CAPITULO 2

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La casa de Jonas y Sofía, la madre de Arianna, estaba situada una junto a la otra, creando un lazo cotidiano que había resistido la prueba del tiempo. Cada vez que se veían, sus charlas fluían con la naturalidad de quienes comparten mucho más que una simple vecindad; eran amigos. Hablaban de cosas triviales como el clima, las anécdotas de su juventud y los pequeños altibajos del día a día, siempre con un toque de humor que hacía que el tiempo se deslizara suavemente.

Arianna, en su tercer año de universidad, vivía entre libros y sueños. Su relación con Mathew, un joven de sonrisa radiante y una mirada llena de esperanza, era su refugio y su motivación. Mathew era un aspirante a médico que llevaba tiempo trabajando en un hospital, donde adquiría experiencia y conocimientos, pero su verdadero sueño era poder viajar al extranjero para convertirse en un destacado cirujano. Sin embargo, la realidad económica lo mantenía en una lucha constante. Ambos compartían el anhelo de formar una familia numerosa, en un hogar que les ofreciera paz y felicidad. Imaginaban un futuro juntos, lleno de risas infantiles y amor, pero la sombra de la falta de recursos se cernía sobre sus sueños.

Sofía había conversado sobre estos planes con Jonas, quien escuchaba con atención. La buena amistad que tenían le permitía a ella compartir sus preocupaciones sin reservas. Sin embargo, había algo más en su mirada al hablar de Mathew, un matiz de preocupación que delataba su desaprobación. Sabía que Jonas veía a Arianna con otros ojos, y eso le daba pie a imaginar un futuro diferente para su hija. Para Sofía, Jonas era un buen partido: un caballero educado, con clase, que podría brindarle a Arianna la seguridad que deseaba para ella.

Esa tarde, Arianna se acercó al jardín donde su madre conversaba con Jonas. Con una sonrisa tímida, saludó a ambos.

—¡Buenas tardes, mamá! ¡Buenas tardes, señor Mendoza! ¿Cómo se encuentran hoy? —preguntó, con la amabilidad que la caracterizaba.

—¡Buenas tardes, Arianna! —respondió Jonas, iluminándose al verla—. Muy bien, gracias. ¿Y tú? ¿Cómo van esos estudios?

—Todo bien, señor. Un poco de carga, pero se lleva. —Arianna sonreía, su timidez aplacada por la familiaridad de la conversación.

Jonas, siempre atento a los detalles, la miró con admiración y un toque de nostalgia. En ese momento, una flor del jardín se asomó ante él, y con un gesto impulsivo, se agachó para arrancarla y se la ofreció.

—Para ti, Arianna. —dijo con una sonrisa suave—. Espero que te alegre el día.

Ella aceptó la flor, sintiendo una mezcla de aprecio y tristeza. Sabía lo que Jonas sentía por ella; en más de una ocasión había sido honesto sobre sus sentimientos, sin importar la presencia de su madre. Pero cada vez, ella había tenido que rechazarlo. No porque no valorara su bondad, sino porque su corazón pertenecía a Mathew.

—Gracias, Jonas. Es muy lindo de tu parte. —dijo Arianna, su voz llena de gratitud—. Siempre tienes un gesto amable.

Jonas sonrió, aunque una sombra de melancolía cruzó su rostro. Sabía que sus sentimientos no eran correspondidos, pero siempre estaba ahí, observándola y deseando lo mejor para ella desde la distancia. Mientras la conversación continuaba, él se esforzaba por ocultar su tristeza, pero las palabras no podían disimular lo que sentía.

Después de un breve intercambio más, Arianna se despidió y entró en casa, dejando a Sofía y Jonas conversando.

Esa noche, durante la cena, Arianna no pudo contener la emoción de contarle a su madre que iba a salir con Mathew.

—Mamá, Mathew me llamó y me dijo que necesitaba hablar conmigo. —anunció, casi sin poder contener su entusiasmo.

Sofía levantó la vista, interesada, pero un poco escéptica.

—¿Y a dónde piensan ir? —preguntó, su tono reflejando preocupación.

—Él quiere hablarme en el lugar donde me pidió que fuera su novia. Es muy especial para nosotros. Además, dice que allí planea construir su hospital en el futuro. —Arianna sonreía al recordar aquel momento, su mirada brillando con esperanza.

Sofía soltó una risa que resonó en la cocina, como si lo que su hija había dicho fuera un chiste.

—¡Ay, hija! Aunque Mathew tenga ese sueño, jamás podrá realizarlo. Está bien que tenga aspiraciones, pero construir un hospital... ¡Eso es demasiado! —exclamó, sacudiendo la cabeza con incredulidad—. Puede estudiar y quizás convertirse en cirujano, pero llegar a construir uno... No me hagas reír.

Arianna frunció el ceño, sintiéndose defensiva.

—¿Y por qué no puede? ¿Por qué no puedes creer en sus sueños? —su voz temblaba de frustración—. Si él tiene un sueño, ¿por qué no apoyarlo?

Sofía suspiró, sintiendo la tensión en el aire.

—Mira, ya dije lo que pensaba, tanto si te pareció bien como si no. Es la verdad: nadie apoyaría a una persona sin pedir algo a cambio. Y tu noviecito no tiene nada que ofrecer...

—Eso no es cierto, mamá. —interrumpió Arianna, su voz firme—. Mathew es un chico increíble, lleno de pasión y determinación. Sé que puede lograr lo que se proponga. No es justo que lo rebajes así, sin conocer sus verdaderas capacidades.

Sofía se cruzó de brazos, decidida.

—Estás tan ciega por ese muchacho. Te voy a dejar las cosas claras: Mathew se va a marchar a otro país, y tú te vas a quedar aquí. Es un hecho. Se relacionará con otras personas y se olvidará de ti. —la certeza en sus palabras dolía como un golpe.

—No lo creo. —Arianna se sintió herida, su voz cargada de emoción—. Mathew y yo nos amamos, y aunque estemos lejos, siempre estaremos en contacto. Él me prometió que nunca me olvidaría.

—No va a hacer lo mismo. —replicó Sofía con firmeza, aunque su corazón se desgarraba—. ¿Te das cuenta de que es un idealista? Cuando esté allá, rodeado de oportunidades, su vida cambiará. Y tú, quedándote aquí, te convertirás en un recuerdo.

Arianna sintió una punzada en el pecho, pero su determinación no se desvaneció.

—Se me hace tarde, mamá. —dijo con una mezcla de tristeza y firmeza—. Si sigo aquí, solo estaremos en lo mismo. Regreso antes de las diez.

Sofía se acercó, preocupada, su voz más suave.

—Eres mi hija y te amo. Todo lo que te digo es sin mala intención. Solo quiero que te cuides, cariño. No quiero verte sufrir.

Arianna sintió la angustia de su madre, pero no podía ceder.

—Estaré bien, mamá. Te lo prometo. —Arianna intentó sonreír, aunque la tristeza aún la acompañaba—. Mathew y yo tenemos un vínculo fuerte. No te preocupes.

Con un último abrazo, Arianna se despidió de su madre y salió en busca de su novio, su mente llena de pensamientos y esperanzas. Mientras se dirigía hacia la colina, su corazón latía con fuerza, impulsado por la certeza de que el amor y la determinación podían desafiar cualquier obstáculo. Sabía que el futuro con Mathew podría ser brillante, a pesar de las sombras que se cernían sobre ellos.





La Traición (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora