire seguía pasando, ese mismo aire que los salvaba de morir asfixiados, trajo los vestigios de nuestros errores.
El silencio alertó a los excavadores. Mandaron a uno a revisar, solo para ver, en la cercanía, a los muertos en charcos de vomito y sangre. Regresó rápidamente, tomó una herramienta y excavó hasta que el pico se rompió. Usó sus manos. Quitaba tierra, roca y minerales aún cuando las uñas yacían entre los escombros. Sus dedos se rompieron, las manos, brazos, tuvo que morder la roca hasta que los dientes desaparecieron. Al final, murió cuando la tierra ya no se quitó.
¿De eso ya hace cuanto? Lo que sea que nos impide avanzar, es algo natural. Una roca o piedra que protege algo o nos encierra. Matamos todo lo que había. A nosotros nos orillamos a avanzar, olvidando que el mundo es redondo y que posiblemente nos encontremos con la muerte.
Yo ya me cansé. Muchos terminaron como aquel que vio la verdad. Este mundo, ya no es ni siquiera un planeta.Vivo en un basurero. Miles de malas ideas, decisiones y corajes me condujeron a morir en la profundidad. Alumbrado por un fuego que se alimenta con el oxígeno escaso. En cuando se apague, moriré. No por lo más falta del aire puro. La muerte llegó como lo ha hecho desde que la conocemos: en silencio, abrazando toda la luz.
Por lo menos escribir mata el tiempo. Un pedazo de espacio que vivirá más que yo, que cualquiera en estos vestigios de sociedad. Si fuiste desafortunado por trabajar en los túneles, ya era viejos. Si pudiste hablar, caminar, llorar, odiar y sonreir, eres un anciano.
No hay más pico, ni palas ni ayuda. Soy la última luz, el último fuego y las últimas palabras escritas. La humanidad empezó en un rincón oscuro, iniciando con la llama, la voz y una idea. Es justo que termine igual. Agradezco al amigo que me dejó estas reliquias: un cuaderno, un lápiz y un voz. Me hubiera gustado conocer el mundo que ellos recordaban, las sensaciones que describían y la idea de trabajar para vivir, no sobrevivir. Me hubiera gustado saber cómo se siente el agua y cómo era el sol.
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El último libro
Science FictionLa voz del último hombre en el mundo. Al borde de la muerte, el sueño de la inmortalidad del escritor, impulsa a contar las cuatro razones de la extinción del hombre. ¿Cuál pasó primero? El orden queda en manos del lector.