Recostado sobre sus codos en una ilusoria colina de cristal de RV ilícitamente modificada, Engel meditaba con una sonrisa de complacencia en el rostro. Un gélido pero apacible viento le acariciaba y agitaba los cabellos. Colina abajo, la textura de cristal se deslizaba, como hielo derritiéndose, y convergía toda acumulándose en un prisma cristalino que giraba sosegadamente a lo lejos, sobrepuesto al sol, refractando su haz de luz.
–Has cedido, de nuevo. Realmente tienes gustos bizarros – dijo un espectro acuclillado a su lado. Una especie de holograma oscuro, sin rostro, del cual parecían desprenderse pequeños pixeles a causa del viento.
–Así que sigues aquí... –respondió Engel sin prestarle más atención.
El espectro se inclinó hacia Engel, tan cerca que podía escuchar su falsa respiración digital.
–¿Te hicieron ir donde la loquera otra vez?
Su voz era como la de una computadora, pero susurrante; una aparición digital. Se movía a una tasa de cuadros por segundo menor a la del resto de la simulación, por lo que verle moverse le provocaba a uno un leve mareo.
–Sí, pero esta vez por decisión propia. Necesitaba olvidar, otra vez.
El espectro soltó una horrible carcajada sintética, cuando lo hizo, muchos pixeles se sacudieron de su cuerpo. Engel se estremeció, aquella risa siempre le provocaba escalofríos, como el rasgar de una uña de borde agrietado.
–Te quieres deshacer de mí, ¿eh? –Se acercó a Engel aún más, susurrándole al oído. Por algún motivo, olía a metal corroído–. Pero le agrado a una parte de ti. Disfrutas de mi presencia. Y nada, ¿me oyes?, nada de lo que esa mujer pueda darte se compara con lo que yo te ofrezco; ¡es la contraoferta del siglo!
–Keiden... El eco de su persona aún resuena en los pasillos de mi memoria... ¿de verdad tienes el poder de lograr eso que dices, espectro?
–Tengo el poder –afirmo con confianza el espectro digital–. ¿Lo has pensado? Parece demasiado bueno para ser real ¿no?
–Nada de lo que sucede aquí es real, espectro.
–¿Cuáles son las bases de esa aseveración?
–Esto no es natural.
–Ah, Engel, las leyes son maleables... En fin. No le contaste
sobre mí, y mi propuesta a la loquera, ¿verdad?
Engel abrió los ojos, la mirada vacía, la sonrisa de su rostro se
apagó. –No...
–¿Por qué no, Engel?
–No tiene caso.
–¿Por qué no tiene caso?
–Porque ellos no saben encontrarte.
–Porque sólo tú sabes encontrarme. Y solo yo se encontrarle
a él... Entonces, ¿hacemos el trato?
Engel no dio respuesta, devanaba todas las posibilidades en
su cabeza, finalmente, se dejó ir; sin darse cuenta de ello, firmaría un contrato con aquel espectro que daría rienda suelta al primer y último gran pandemónium digital. Esa noche, la áspera risita del espectro resonó casi inaudible en todo lo ancho del ciberespacio, se torcerían todos los designios programados; el Conquistador Binario daba inicio.
Final del primer capitulo, continuamos con el capitulo 2: Señores de Venassi.
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El Tecnomesías: Saga Sistema aislado, primer libro
Science FictionUn joven cosmosoldado atormentado por su pasado y la maldad humana. Una beatificada figura pública con dos rostros e intenciones subrepticias. Un ser virtual que perdió su propósito. Y un sistema al borde del colapso. La Gran Retención, un fenómeno...