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Liam

¿Qué diablos me sucede?

Me paso todo el viaje en taxi con la mirada perdida en el vacío, hacia afuera, sin siquiera voltear a ver mi teléfono. Creo que es la primera vez que eso sucede.

Sigo en shock por nuestro beso, a pesar de que ya pasó tiempo… He pensado en él una y otra vez. No puedo dormir. Siento como si llevara su olor en mí, sus labios y su mirada ardiente me obsesionan.

Yo! ¡Perturbado por un simple beso!

No me agrada esa idea. Como tampoco me agrada sentirme irresistiblemente atraído por una mujer. Así empezó todo para Colin. Me contaba todo cuando conoció a Cassandre, lo que sentía, el fuerte vínculo que lo unía a ella. La llamaba «mi dosis de heroína», para bromear. Y eso es exactamente lo que fue: una droga fuerte, destructiva. Murió de una sobredosis. Lo asesinó el amor de una mujer psicológicamente destructiva.

Eso es lo que aprendí de esa historia: las mujeres que parecen más inofensivas a veces son las más peligrosas. Cassandre es el ejemplo perfecto.

Zoé también parece inofensiva. Y nuestro primer beso fue de una intensidad inimaginable. Nunca había sentido algo así. Esa sensación extraordinaria activó una alarma que no pude ignorar. Es por eso que no regresé los últimos tres días. Para salvarme a mí mismo. Debía alejarme de ella para evitar el peligro.

Así que no vine por mi dosis diaria de cafeína al Temple Coffee por varios días. Pero una fuerza incontrolable me llevó hasta la entrada varias veces. Ella me pareció menos jovial de lo normal, por no decir molesta. Pero de todas formas bella. Ahí, sobre la acera de enfrente, tuve que luchar contra mí mismo para no cruzar la calle, entrar en el café y dirigirme hacia ella para tomarla entre mis brazos, embriagarme de su perfume, tocar su piel delicada y saborearla.

¿Ella también pensará en ese beso? ¿En mí?

Estaba confundido entre mi deseo de volver a verla y el aviso de «Peligro» que enloquecía a mis neuronas.

Cuando la vi esta mañana, llena de frescura, con su usual labial naranja fuerte, su cola de caballo danzando al ritmo de sus paso, tomé sin pensarlo la decisión de invitarla a salir.

¿Qué me sucedió? ¡Eso sí que salió mal! En lugar de eso, me echó.
Nunca me habían hecho eso.

– ¿Querías invitarla a salir? ¿Y ese milagro? – se burla de mí Hugo, después de hacerme contarle todo al verme llegar a la oficina con cara de preocupación.

Tiene razón. Generalmente no tengo necesidad de provocar citas galantes. Basta con que salga a uno de los lugares de moda en la capital para encontrar una compañera de noche. Nos acostamos ahí mismo o en su casa, da igual, y nunca intento esconder mis intenciones. Rara vez termino con un número de teléfono.
Y para estar seguro de que no me vuelvan a molestar, nunca llevo a nadie a mi casa.

No debo encariñarme. Nunca.

La mayoría de ellas resultan ser extremadamente inventivas. Ven en mí un desafío. Pero ni haciéndome las posturas más extravagantes del Kamasutra me hacen cambiar de opinión.

– ¡Y te rechazó! – persiste Hugo, casi en shock por la noticia. – ¡Sí, ya quedó claro, basta! ¡Supéralo! – refunfuño.

Me siento molesto. No logro sacarme a esa chica de la cabeza.

– Regresaré ahí esta tarde, a la hora del cierre – declaro. – Ya verás, la próxima vez, será ella quien me suplique que la llame.

– ¡Si no es que termina creyendo que eres un maniático! – me responde riendo.

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⏰ Última actualización: Feb 12, 2019 ⏰

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Coffee, Sex and Law-Avril Rose Donde viven las historias. Descúbrelo ahora