One―shot; Aristemo

716 37 7
                                    

Cuatro paredes.

¿Una o dos horas llevaba encerrado en aquí? Me parecía de muy mal gusto todo esto, Aristóteles se reía mientras yo me armaba de enojo y empujaba la puerta en vano. ¿En que pensaba Ben para bromear conmigo? Estaba histérico y el idiota a mi lado no me ayudaba en nada, le lance un par de almohadas y el me las devolvió envuelto en risas. ¿Acaso no entiende que no puedo estar así de cerca con mi futuro esposo que no sabe que es mi esposo pero será mi esposo?

Respira profundo Cuauhtémoc.  

― ¿Puedes ayudarme? ― Él dejo de reír y se acerco a la puerta, giro la perilla para encontrarse sin poder abrir la puerta, vaya novedad.

No abre. ― Devolvió sus manos a sus bolsillos y se apoyo con parsimonia en la puerta. Creo que voy a asesinarlo.

Impresionante Córcega. ― Dije con sarcasmo para luego ver como bajaba la mirada con sus ojos húmedos, de repente todo se puso extraño cuando jugaba frenético con sus dedos y su respiración era irregular. ¿Qué le pasaba? ― Ya, quita esa cara.

― Temo. ― Nuestros ojos se cruzaron, fueron segundos antes de que el me tomara entre sus brazos y terminara por esconderse entre mi cuello.― Soy claustrofóbico. Y que estés tan nervioso no me ayuda para nada.

Decidí callar y acariciar sus rizos, su respiración me golpeaba sutilmente haciendo que se de alguna manera me sienta más tranquilo, no soy un monstruo para no tratar de ayudarlo, debe ser horrible sentirse atrapado de aquella manera, el sentirse alejado y enjaulado.

Cuando por fin sintió protección tuvo la necesidad de separarse, me miro a los ojos, aún estaban rojos por el intento de forzar a sus lágrimas a no salir, sonreí tratando de trasmitir confianza.

Espero que esto sea un secreto entre nosotros Temocles. ― Reí con un tono burlón, sabia que todo había calmado y me alegraba haber superado la situación. 

― No esperes demasiado Aristocles, es una buena arma y lo sabes. Y me llamo Temo, no Temocles.

― Oh vamos, ¿de verdad me pondrías en evidencia?. ― Paso mi mano izquierda por mi cabello y lo acomodo con mis dedos, de verdad me estaba poniendo bastante nervioso.

― No lo entiendo. ― Él me miro y termino riendo, ¿Se burlaba de mi? Me mordí el labio molesto. ― ¿Por qué me tratas así? No me conoces.

― No me estoy burlando de ti, estoy tratando de ser amable, estoy riendo porque no entiendo como eres incapaz de actuar con naturalidad. No te conozco pero no me molestaría conocerte pequeño.

― ¿Tú quieres ser mi amigo? ― Dije un poco tenso, de pronto las plumas de una almohada se repartieron con rapidez por el piso. ― ¡Aristóteles!  ―No iba admitir jamás la sensación de calidez cuando su risa adorno el lugar. Córcega lanzo otra almohada que irrumpió en mi cara ¡Me las paga!

Narrador Omnisciente.

Una guerra había comenzado, ambos tenían su propia arma y no dudaban en golpearse mientras las plumas volaban por la habitación, ya no era tan aterrador para el rizado estar encerrado después de todo.

Temo estaba apunto de golpear al muchacho cuando sintió que algo se interpone entre sus zapatos y el piso, resbala y siente que su cara va a chocar contra el ancho suelo, gratamente es detenida por los brazos de su compañeeo que la ponen de pie y lo atrae para voltear, cara a cara.

― ¿Logre ganarme a Temocles?

― No me digas así, y no fue tan malo como creí. ― El castaño aún tenía las manos en la cintura del joven e indefenso López, sus ojos se encontraron de nuevo antes de que el rizado se moviera por inercia e intentara acercarse a Temo, él quiso por un segundo los labios de su compañero y supo que tal vez si estaba dispuesto a probar aquel fruto que emerge en su rostro.

Un quejido los alerto, Aristóteles volteo molesto encontrándose con Yolotl, una buena amiga. Ella entraba con un par de cajas en el lugar, a su lado Lupita Córcega esperaba con un par de vestidos en mano. Temo se soltó del agarre y empezó a caminar con un enorme sonrojo en sus mejillas dejando al chico aún aturdido.

―¡Espera! ― Corrio hacia el chico. ― Gracias por la ayuda. ― Dijo en modo de burla a la vez que pateaba una que otra pluma esparcida por el piso.

― No es nada, fue divertido Ari. ― Antes que  hiciera un paso en falso Aristóteles le tomo de la muñeca y negó con la cabeza.

― No puedes irte sin antes darme tu número. ―No dijo más y solo tendió su teléfono, era claro que Temo moría por dentro de la emoción pero lo disimulo bastante, eso era un golpe de suerte.

[.]

Cuauhtémoc.

El joven termino caminando sin rumbo fijo, Ben ya no se hallaba en la cafetería otro día iba a matarlo, o ¿agradecerle? Vaya día.

― Hace un poco de frío. ― Y era verdad, Oaxaca cada día era bastante agradable y cálido, y aquel día se hallaba fresco. Camino más rápido y termino parada justo en la mansión donde vivía su mejor amigo Diego Ortega. Se acerco a la puerta y toco la puerta con una enorme sonrisa.

Fue Mónica, una agradable mujer quien abrió e invito a pasar, el chico pronto subió las escaleras con tranquilidad. Abrió la puerta y lo vio, se miraba en el espejo de arriba a abajo.

― ¿Te acuerdas si mis caderas se veían así? ― El chico de ojos verdes hizo una pausa, toco sus caderas y concluyo mirándose con enfado. ― Dios, Guido me va a dejar rodando.

― Hola para ti también Diegochas. ― Se recosto a la cama de su amigo, que llevo su mano al pecho y la miro de mala gana.

― Temo por favor, ¿Cómo no ves la crisis que estoy viviendo? ― Su voz exagerada hizo soltar una sonrisa al joven López.

― El que se viste de amarillo en su belleza confía ― Ortega rodó los ojos y se lanzo sobre la cama, pronto su acompañante jugo con la remer de color amarillo patito de su mejor amigo y soltó una carcajada. ― Hazle honor a la frase amigo.

― ¿Donde estuviste?  Tami dramas. ―

― No vas a creer lo ridícula que fue mi tarde. ― Diego lo observo fijo, parecía interesado. ― Ponte cómodo.

― Ya lo estoy.

¿Por qué no podían tener ellos también una charla de divas? ― 

Aristemo||Emiliaco ; One―shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora