YACUMAMA.

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En un lugar remoto de la selva, había una cocha de aguas oscuras que era muy poco conocida por los habitantes de los escasos pueblos más cercanos; ya que se encontraba rodeada de una densa vegetación que la hacían casi impenetrable.

Cierto día, un pescador siguiente el curso de una pequeña quebrada llegó a su desembocadura, descubriendo la cocha de aguas oscuras y tranquilas; el se sintió feliz desde el primer momento en que la vio, ya que creía que era el primero en descubrirla y pensó: "al fin podré realizar una gran pesca en esta laguna recóndita que debe estar llena de peces".

Inmediatamente se dirigió a la parte más honda de la cocha para arrojar su garrafa y empezar la faena de pesca; aunque se sentía algo intrigado por el repentino movimiento del agua, siguió remando confiado; pero el vaiven continuo de su canoa siguió preocupandole hasta que vio que algo salía del fondo del agua.

Al figar su mirada en aquella cosa que energía de la cocha, se percató que una tremenda cabeza con un cuello descomunal quedó suspendido a casi un metro de de altura sobre la superficie del agua, moviendo sus monstruosas orejas paradas y sacando su lengua puntiaguda.

Inmediatamente, dió vuelta a si canoa, metió su remo hasta el fondo del agua para colmo de males noto que las plantas de la orilla venían hacia donde el se encontraba, cerrando le el paso como si obedecieran a alguien; terriblemente asustado giro su cabeza para ver qué ocurría y comprobó que la fiera le perseguía a toda velocidad.

Preso del terror, levantó sus ojos al cielo pidiendo ayuda a Dios para que lo salvase de ser devorado por aquel ser monstruoso; y milagrosamente su oración pareció haber sido escuchada, ya que en ese preciso momento dos sachavacas que se encontraban peleando en la orilla, cayeron a la cocha, cuyo estruendo sorpresivo asustó a la serpiente, que no era otra cosa que la terrible Yacumama; en ese instante la Yacumama, confundida se sumergió en el agua y las sachavacas también despavoridas nadaron a tierra firme al darse cuenta de la presencia de la descomunal serpiente.

Mientras tanto, el pescador también logro llegar a la orilla y corrió despavorido por el monte, dejando todas sus pertenencias en la canoa, agradeciendo a Dios de haberle librado de una muerte segura.
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