Capítulo III

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El despertador comenzó a sonar con ese irritante sonido.

Le di un golpe y lo apagué, aunque casi lo tiro al suelo.

Solté un bufido y me levanté de la cama, dormida, con unos pelos horrorosos y una cara de muerta que tenía que dar miedo.Me aseé un poco, me peiné y cogí unos shorts con una sudadera gris, combinado con mis vans negras y rosas.

Bajé.

El olor de las tostadas recién hechas me guiaron hasta la cocina.En ella estaban mis padres y mi hermana, comiéndose un bol de cereales a rebosar y mirando a un punto fijo sin inmutarse ni hablar.

Me senté a su lado, cruzada de brazos y asimilando que el verano ha acabado.

-Buenos días cariño-mi madre me dio un beso en la frente.

-Buenos días-contesté seria.

-Ni buenos días ni hostias, estamos a 15 de septiembre y es el primer día de instituto, en uno que además no es el mío y sin conocer a nadie-reprochó Virginia levantándose de mala gana y yendo al salón.

Mi madre suspiró en plan "No tiene remedio"  y apagó la tostadora.

Me puso un plato con dos tostadas recién hechas y un cuchillo para huntar la mantequilla y la mermelada de fresa.

Me las preparé a mi gusto y empezé a desayunar.

Ha decir verdad, estaba nerviosa:nuevo instituto, nuevos compañeros, nuevos profesores, vamos, nuevo todo.

Puse el plato en la pila, cogí la mochila y me dirigí a la entrada seguida de Virginia y de mi padre.

Yo me monté en el asiento del copiloto con la mochila prácticamente vacía a los pies.Me abroché el cinturón y nos pusimos en camino.

Apoyé mi cabeza en mi mano y me fijé en las calles, por las que iban niños y no tan niños a sus respectivos colegios.

Cuando me quise dar cuenta, ya estábamos enfrente del mismo.

Suspiré hondo, le di un beso a mi padre y me bajé del coche.

Mi hermana y yo pasamos al interior del instituto, nos quedamos paradas a la entrada y nos miramos mutuamente.

-Suerte-nos dijimos a la vez.

Volvimos a mirar al pasillo y cada una empezó a andar hacia su correspondiente clase.

Decenas de miradas se clavaron en mí.

Miré hacia abajo y me senté en esa tortura que tenemos por sillas, dejé mi mochila a mi vera y seguí mirando hacia abajo.

Eran de dos en dos, pero yo estaba sola.Claro, ¿quién se quiere poner al lado de la niña nueva?

Oía a la gente cuchichear y notaba que no apartaban la vista de mí, cosa que realmente me jodía y me intimidaba mucho.

El típico profesor de mediana edad, calvo y regordete, entró a la clase cerrando la puerta de un portazo, haciendo que todos los alumnos nos estremeciéramos.

Éste ya me cae mal.

Se colocó delante de su mesa, apoyó ambos manos en el escritorio y comenzó un análisis de nuestros rostros.

-La mayoría ya me conoceréis-comenzó a hablar-pero veo una cara nueva en la clase.

Todos se giraron hacia mí.

-Bueno, ya habrá tiempo para presentaciones.Ya véis que tenéis sobre la mesa vuestros libros que os servirán para éstos próximos 9 meses...

Dejé de prestarle atención y me entretuve con una de mis pulseras de gomitas.

Grabado a fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora