3 La mudanza de la casa 13

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Un cliente arrancó a Will de sus pensamientos de vuelta en la tienda, el chico todavía sostenía el cartón de leche en sus manos.

-puedes darme permiso niño- exclamó el sujeto, Will tomó la barra de chocolate y se dirigió a la caja registradora para pagar todo.

Sacó los billetes del bolsillo trasero de su pantalón, de nuevo le ardió la quemadura del cigarrillo que Jeff le provocó, apretó los dientes para no tener que hacer un gesto de dolor frente a la cajera, pagó sus compras y se fue.

Will caminó de vuelta hacia su casa, con el cartón de leche dentro de una bolsa de papel y la barra de chocolate en la otra mano, estaba comiéndola antes de llegar con su padre, lo golpearía de nuevo si se enteraba que comió algo, así fuera una mísera barra de chocolate, cuando Jeff daba una orden Will debía acatarla si no... años de comer chatarra en lugar de comida decente le había provocado el brote de granos en su frente, sobre todo ahora en la pubertad además de que había subido un par de kilos como se mencionó anteriormente.

Terminó de comer el caramelo y ahora deseaba algo fresco para beber, tuvo la tentación de abrir la leche y darle un buen trago, pero su padre lo notaría; incluso si decidiera bajar a la cocina por la noche mientras su papá estuviera dormido cuando despertara se daría cuenta, en fin, podía servirse un vaso de agua al llegar a casa, tiró la envoltura del chocolate por ahí, esperando que nadie lo haya visto, aún no se sacaba el recuerdo de aquel día de la mente, constantemente recordaba a su madre claro, pero era la primera vez en meses que volvió a sentir el ardor del fuego, como si de nuevo estuviera cubriéndolo, podía escuchar los gritos de desesperación y dolor de su padre, cerró los ojos para desviar esos recuerdos, ahogarlos; cuando los abrió un automóvil por poco lo arrolla, la señal verde del semáforo no había cambiado a rojo, escuchó al conductor gritarle.

-NIÑO IDIOTA.

Will sacó su mano del bolsillo y levantó el dedo medio en dirección al automóvil y continuó andando. Estaba por llegar a su casa cuando vio algo inusual, había una mudanza dos casa a la derecha de la suya o mejor dicho, una casa a la derecha de la suya; su casa era el #11 sobre la calle Elm (no, no esa calle Elm. Es bien sabido que en Estados Unidos muchos pueblos y ciudades tienen su propia calle Elm así que lo siento, por ahora el hombre del guante con cuchillas no hará su aparición) junto a su casa había un terreno baldío donde antes estaba el numero 12 pero algo ocurrió ahí hace años según se había enterado y la casa fue demolida para seguridad de los otros habitantes del pueblo.

Fuera de la casa, color blanco y con tejado verde estaba el camión de mudanza pero no había trabajadores descargando los muebles y las pertenencias de los nuevos dueños, solo el camión, con un logotipo que no reconocía; en el porche frente a la casa había una niña sentada, no alcanzaba a verla bien y no podía asegurar con certeza su edad o su color de pelo ni piel, solamente distinguía que llevaba puesta una sudadera verde militar, un pantalón negro y unos tenis, Will no despegaba la mirada de ella, era curioso, ¿Quién en su sano juicio se mudaría a Hawkderville? En palabras de muchos de sus pobladores era el basurero de satanás.

En eso la chica volteó a ver a Will, este se estremeció, jamás había tenido contacto con una chica antes, ni en sus más fantasiosos sueños; rápidamente se dio la vuelta y entró a su casa dejando aquella extraña chica atrás. Cuando entró, su padre estaba frente al televisor viendo uno de esos tontos programas de concursos, no quiso molestarlo, dejó la leche sobre la mesa y fue a ver cómo iba su carga de ropa, seguramente ya habría terminado de lavarse.

-ponla en el refrigerador inútil- exclamó su padre haciendo que Will diera un salto, la voz de su padre se había vuelto ronca y profunda gracias al alcohol y al cigarro, en verdad era de ultratumba y espeluznante.

Will obedeció la orden, puso la leche en su lugar y se fue a revisar su ropa; en efecto la carga ya había terminado de lavarse, olía a lavanda gracias al suavizante de telas, quiso ponerla en la secadora pero olvidó que esta llevaba estropeada hace unos meses y no había dinero para repararla, el chico salió al patio trasero para colgarla y al hacerlo vio a esa chica de nuevo, ahora estaba sentada en una de esas sillas que se columpian que la gente suele poner en sus patios traseros o a veces en el porche, estaba meciéndose, impulsada por sus pies y por el viento otoñal y desde la posición en la que estaba Will pudo verla con más detalle. Era castaña, de piel blanca aunque parecía tostada por el sol, sus mejillas y su nariz estaban salpicadas de delicadas pecas marrones y su complexión era delgada, era casi tan bonita como Ava Parker pero si ella no le hacía caso mucho menos la chica nueva del pueblo.

Will tendía la ropa húmeda en una cuerda asegurándola con pinzas sin dejar de ver a su nueva vecina, sus pantalones y calzoncillos estaban limpios, puso estos últimos bajo los pantalones, no quería que los vecinos vieran la ropa interior que usaba, mientras ponía la ropa en su lugar vio que la chica se puso de pie, estaba mirándolo fijamente, sus ojos eran negros, muy bonitos pero penetrantes y profundos, estaba empezando a sentirse incómodo.

La chica levantó un brazo, con la mano abierta y empezó a sacudirla, estaba saludando a Will pero en su rostro no había una sonrisa, como normalmente se hace cuando saludamos a alguien, su cara era inexpresiva; Will volteó atrás suyo, esperando que aquella muchacha estuviera saludando a alguien más pero no, era a él a quien saludaba, para corresponder la cortesía hizo lo mismo y saludó con un ademan, sin sonreír tampoco, aquella distracción lo llevó a dejar caer una sábana que ya estaba seca.

-mierda- exclamó agachándose para recogerla, cuando se levantó y alzó la mirada ella ya no estaba, probablemente se había metido a su casa, ya empezaba a enfriar. Will no le dio importancia e hizo lo mismo.

Entró al cuarto de baño, se desvistió y se dio una ducha caliente, al poner el champú en sus manos la quemadura le ardía aún más, empezaba a formar costra pero sentía que todavía estaba al rojo vivo, saliendo se pondría un ungüento; enjabonando su cuerpo sintió repelús cuando pasó las manos por la cicatriz de su pecho y cuello, era como tocar uno de esos waffles cuadriculados o un trozo de queso lleno de hoyos, se daba asco a sí mismo. No dejaba de pensar en aquella chica, no era fea en absoluto y por lo menos había tenido la cortesía de saludarlo, cosa que nadie más hace en el pueblo a excepción del señor Baylock pero pronto eso cambiaría, probablemente esa chica entraría a la secundaria Roosevelt, era bonita, pronto encajaría entre los demás y ellos se encargarían de advertirle no juntarse con el apestado del pueblo, o sea él.

La muchacha se veía más o menos de su edad, seguramente entraría a su mismo grupo, era cuestión de esperar para ganarse las burlas y rechazo de otra persona más. Sin duda extrañaba a sus amigos de nueva york, recuerda que muchos de ellos fueron a visitarlo al hospital y a darle las condolencias por la muerte de su madre, y aunque veían los vendajes llenos de sangre y piel quemada no se mostraban reacios con él y no vomitaban como Ava Parker, ellos eran buenos amigos.

Salió de la ducha, se puso el pijama e hizo la tarea que le habían dejado ese día, podría ser un rechazado pero tenía más sentido de responsabilidad que muchos de sus compañeros, incluso que muchos adultos, a pesar de estar castigado le gustaba estar encerrado en su cuarto, su propio mundo, donde su padre no podía ver qué estaba haciendo y mientras menos lo molestara sería mejor; en cuanto terminó sus deberes tomó la página de tiras cómicas de ese día, debajo de su cama estaba la vieja libreta donde pegaba todas y cada una que iba juntando, ya tenía otras tres libretas llenas, las cuales muchas de ellas su madre le ayudó a llenarlas, pegó la de ese día con pegamento, esperó a que secara bien y cerró la libreta dejándola de nuevo en su lugar; cuando no tenía nada que hacer se ponía a leerlas para entretenerse.

Antes de acostarse a dormir le sucedió algo raro, de nuevo comenzó a pensar en Ava Parker, en sus piernas, su trasero y sus senos; era un año más grande que él y era de las chicas más desarrolladas de séptimo grado, ella lo odiaba por supuesto, por su culpa había sufrido la mayor humillación de su vida aunque ya muy pocos lo recordaban pero Ava guardaba cierto rencor hacia Will, a él no le importaba, para su edad, y los cambios que estaba experimentando en ese momento tenía eso que los adultos llamaban "excitación", no pudo más, hizo que el recuerdo de Ava jugando volibol se quedara en su mente unos minutos más, metió la mano el pantalón del pijama, sintiendo el rose de los vellos púbicos en su mano izquierda e hizo lo suyo hasta terminar, no era la primera vez que lo hacía, en cierto modo le gustaba pero no podía evitar sentirse culpable al terminar, como si hubiera hecho la peor cosa del mundo, los chicos de su escuela lo matarían si supiera lo que hace pensando en Ava Parker, lo tacharían de pervertido, de ser un cerdo. Limpió su mano con un pañuelo y en un par de minutos se quedó dormido.

Jane, nunca másWhere stories live. Discover now