Demonios Oscuros: El Comienzo.

ROBIN HOOD.

SILENTVILLE, ETHERDROME, ENERO 2014.

CAPITULO UNO.

Las nubesgrisáceasqueabarcaban el cielo usualmente azul y soleado de la villa, eran espesas y lo acompañaban con truenos y relámpagos.

Normalmente cuando los días eran así, oscuros y húmedos, el aire solía calarte los huesos. Pero ese día, las ropas cafés y el delantal blanco se me pegaban al cuerpo. Y no sólo al mío, sino también a los mi hermana y mi prima y al de todos los clientes de la cafetería; que por cierto, estaba repleta de personas regordetas y sudorosas.

La fila detrás del mostrador era enorme y la que había detrás de la caja, la cual yo atendía, lo era aún más.

Me limpié las gotitas de sudor que se formaban en mi labio superior con el dorso de mi muñeca. Tecleé varios botones de la caja registradora y cobré a unos cuantos clientes. Ver la fila que conformaban todas aquellas personas, me hacían querer salir huyendo y azotarme la cabeza contra el material del pórtico, una y otra vez, hasta que me saliera sangre.

El ambiente era sofocante y denso. Las conversaciones en murmullos causaban un ruido horripilante. “Muchos poquitos, hacen un mucho”, recuerdo a mi madre repitiendo eso a menudo. Bueno, en ese momento había demasiados poquitos. Fruncí el entrecejo al ver que un chico alto, flaco, pálido, tatuado, de ojos marrones y cabello negro —que a decir verdad, parecía tintado— se acercaba a hacia mi. Tomé el billete de 50 que me había extendido. Miré su vaso de café americano y cobré lo que debía. Sostuve el cambio en la mano.

Recordaba esa mañana, cuando toqué un billete de doble valor, que al apretarlo se evaporó y se convirtió en cenizas blancas. Varios sucesos se habían presentado semanas atrás; un dolor agudo se extendía por toda mi espalda, escuchaba voces dentro de mi cabeza (además de esa vocecita mía), cuando me enojaba y tocaba cosas, éstas solían evaporarse.

Una punzada en mis omoplatos me hizo volver en sí. Levanté la mirada con brusquedad y la fijé en el billete que se hallaba en mi mano.

Mis mejillas se sentían acaloradas. Seguro me había ruborizado. El billete de 50 se había evaporada. Solté un gruñido y dirigí la vista hacia aquél chico. Para mi sorpresa estaba mirando la mano con la cual sostuve su cambio, con un ceño fruncido. Traté de aclararme la garganta.

— Eh, lo siento… No tenía la intención de... —Me vi interrumpida por su áspera voz.

—¿Desaparecer, incinerar, evaporar mi cambio? —Enarcó una de sus cejas.

Genial, un cliente malhumorado y sarcástico. Justo lo que quería para alegrarme la tarde. Soltó un gruñido y se salió de la fila. Avanzó a grandes zancadas hacia una de las mesas situadas a lado de un gran ventanal con vista al río Tairo.

Me apresuré a sacar otros 2 billetes de 20 de la caja registradora y corrí hacia donde él se encontraba.

Antes de que yo pudiese decir algo, él habló primero.

—Estás perdida. —Dijo, sin apartar la mirada de su café. Me sentí aturdida y sacudí la cabeza. Asenté su cambio en la mesa y lo deslicé hacia el chico.

—¿Qué?, NO. Estoy demasiado segura de saber dónde estoy y vine a dejarte esto.—Un gruñido se escapó desde lo más profundo de su pecho.

—Tómalo tú, lo necesitas más que yo. No eres más que una neoyorkina que cayó en Silentville por mera equivocación. —Fruncí el ceño y asenté las manos con fuerza sobre la mesa.

—Tú no sabes nada sobre mi, ¿entiendes? No tienes ningún jodido derecho a hablarme de esta forma, cabrón de cojones.—Olfateé el aire como vil can y tosí al sentir el humo y olor a quemado. Ambos miramos el mantel y las marcas de mis manos.—Maldición.

—Como dije, estás perdida.—Mencionó con auténtica indiferencia. Se levantó, pasó a lado de mi, empujándome con el hombro y salió de la cafetería. Parpadeé. Toda la gente, toda la bulla y el calor, se esfumó. Era como si aquél muchacho se hubiese llevado todo aquello. Resoplé. Me quité el delantal y lo dejé colgado sobre la silla. Avancé hacia la puerta, pero me detuve en seco al escuchar a Pandora llamarme.

—¡Astrid!, ¿A dónde crees que vas?.—Preguntó al acercarse a mi.

—¿Tú qué crees?, ¡Pues hacerle de Robin Hood!