Capítulo VIII

1.5K 68 2
                                    

La semana fue pasando.

Viernes.

Tenía que hacer un trabajo de Biología, no iba a tardar mucho tiempo en hacerlo, además que nos han asignado parejas, y pues Carol y yo nos hemos puesto juntas.

Entramos a mi casa, saludamos a mis padres y subimos a mi habitación, dispuestas a empezar el trabajo ya y acabarlo cuanto antes.

Abrí el portátil y comenzamos a buscar la información.Me metí en Google, pero una pestaña se me abrió.

Tenía por nombre Noticias Alicante.

Olvidé que tengo activado esa página web para que me salte cada vez que me meta en Internet, ya sabéis que yo soy de allí, y quería estar al margen de todo lo que sucedía.

Iba a cerrarla, cuando un titular me sobrecogió el corazón.

Los cadetes ganan el torneo que se ha organizado en la capital.

El equipo masculino de chavales quinceañeros, ha ganado el décimo torneo que se organiza en nuestra ciudad, con Hugo Fernández como capitán del mismo.

Debajo de la noticia, se encontraba una foto del grupo, con Hugo en medio levantando la copa que han ganado.

Me levanté de la silla corriendo y me senté al filo de la cama, tapándome la cara com ambas manos.

-¿Sandra?¿Qué te pasa?

Ignoré aquellas palabras de Carol y me concentré en no recordar.Noté cómo se sentaba a mi lado y me rodeaba con su brazo, intentando consolarme y entender lo que me pasaba.

Y creí que si le contaba lo que me sucedía, me ayudaría a mí misma.Alzé la mirada y la miré.Me aclaré la voz, carraspeando y me digné a contarle el por qué de mi reacción, el conjunto de emociones que azuzan con fuerza a mi corazón y esas palabras, momentos, recuerdos que no consiguen irse de mi cabeza.

Se quedó cortada.

-...y el problema es que sé que me gusta Jesús, pero sin desenamorarme de Hugo, y, joder, todo ésto es de ciencia ficción.Es que es imposible tía, estar pillada por dos tíos, es ilógico-acabé.

Me apretó la mano con fuerza.

-¿Pero estás enamorada de Jesús?

Tragué saliva, poniendo los ojos en blanco.

-Enamorarse es una palabra muy grande.

-¿Pero lo estás?

Hubo un silencio de ultratumba.

-No.

Apretó la mandíbula con fuerza y me abrazó.

Al final acabamos el trabajo, y Carol se fue de mi casa.

Suspirè profundamente y me tumbé en la cama, con los brazos en cruz y con la vista perdida.

Y fue débil.

Cogí el móvil y busqué el número de Hugo en mis contactos.Me quedé mirando su foto de perfil un buen rato y pulsé en el chat que tenía con él, vacío, porque borré todos los mensajes en los que nos decíamos aquellos "te quiero" que me ayudaban a seguir en pie día tras día.

Y le escribí, claro, porque soy gilipollas.

Automáticamente se puso en línea, y supe que había leído mi mensaje.

*Conversación vía WhatsApp*

-Hola, cuánto tiempo...

-Ey, hola Sandra, sí, cuánto tiempo...Me he acordado mucho de tí.

Y ahí el corazón me dio un vuelco.

-¿En serio?

-Sí.Oye, no te despediste de mí cuando te fuiste de Alicante.

-¿Como quieres que me despidiera de tí si estaba echa polvo por tu culpa?

-De eso quería hablarte.

-Venga, adelante.

-Pues joder Sandra, que lo siento muchísimo, en serio, no era consciente de lo que te decía, y a decir verdad, no sé por qué te dije eso, no sé por qué lo dejamos, en serio que no lo sé, porque yo te seguía queriendo, es más, creo que te sigo queriendo.

-¿Crees?

-No.Lo sé, sé que te amo y que nunca he dejado de hacerlo.Y me hubiera encantado haberme despedido de tí.

-A mí también me hubiera gustado haberme despedido de tí.

-No es tarde para intentarlo de nuevo.

-¿Qué?Hugo, ¿a distancia?¿Estás loco?

-¿Quién ha dicho que lo que llamas distancia sean unos cuantos metros?Anda, mira por la ventana.

*Fin de conversación vía WhatsApp*

Tiré el móvil sobre el colchón, levantándome lo más rápido que pude de la cama y mirando por la ventana.

Que está ahí, joder, ahí.

Salí corriendo de la habitación y bajando a la calle, con unas tremendas ganas de abrazarle como nunca y como siempre, como...cuando estábamos juntos.

Y es que tío, cuando le vi, mi corazón se aceleró.

Esbozé una amplia sonrisa y me tiré a su cuello, colgándome de él, mientras Hugo me rodeaba toda la espalda y colocaba su cabeza en mi hombro.Cerré los ojos y aspiré su aroma, recordando su olor, el perfume que me grababa en mi cuerpo.

Y recordé la sudadera que llevaba puesta.La misma que me dejaba a mí, la que llevaba puesta cuando se venía a mi casa, joder, la misma.

Nos separamos y nos quedamos mirándonos a los ojos.

-¿Cómo has venido aquí?¿Co-cómo sabías el pueblo, la casa...?Dios, es que no me lo creo...

-Carlota me lo dijo todo.

Hostia, Carlota, me he olvidado de ella por completo...

Me encogí de hombros y le volví a mirar, con una sonrisa tonta.

-Lo siento-me dijo.

Y entonces le aparté la mirada, al recordar aquellas palabras que me mataron.

-No sabes los días que me tiré tumbada en mi cama llorando-le susurré.

-Sí, sí que lo sé.Y por eso me siento como una mierda.Me dejé llevar por lo que la gente me decía, a pesar de que mi corazón sólo latía por tí.

Me mordí los labios.

¿Le beso?

¿No le beso?

Me impulsé, juntando mis labios con los suyos, notando su pulso, su respiración, el frenético golpeo de su corazón contra el pecho, sintiendo el calor de su piel en la mía, el roze de su sudadera con la mía.

Que lo he echado muchísimo de menos.

Separamos nuestras bocas, aún tocándonoslas, pero mirándonos a los ojos, conectando nuestras miradas.

Se aproximó a mi boca y me volvió a besar, lo que tanto he ansiado durante tanto tiempo.

Espiré.

Nuestras piernas comenzaron a ponerse en movimiento y el contacto físico seguía estando ahí.Teníamos muchas cosas de las que hablar, y otras muchas que contarnos.

Su mano seguía amarrada a mi cintura, y lo tenía tan cerca mía que no me lo creía.

Grabado a fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora