CAPÍTULO 1

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Mi mundo cambió desde que entraste por esa puerta de reja negra y cristal opaco. Recuerdo que el cumpleaños de mi hermano menor aún no comenzaba, pero tú ya habías llegado, entraste tan rápido como un pestañeo, ya que se suponía que era una sorpresa tener tu presencia en mi casa, pero la única persona sorprendida fui yo. Te sentaste en una silla de madera que mi abuela le había regalado a mi madre hace un tiempo atrás por su aniversario de bodas, aquella silla estaba en una esquina de mi sala, y yo te observaba desde donde yo me encontraba. Creo que notaste que te miraba porque tus hermosos ojos café se cruzaron con los míos, pero inmediatamente apartaste la mirada. Yo te observaba porque no creía que esto estaba sucediendo, noté que eras aún muy joven como yo. También vi que estabas nervioso porque mirabas a todos los lados, pero no te atrevías a moverte de tu lugar porque eras tímido y no te sentías en confianza, todo esto era nuevo para ti, así como para mí.

Las horas pasaban, la fiesta ya había iniciado, mi hermano menor ya se había dado cuenta que estabas allí y se acercó a ti con una gran sonrisa dejando al descubierto esos dientes de leche que aún se resistían a irse, y rápidamente, sin que puedas saludarlo, él te abrazó, y tú respondiste de una forma cariñosa ante aquel acto. Juro que intenté ocultar mi interés por ti, pero creo que mis intentos fueron en vano, ya que mi madre me confesó que era muy evidente que quería acercarme a ti, así que dijo que si quería podía ir a saludarte. Entonces, yo tímidamente me acerqué a ti, te sonreí y me quedaste mirando, era obvio que reacciones así, ya que no nos conocíamos. Pero cuando noté que empezaste a acercarte lentamente, me animé a darte un abrazo para así poder romper el hielo, y que no me veas como una chica extraña para ti. Al fin y al cabo, ambos sabíamos que te ibas a quedar junto a mi familia por un tiempo, pero yo no estaba segura de cuánto tiempo sería, pero de lo que estaba segura es que quería que te quedes por muchísimo tiempo, que dures más que los demás.

La fiesta acabó, y los invitados se iban uno por uno, cuando no había ningún invitado más en casa, decidimos dónde ibas a quedarte a dormir, pero antes te dimos un poco de comida, ya que te veías hambriento. Al final decidimos que ibas a dormir en uno de los nuevos sillones de tela con bordados extraños de mi madre, creo que la idea de dormir allí te gustó mucho, ya que hasta hoy en día sigues intentando dormir en ese sillón sin que nadie se dé cuenta. 

El día en que te conocí...Where stories live. Discover now