Capítulo I

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-A ti que te divierte de la rosa ser

espina en mi dolor.

A ti que te da igual,

te empeñas en fingir

porque sigo amarrado a ti.

A ti yo no te guardaré rencor

por más que intentes derrumbar

mi corazón.

A ti que siempre quise perdonar,

a ti,

mi sur mi norte y mi agonía...

-¡SANDRA, QUE BAJES LA PUTA MÚSICA YA!-me gritó mi hermana desde la habitación contigüa.

Cogí los cascos y reproducí de nuevo la canción.

En ésta casa no se puede escuchar música tranquilamente.

Me dejé caer sobre la cama y empezé a cacharrear con el móvil, mirando mis notificaciones de Twitter e Instagram, contestando a los grupo del WhatsApp y tal.

Lo de siempre.

A pesar de que tenía los auriculares, escuché a mi padre llegar del trabajo.Me los quité, dejé el móvil sobre la almohada y me dirigí hasta la entrada de mi piso.

-Hola papá-le abrazé y le di un beso en la mejilla.

-Hola cielo, ¿qué tal?

-Bien, ¿y tú?

Se quedó serio.

-Tenemos que hablar, todos, en familia.Dile a Virginia que vaya al salón.

Asentí levemente y pasé al cuarto de mi hermana mayor.

Me dice que quite la música de los gemelos pero luego ella, la muy pava, tiene canciones todo el día a todo volumen.

-Virginia, que dice papá que vayas al salón.

Me miró, se incorporó y salimos de la habitación.

Vi cierta expresión de preocupación en el rostro de mi padre.

Nos sentamos y esperamos a que hablase, de una vez por todas.

-Bueno...como sabéis, os comenté que quizás me trasladasen a otra oficina, y muy seguramente, de otro lado que no sea de aquí...-al oír eso, mi cuerpo se estremeció-Nos tenemos que mudar, lo siento, pero tenemos que hacerlo.

-¿¡Qué!?¡Papá, tengo mi vida hecha aquí, no puedes hacerme eso!-mi hermana y sus diecesete años de gilipolleces.

-Virginia, no puedo rechazarlo.

Yo me quedé en silencio, mirando a mi madre, quien también estaba como rara, distraída.

Dió por concluida la charla y nos dijo que preparásemos la maleta, porque mañana partíamos hacia nuestro nuevo hogar, el cual no sabíamos porque a mi padre le ha dado la gana de guardarlo en secreto hasta mañana, en plan agente 007.

Cuando hube acabado de hacer la maleta y de recoger todo de mi habitación, incluyendo mis pósters (y el de tamaño real, obvio que también) decidí llamar a Carlota, mi mejor amiga, por si no lo he comentado.

Mientras cominucaba, estaba pensando en cómo decirle que me voy a ir de Alicante así como así, tan pronto.

-Heeeey moza-me saludó desde la otra línea.

-Eeeepa.

Nos reímos, pero volví a estar seria.

-Carlota, tengo que decirte una cosa muy importante...

-Tú dirás.

-Es que, joder.

-No es por nada, pero me estás preocupando.

-Pues que me mudo, no sé a donde, pero me voy de aquí por trabajo de mi padre.

-¿¡Cómo!?Pe-pero si estamos a dos días de que comienze el curso...

-Tía...

-No te puedes ir joder, ¿y qué leches voy a hacer yo ahora sin ti?

Se me hizo un nudo en la garganta al escucharle decir esas palabras.

-Quiero que sepas que te quiero mucho, ¿vale?Y que no quiero perder el contacto contigo tía...-conseguí articular palabra.

Oí una respiración entrecortada al otro lado.

-Mañana en cuanto llegues, me llamas.

-Vale.

-Te quiero.

-Yo más.

Colgué, dejando el móvil sobre mi escritorio vacío.

Me llamaron para cenar, pero es que no tenía apenas apetito después de hablar con Carlota y despedirme tan secamente de ella.

Intenté animarme reproduciendo el disco de Lo mejor está por venir en mi móvil, pero ni eso conseguía animarme, así que decidí intentar dormir y esperar a mañana.

Grabado a fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora