Capítulo II

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Me intenté poner lo más cómoda que podía en aquel asiento de mierda.El motor comenzó a rugir y nos encaminamos hacia la nueva ciudad (o pueblo, que no nos lo ha querido decir) en el que viviríamos.Me puse los auriculares y reproducí el disco de Pablo Alborán, y lo ajusté de tal manera para que luego sonara el disco de Lo mejor está por venir, y así el viaje se me hiciera más ameno.

Coloqué mi cabeza en la ventana, observando el paisaje que íbamos dejando atrás y viendo cómo poco a poco nos metíamos en la autopista, con cientos de coches que nos rodeaban por todas las direcciones, deseando llegar a su destino de una vez por todas.

Virginia estaba con el móvil, hablando con sus amigas.

Yo también estaría con el móvil en el viaje, de no ser porque me mareo y me tiraría todo el puto viaje vomitando, que si no.

Dejé de prestarle atención a mi hermana y me concentré en la letra de las canciones que sonaban, gracias a las cuales poco a poco se me iban cerrando los ojos.Añadamos que me he levantado a las 7 de la mañana, eso también influye, os lo digo yo.

...

Oí a mis padres hablar entre ellos, por lo bajo.Me quedé sin abrir los ojos, porque me pesaban demasiado para eso, y comenzé a escuchar la conversación que estaban teniendo.

-Quiero que sea una sorpresa, ya que sé que a ella le gustan.Lo que temo es que a Virginia no le guste tanto.

-Tienes razón, pero cuando Sandra sepa que nos mudamos a Mairena...

-¿¡¡QUE VAMOS A MAIRENA!!?-grité en el coche, incorporándome y abriendo los ojos todo lo que pude.

-¿¡Eres gilipollas!?-me chilló mi hermana-Que me has despertado, imbécil.

-Virginia-mi madre se giró-esa boca, hija mía.

Vale, estaba que no me lo creía.Mi corazón iba a cien por hora y tenía un nudo en la barriga tan grande que me costaba respirar.Me llevé las manos a la cara, intentando asimilarlo, o eso, o despertarme ya del sueño.

Pero era real.

Quería gritar, pero es que no me salía ni a voz.Joder, estaba hecha un flan de arriba a abajo, me temblaba todo, en serio.

Empezé a mirar por la ventanilla, intentando divisar algún cartel que pusiera:

MAIRENA DEL ALJARAFE

No podía parar de sonreír, Dios, qué subidón de adrenalina.

Llegamos en menos de 15 minutos o cosa así.Me desabroché el cinturón, abrí la puerta corriendo y empezé a otear por todos los lados, a ver si les veía.

Oye, quién sabe.

-Sandra, que podrías ayudarnos con las maletas y tal.

Me giré y saqué del maletero mis pertenencias.Nos dirigimos a la puerta de la que sería nuestra casa.

La verdad es que mi primera impresión fue buena.Dos plantas, luminosa y acogedora, espaciosa, vamos, que está genial.

Cargué con la maleta hasta la segunda planta, para dejarla en mi habitación.Pasé y me fijé en cada uno de los detalles de mi cuarto:ese ventanal en un rincón, la cama a un lado, ese gran armario, el escritorio justo delante de la ventana, la estantería vacía y el atrapasueños en el cabecero de la cama.

Cogí mi móvil y llamé a Carlota, tal y como me había pedido ayer.Le dije que ya había llegado y que no se preocupara, que todo iba bien.Cuando le dije que estaba en Mairena, me reventó el tímpano del chillido que pegó.No sé si os he comentado que ella también es gemelier, bueno, ya lo sabéis.Nos despedimos y guardé el móvil.

Abrí la cremallera de la maleta y coloqué mis prendas en las perchas, o en los estantes del interior del armario bien dobladas.

Cuando acabé, me limpié el sudor de la frente con la mano.

Asquerosamente asqueroso.

Me fui a la ducha para quitarme todo el sudor del viaje y todo, además para intentar relajarme.

Las 20:32.

Me hubiera gustado ir a dar una vuelta por el pueblo, para...bueno, ya me entendéis, oye, y a parte para conocer las calles y eso eh, que no quede; pero ya era tarde, y tenía que ayudar a mi madre a preparar la cena pronto porque mañana empiezo el primer día de instituto.

4° de la ESO va a ser muerte, pero de las lentas.

Bajé a la cocina y me puse a ayudar a mi madre.

-¿Tienes ganas de empezar el instituto?-me preguntó.

-Mamá-le dije mientras cortaba las zanahorias-que porque estemos en Mairena y vivan los gemelos aquí, no significa que a partir de ahora me guste el instituto.

-Bueno hija, yo pregunto-rió.

Me limité a sonreír y a echar los trozos de zanahoria a la olla.

Servimos la cena y nos sentamos los cuatro en la mesa.

Pinché el filete y lo puse en mi plato, justo al lado de las zanahorias y las demás verduras.

-Mañana os llevo yo al instituto en coche-nos informó nuestro padre mientras masticaba la carne.

Virginia y yo nos encogimos de hombros.

Al menos nos ahorra andar, cosa que agradezco debida a lo extremadamente vaga que soy.

Bebí un trago de agua, cogí el plato, el vaso y los cubiertos que había usado y los puse en la pila.

Me fui directa al salón, encendí la tele e hice zapping  para ver qué leches echaban.

Y obviamente, los domingos, echan una mierda:o capítulos repetidos de las series o películas malas con menos argumento que Pocoyó.

Al final me decanté por ver capítulos de Aída de la primera temporada, no había nada mejor, y al menos me reía.

Los acabé de ver sobre eso de la 1:45 de la mañana.Le di las buenas noches a mi padre, una colleja a mi hermana y me subí para mi cuarto.

Hablé por el grupo que tenía con mi clase desde hace varios años.Todos me echaban de menos, a la par que yo a ellos.Nos deseamos buena suerte para empezar las clases con buen pie mañana, me despedí de todos ellos por el grupo, y de Carlota por privado.

Como me entró sueño, quise acostarme ya.

A ver mañana cómo se me da el día.

                   

Grabado a fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora