Capítulo 8: Una Cocina y Mucha Harina

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Había una vez dos chicas teñidas y una cocina... Vale no.

Bueno pues estamos en una cocina, concretamente en la cocina de la preparatoria. Evie y Mal estaban allí porque querían preparar unos dulces que hacían falta para una fiesta. Evie era la encargada, Mal vino con ella porque... Bueno Evie no lo sabía.

- Explícame por qué he aceptado venir contigo.- Se quejó Mal, tratando de abrir los armario altos de la cocina.

- Realmente no lo hice, fuiste tú la que insistió.- Dijo Evie, se acercó y bajo las cosas que su amiga no podía bajar.- Hasta te dije que no vinieras, te conozco Mal. Sabía que te aburriría, apenas han pasado cinco minutos.-

- ¿¡Solo cinco?!- Dice Mal exasperada.

- Ajá. Por si no te acuerdas te insistí en que no vinieras, pero aun así me seguiste así que tu solita te has metido en esto.-

- Ya... ¿Quieres que te ayude en algo?- Se ofreció Mal, esperando escuchar un no por respuesta. Parecía que el destino no esta de su parte.

- ¿Puedes abrir la bolsa de harina?- Pidió Evie. Vaya, eso es algo que no puede arruinar. Evie podría poner su vida en manos de su mejor amiga, pero ni loca sus pastelitos. Sobre todo si era para una fiesta, hace mucho que no había una fiesta en condiciones en Auradon.

- Vaya, espero no arruinar eso.- Contesta Mal de forma sarcástica.

Mientras Evie rompía los huevos en el tazón, Mal fue al otro lado de la cocina en busca de harina. Lo encontró con otras cosas de pastelería.

- Hacer cosas dulces no me ayuda moralmente.- Comenta Mal, peleándose con la bolsa de harina para poder abrirla.

Después de varios intentos fallidos el saco de harina se abrió explotando, haciendo que todo su contenido se regara alrededor. Aunque sobre todo le cayó un montón por la cara y la ropa.

- Listo.- Dice Mal, seguido estornuda haciendo una nube de harina.

- ¿Por qué estas llena de harina? Lo único que debías hacer era abrir la bolsa.- Se quejó Evie en cuanto se dio cuenta del desastre andante de Mal. Estaba luchando por no reírse, pero al final no pudo mantener sus carcajadas.

- Estás riéndote.- Le reclamó Mal, riéndose también.

- No lo estoy, eso te ha parecido. Estás viendo mal, sácate la harina de los ojos por favor.- Insistió Evie regresando a su tarea de hacer pastelitos.

- Estás poniéndote mucha presión, ¿por qué no tomas un descanso? O podemos hacerlo con magia.- Sugirió la descendiente de Maléfica, acercándose a su amiga.

- Ni siquiera hemos empezado, además no pienso hacerlo con magia.- Dice Evie, Mal hecha a un lado algunos mechones azules que le vean en la cara. Aproxima su rostro hacia su oreja, haciendo un contacto. Logrando que se le erizara la piel.

- No empieces, ya hablamos de esto cuando estaba haciendo el vestido para Bella.- La detuvo dándole un codazo suave. Sinceramente ella tampoco quería que parara. Mal estaba jugando sucio, sabía que la tentación o podría con ella y al final se le lanzaría encima por conseguir unos besos subidos de tono. Eso era totalmente injusto.

- Uy. Entonces no tiene sentido que me quede aquí, quédate con los pastelitos, a ver si son tan dulces como yo.- Dice Mal alejándose de ella y dirigiéndose a la puerta.

- ¿Disculpa?- Dice Evie incrédula.- No ves a dejar así y mucho menos con el desastre que has causado con la harina.-

- Seguro que lo hago.- Juega Mal, dirigiendo la conversación hasta donde ella quiere: conseguir su dosis diaria de Evie.

- No te lo crees ni tú.- Dice Evie, alzando una ceja.

- Estás muriéndote por unir tus labios con los míos Queen, no lo niegues.- Dice Mal, en un intento de ser coqueta con un montón de harina esparcida por su pequeño cuerpo.

Su amiga rodó los ojos, pero sabía que la tenía en el bote, por muy graciosa que se viese tratando de seducirla llena de harina. Igualmente lo había logrado sin costarle mucho.

Se dirigió hacia Mal, su postura dominante y coqueta, haciendo a Mal caminar hacia atrás. Mal salto hasta la encimera solita y cuando Evie estuvo lo suficientemente cerca enredo sus manos alrededor del cuello de la más alta. Esta se inclinó para besarla, jugando con sus labios en un juego para ver quien perdía primero los estribos. Esta fue Mal,quien se quitó su chaqueta para lanzarla al suelo, con necesidad de quitarse un poco de harina y hacer que su piel se toque. La hija de Grimhilde aprovecho el momento por el cual debían de separarse para tomar oxígeno para quitarse su camiseta, quedando en sujetador. Cuando volvieron a unirse en un apasionado beso sus manos empezaron a dirigirse hacía lugares sin explorar, pero algo hizo que se detuvieran.

- Eh... ¿Hola?- Dijo la voz de un hombre extrañamente conocida.

- ¡Jay!- Se sobresaltó Mal, haciendo que Evie se separara de ella al instante tratando de lucir lo más normal con únicamente sostén en la parte de arriba de su cuerpo.- ¿ Qué haces aquí? Es más de media noche.-

- Lo mismo debería de preguntarte yo.- Dijo mientras analizaba todo lo que había visto.

- Estamos cocinando pastelitos para la próxima fiesta.- Dice Evie, tomando su camiseta llena de harina del suelo y poniéndosela.

- ¿Y buscabas los ingredientes en la boca de Mal?- Se burló él, haciendo que la cara de Evie ardiera.

- ¿Qué quieres?- Interviene Mal molesta. Por primera vez iba a hacer algo más que besarse con Evie y las interrumpieron.

- Una barra de chocolate, a Carlos le dio hambre.- Dice el chico. Mal toma dos barras una para Carlos y la otra para que se mantenga callado. Jay las toma y se dirige a la puerta.- Por cierto... Hacen muy buena pareja.-

Si El Principe Puede... (Mevie) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora