Prólogo.

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《Corre.

Corre más rápido, porque te van a alcanzar.》

SILENTVILLE, ETHERDROME. ENERO 1789.

El olor a podrido que era despedido de las alcantarillas de toda la Zona G, inundaba el ambiente del centro y todas las fronteras de la ciudad. Las hojas de los árboles que se hallaban cerca de la Zona G, se volvían verdosas y se doblaban en sí.

El cielo era compuesto por nubes espesas y grises, acompañado con relámpagos y truenos.

Trata de esquivar las ramas del bosque, pero sólo logra tropezar una y otra vez.

"¡Joder!" Exclamó Javadd al caer sobre un charco de lodo y mugre. Quedó boca arriba y ahogó un grito al ver lo que sobresalía de su pecho.

Una rama puntiaguda.

Casi no sentía dolor. Sus sentidos dejaron de ser útiles. Una mirada perdida en el cielo grisáceo. Ausente.  Sin vida.

En un abrir y cerrar de ojos, él se encontraba a lado de su cuerpo inerte e inmóvil. Lo miró con frialdad. Con desprecio. Soltó una carcajada y se sentó en el lodo junto a él.

Un trueno le hizo dar un respingo y levantó la mirada hacia donde apuntaba la rama que yacía en el pecho de su cuerpo inservible. Ahí, a lo más alto de un árbol, junto a sus hojas llameantes, se encontraba un hoyo negro.

Como de esos que salían en los cómics espaciales que tanto le gustaba leer cuando aún vivía.

Se paró de un brinco y comenzó a escalar sobre el tronco de aquél árbol. Cuando llegó a la cima, no tardó ni un segundo cuando se introdujo dentro de aquél hoyo negro.

El interior era completamente lo contrario al exterior. No era enigmático ni negro.

Era como estar en una habitación blanca para enfermos mentales.

Lo único que no era incoloro, eran dos puertas, situadas curiosamente una frente a otra a cada extremo de la habitación.

Se acercó hacia la azul celeste. Estiró su mano hacia la perilla y la retiró en seguida. Un alarido proveniente de la otra puerta le hizo estremecer. Se giró en redondo y avanzó a grandes zancadas hacia aquella puerta negra y ostentosa.

Vaciló durante un segundo antes de abrirla. Cuando lo hizo, una sonrisa se le esbozó en el rostro al ver su habitación. Se arrojó dentro.

Lo único que ssintió, fue un dolor agudo en todas sus extremidades. Jadeo y se sentó de golpe.

Miró a su alrededor, sin comprender cómo había llegado ahí. Tocó frenéticamente su pecho y no había aquella rama.

Había vuelto de la muerte.

Se sentía bien.

Pero estaba mal.

Demonios Oscuros: El Comienzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora