[LIBRO V]
▸Se ve a la Luna elevarse. Hay problemas en el camino; terremotos y relámpagos azotan estos tiempos
Un consejo amigable: no salgas ésta noche. Los lobos merodean la ciudad.
Con la Luna en lo alto, un amigo te traicionará. El enemigo tocar...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
➻ Capítulo 16:
"For the devil in the deep blue sea."
El sentimiento de impotencia era tan grande que no le cabía en el cuerpo. Había llorado con los dientes apretados y con una gran congoja en el pecho.
Había susurrado su nombre mil veces, pero no había tenido efecto y probablemente no lo tendría. Jackson estaba amarrado en la silla continua, cabizbajo y tieso, lentamente estaba perdiendo color. Una mancha oscura empapaba su camisa, ocultando el agujero donde previamente había habitado su palpitante corazón. Olía la sangre seca y se le revolvía el estómago. Intentaba apartar la vista de él, pero podía sentir aun su presencia, atormentándola a su lado; tenía la idea fija de que Jackson había muerto por su culpa.
– No debes cargar con su muerte. – Aya, la bella secuaz de Tristan, se acuclilló frente a su silla. Hayley intento patearle, morderla, atacarla como fuese posible, pero no logro nada; sus piernas y sus brazos estaban amarrados a su silla con una soga empapada de verbena que se encargaba de quemarle cada tramo de piel que fuese capaz de alcanzar.
Aya sonrió frívolamente y se volvió a poner de pie.
– Solo ruega que Elijah venga y que no sea demasiado tarde para ti. – Hayley intentó gritar, maldecirla y jurarle que estaba metiéndose con la gente equivocada pero tenia una mordaza que le cubría la boca y que así mismo estaba mojada con verbena.
Todo había ocurrido tan rápido que no había tenido ni tiempo de procesarlo. Recordaba haber convencido a Jackson de mudarse al departamento en el Barrio Francés, a pesar de que por ordenes de Thalía, los lobos tenían prohibido ir a la ciudad por su propia seguridad. Pero ella había estado tan confiada en que podía protegerlo...
Un sollozo pequeño se escapo desde lo profundo de su vientre mientras tibias lagrimas comenzaban a descender por sus mejillas. Había sido su imprudencia lo que había puesto a Jackson, a su esposo, al hombre que la había amado aun cuando no había sido recíproco, en la línea de fuego.
Escuchó pasos que se acercaban y levantó la cabeza. El lugar era un galpón inmenso que los sonidos resonaban con ecos interminables, haciendo imposible dilucidar el origen. Escucho voces de vampiros y la de Tristan. Hablaban sobre los Mikaelson; Tristan estaba bastante convencido que vendrían. Y ella también lo estaba; él estaba jugando con sus dos creadores, poniéndolos a prueba.
Trató de escuchar con atención que es lo que decían pero todo el esfuerzo que estaba poniendo fue interrumpido cuando tres vampiros, escoltados por la misma Aya, comenzaron a mover el cuerpo de Jackson. Hayley comenzó a gritar, aunque la mordaza le retenía las palabras; soltaba amenazas a diestra y siniestra mientras saltaba en la silla, buscando librarse de las amarras, aunque estas le dejase las muñecas al rojo vivo.