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Arthur se despertó con un fuerte dolor de cabeza. 

Aun con la mente brumosa, parpadeó varias veces, observando su entorno, antes de que la realidad de su situación se estrellara contra él. Estaba de rodillas, junto a un árbol. A su alrededor iban habían varias carpas. Sus manos estaban atadas detrás de su espalda por nudos intrincados y la cuerda rozaba incómodamente sus muñecas atadas.

Él había sido secuestrado.

Frunció el ceño, tratando de recordar los eventos que lo habían llevado a esto. Había ido a cazar con Merlín y unos pocos caballeros, y habían decidido pasar la noche en la posada de un pueblo cercano. El portero había estado encantado de albergar al Príncipe heredero y les había proporcionado dos cámaras para la noche: una para los caballeros, otra para él y Merlín.

Dioses, Merlín.

Lo que haya sucedido la noche anterior, Merlín había estado con él. Su mente estaba en blanco. Merlín había estado con él, lo que significaba que quien lo hubiera secuestrado podría haber lastimado a Merlín. Puede haberlo matado, incluso. El frío se extendió por su pecho ante el pensamiento.

No. Merlín no podía estar muerto, decidió. Probablemente estaba en algún lugar cercano, buscándolo. Estaba bien.

Él tenía que.

El sonido de pasos le hizo mirar hacia arriba con un sobresalto. Un hombre estaba de pie encima de él, alto pero delgado, con una barba corta que apenas cubría las cicatrices que manchaban el costado de su cara. El dibujo de una runa estaba entintado en su antebrazo izquierdo, identificándolo como un hechicero. 

"Veo que estás despierto, pequeño príncipe" dijo el hombre. Arthur apretó su mandíbula, pero no respondió. "¿Enojado acaso, príncipe?" Preguntó el brujo riendo. "Bueno".

"Si tienes la intención de matarme, hazlo rápido", dijo Arthur con voz tensa y controlada. "No quiero escucharte balbucear sobre lo bueno que eres". 

El hombre gruñó y lo golpeó en la cara con fuerza. Arthur tomó el golpe con calma y escupió sangre a los pies del hechicero. Este último se puso serio, y una luz fría brilló en sus ojos.

"Solo eres un perro que ladra porque no puede tener un hueso" escupió. "Pero aprenderás tu lección". Murmuró unos pocos sonidos guturales y el aire pareció brillar a su alrededor. 

Entonces, como si hubiera esperado que él hiciera precisamente eso, lo que parecía ser el líder del campamento salió de su tienda, mostrando una fría sonrisa hacia Arthur y los otros hechiceros.

"Él viene", dijo. "Asegúrate de hacer que el príncipe escuche".

El hechicero se agachó para murmurar en su oído.

"Parece que estás muy apegado a tu sirviente", dijo con voz vibrante de alegría y el aliento de Arthur atrapado en su pecho. "Veamos cómo se siente tenerlo de nuevo junto a ti".

Fue entonces cuando Arturo vio a Merlín. Merlín. Sus ojos se ensancharon cuando su sirviente se dirigió hacia el líder de los brujos. El alivio se apoderó de él para ver a Merlín vivo y bien, pero fue rápidamente sofocado por el temor. ¿Qué estaba haciendo Merlín, de todas las personas, aquí?.

Lo miró con atención, pero no podía creer lo que sus ojos le decían. Merlín no se encontraba herido. Tampoco fue restringido. Caminó libre, con los hombros bajos con confianza, sin mostrar ningún signo de tensión o incomodidad.

Y todo eso solo podía significar una cosa: estaba aquí por su propia voluntad. Merlín, su sirviente, su amigo, el hombre que amaba, se reunió con los hechiceros que querían matarlo, libremente.

At your command (TRADUCCION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora