Limpié una de las mesas que estaba al fondo para luego dirigirme a la barra. Sobé mi vientre mientras me dirigía hasta allá, me encantaba esa sensación que me invadía al sobar mi vientre, era algo… Emocionante.
— ¿Te sientes bien? — Tara, una de las chicas que trabaja conmigo, se acercó a mí.
— Sí, solo estoy cansada, es todo — Respondí quitándome el delantal rojo.
— ¿Tienes cita con el obstetra? — Preguntó colocándose junto a mí.
— No, me toca el sábado. Pero debo comprar algunas cosas — Respondí mientras me servía un poco de agua para luego beberla.
— Estás en tu descanso, podrías pedir permiso, comprar esas cosas, ir a tu casa, dejarlas y volver — Comentó Tara. Yo negué con la cabeza.
— No es tan fácil como crees. Además, no creo que Liz me deje — Liz Martínez era mi jefa y no siempre estaba de buen humor. Tampoco le interesaba el que yo estuviese embarazada.
— ¿Qué hacen ahí las dos? Townsend y Bellamy ¡A trabajar! — Sí, esa era Liz, mi desagradable jefa pero qué se puede esperar de esta vida, permítanme responder la pregunta; nada. Tara y yo nos levantamos de los taburetes con pesadez y fastidio, yo me puse nuevamente mi delantal y me puse a trabajar. ¿Saben qué es lo peor del mundo? Que trabajes en un restaurante cuando tus ansiedades son por la comida y que no puedas comer nada hasta llegar a tu casa. Créanme, es horrible tener que soportar aquello. ¿No estaba segura de que si el insaciable apetito que tenía era a causa del embarazo o era porque extraño mucho la comida de la señora Lorena, la sirvienta de mi antigua casa? No estaba segura pero qué se hace.
Poco después ya estaba saliendo del restaurante, de camino a la farmacia. Miré las cosas para bebés que ahí había. Agarré una cesta y coloqué ahí dentro las cosas que me interesaban comprar. Agarré dos paquetes de toallas húmedas, un paquete de pañales desechables para niños recién nacidos, un cortaúñas con una pequeña lupa incluida, una barniz de uñas color azul rey y varios juguetes de hule. Sentí ansias de comer algo así que me dirigí a la sección de comida, agarré tres barras de chocolate y las coloqué dentro de la cesta junto con las otras cosas. Me volteé para dirigirme a la caja y pagar todo cuando noté que un chico caminaba de espaldas y se dirigía directo hacia mí, lo único que se me ocurrió hacer fue colocar mi mano libre sobre mi vientre para intentar protegerlo ya que el chico estaba tan cerca que cuando se volteó se tropezó conmigo.
— Lo siento — Dijo apenado. El chico me sobrepasaba por una cabeza, sus ojos eran color esmeralda y su cabello era castaño y lacio.
— No te preocupes — Sobé mi vientre — Ya estoy acostumbrada — Y no mentía, una vez me tropecé con alguien y ese alguien sólo dijo “Deberías ver por dónde caminas ballena” La gente está muy irrespetuosa hoy en día.
— ¿Acostumbrada? — Preguntó confundido, por lo que pude ver. Aunque, para ser sincera, yo simplemente me perdí en sus ojos.
— Sí, digamos que las personas de esta época no son muy gentiles que digamos — Vaya, soné como una anciana. Con el respeto a todas las ancianas del mundo. El chico ríe por lo bajo y mira hacia mi estómago.
— ¿Estás…?
— ¿Embarazada? Sí — Sus ojos se abrieron más de lo debido, se notaba que estaba sorprendido.
— Oh, cómo lo siento. ¿Segura que no la golpeé ahí? — Señaló mi hinchado vientre. Sonreí divertida y negué con la cabeza.
— No, y deja de tratarme así como si fuese una anciana, sólo tengo dieciocho años — Ok, eso no debió salir de mi boca. Quedé como una estúpida adolescente en cinta.
— Lo siento — Baja la cabeza y yo simplemente río.
— Me agradas — Dije sin procesarlo antes. Cerré inmediatamente la boca dejándome carcomer por la vergüenza que yo misma había provocado dentro de mí. El chico sólo ríe por lo bajo y no se atreve a mirarme — Bien — Suspiro incómoda — Debo irme.
— Sí, yo también — El chico rascó su nuca, al parecer también estaba incómodo.
— Sí — Dije, ninguno de los dos aún se movía. Sinceramente no quería irme él era una de las pocas personas que me había agradado en tan poco tiempo, lo sé, eso no sería sano para mí tomando en cuenta lo que me pasó hace dos meses y medio atrás pero él realmente me agradaba.
— … Bueno… Ya me tengo que ir — Dijo moviéndose un poco. Yo ahí babeando por él y él tal vez ya tenga una novia o una familia. No lo creo, es demasiado joven como para tener una familia.
¿Y eso qué? Tú tienes dieciocho años y estás embarazada, vas a ser madre soltera. Aún no te has casado eres una… ¡Sí ya entendí el punto!
— Adiós — Sonreí y comencé a caminar en dirección a la caja para pagar.
— Hasta pronto — Dijo sonriente y se fue. Esas eran pataditas o eran mariposas… Lo más lógico eran las mariposas pero opté por ignorarlas, esas estúpidas mariposas fueron las que me llevaron a quedar embarazada, además de mis hormonas, claro.
Poco tiempo después ya había llegado a la mi habitación asignada en el hotel. Tan sólo planeaba mudarme a cualquier otro lugar, no quiero vivir en un hotel en el que se escuchan gemidos y asquerosos murmullos a través de las paredes el resto de mi vida. Yo simplemente quería un hogar para mi bebé.
Exhausta me senté en el sofá, mi mente repetía una y otra vez la imagen de unos ojos esmeralda. Traté de olvidarme de estos pero me fue imposible, aunque debía hacerlo, tarde o temprano terminaría lastimada, encariñarse de una persona prematuramente era un grandísimo error, yo lo sabía más que nadie.
Me deshice de mi ropa, me coloqué una bata para dormir y agarré una de las barras de chocolate.
Aunque… recordar no daña a nadie, me dije a mí misma mentalmente. A lo que mi subconsciente aguafiestas respondió:
Sí daña a alguien. ¡A ti!, Protestó con desaprobación.
Rodé los ojos y dejé que mis escasos recuerdos inundaran mi mente.
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Contra el mundo©
RomansaUna historia en la que no importa la edad o situación, si se ama, se ama de verdad y no con condiciones. Una historia que podría o no revelar la realidad de alguien y te enseñará que no se puede confiar en nadie más que en ti.