Capítulo I

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Una vez que estoy sentada en el avión y ya me he asegurado de que mi bolso de mano haya quedado bien puesto bajo el asiento, apreto play a la lista de música que preparé para el viaje y saco mi agenda. Mientras estaba en la cola de embarque, escuché como una chica algo mayor que yo, discutía con seguridad para que le dejaran pasar su maleta en cabina y no la mandaran a la bodega del avión. Estuve bastante rato observándola como si estuviera hipnotizada. Tenía el pelo castaño pero con un par de mechas azules. También tenía una trenza a un lado, adornada con pequeñas argollas imitando un estilo africano. En la oreja se le veían aún mas argollas, cinco de abajo a arriba, y una en la nariz. Su estilo relajado y tan rebelde no opacaba su belleza, y estaba lejos de parecer una hipster o punk. Se acercaba mas a "me vale lo que piensen, yo voy a mi gusto". Me gustaría tener las agallas para ir así por la vida sin importar si me critican o no, pero solo me apego a lo que hace la mayoría.

Usando mi memoria empiezo a dibujarla sin mucho detalle pero que se capte su esencia. Suena Billie Eilish que encaja perfectamente en esta onda relajada. Agrego los últimos detalles y lo firmo.

-Te han faltado los anillos.

Levanto la vista y veo como la chica de mi dibujo se sienta a mi lado luego de guardar su maleta. Cierro el cuaderno de golpe y siento como me pongo roja.

-Lo siento, es que te he visto mientras embarcabamos y se me ocurrió que podría... - estoy muy nerviosa y me siento patética, de todo el maldito avión su asiento tenía que ser el de mi lado- Perdón si te ha molestado.

Me mira mientra arquea una ceja y estira la mano como haciendo el gesto de que la deje ver su retrato. Lo toma y me percato que de hecho en cada dedo tiene un anillo. Esta chica tiene una obsesión con las argollas.

-No está detallado pero aún así pillé que era yo. Buen trabajo...-gira la cabeza para leer la firma, lo cual me parece extraño ya que era mucho más fácil voltear la agenda- Mel. ¿Eso viene de Melissa?

Estoy acostumbrada a que la gente asuma que viene de ahí mi apodo- La verdad es que viene de Amelia, pero nadie me llama así.

Hablamos un rato y me cuenta de su vida. Se llama Leah porque su padre soñaba con mudarse a los Estados Unidos y pensó que un nombre americano le serviría a la hora de vivir allá. Cumplió los diecinueve hace un mes aunque siempre le echan unos veintidos. Vivía con sus padres hasta el año pasado que se divorciaron y ella decidió mudarse a Valencia con su hermano mayor. Tiene novio hace cuatro meses pero dice que no es cosa seria pues ambos disfrutan de un poco de libertad. Tiene en total ocho piercings, los cinco en la oreja derecha que yo había visto, dos en la izquierda y el de la nariz. También tiene un tatuaje abajo de la nuca con la palabra "Breathe" (respirar en inglés) el cuál lo usa para tranquilizarse cada vez que siente que no puede más. Las mechas se las hizo en una noche de borrachera y sus anillos simbolizaban cada vez que se enrrollaba con un tío como un chiste entre amigas pero dejó de contar cuando se le acabaron los dedos para ponerlos. Esto último me causa bastante gracia pues no esperaba que me contara eso recién conociéndonos pero me asombro una vez más por su originalidad.

No esperaba que una chica como ella fuera tan abierta pero gracias a ella el vuelo se me hace cortísimo y me doy cuenta que yo tan solo le he dicho mi nombre, me hubiera gustado contarle más sobre mí pero al lado de ella yo parecería aburrida y tan solo llena de desgracias y a nadie le gusta alguien con malas vibras. Aterrizamos y luego de veinte minutos de espera logramos salir del avión.

-Bueno bonita, fue un placer haberte contado de mí estas dos últimas horas- ambas ya tenemos las maletas en la mano, claro que la suya es una pequeñita y yo me he traído todo mi armario, y nos disponemos a salir- Adiós Amelia.

Me sonríe y se va en la dirección opuesta mientras se pierde entre la gente. Ni siquiera me dejó despedirme y no tengo nada para contactarla por lo que supongo que nuestra amistad fue bastante corta. En eso me doy cuenta que estoy en medio del aeropuerto de Valencia el cuál no conozco y debo avisarle a la tía Bianca que ya estoy aquí para que me recoja. Afortunadamente cuando salgo veo que me está esperando en los estacionamientos y como se alegra al verme. Me abraza con fuerza y me ayuda con mis cosas. Cuando entramos al auto se me queda mirando fijamente y sé exactamente lo que está pensando.

-¿Cómo haz estado? ¿Ha sido muy difícil estos últimos año con Irene? Espero que no se haya enojado con tu partida y entienda que mis intenciones son las mejores- noto que quiere sonreír pero sus ojos me transmiten tristeza.

Mi madre murió hace un año y medio por culpa de un error médico. Enfermó y le recetaron remedios para un resfrío común pero no funcionaba y empeoró cada vez más. Cuándo se dieron cuenta de que era algo mucho más complicado, la internaron de urgencias pero ya era demasiado tarde y una grave infeccion había llegado hasta sus pulmones. De una noche a otra, ella ya no estaba. Papá perdió la cabeza tratando de demandar al hospital y que cualquiera relacionado con su muerte pagara, tanto así que se convirtió en una obsesión y no logró velar a mi madre de una manera correcta, a lo que le siguieron problemas con el alcohol hasta que finalmente perdí a mi padre completamente. Mi abuela (su propia madre) decidió que no estaba segura con él a cargo y por mi bien me llevó a vivir con ella. Una vez que cumplí dieciocho la tía Bianca sugirió que necesitaba un cambio de aires y que ella me ayudaría recordar a su hermana como mi madre y no como una razón de demanda.

No hace falta hablar y solo me limito a darle otro abrazo el cuál parece que durara miles de horas. Salimos del aeropuerto el cual espero no tener que ver en harto tiempo más para adentrarnos a la ciudad que se convertirá en mi hogar y con un poco de suerte arreglaré mi vida.

Sácame Mil Sonrisas (en pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora