La llegada

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Eran aproximadamente las 4:00 a.m y yo ya había llegado a mi destino.
Estaba en Chicago... No podía creerlo.

Después de que me despedí de Juan Guillermo en aquel solitario parque no tenía ni idea de dónde estaba.

Cuando emprendi la huida de mi perseguidor, no tenía ni la más mínima idea hacia donde me dirigía. Lo único que comprendí en ese instante era que debía de escapar de quién fuese la persona que me hasechaba desde la oscuridad.

Realmente tarde un buen tiempo en volver a ubicarme. Por un par de horas camine y camine sin rumbo fijo y sin resultado alguno. Hasta que por fin encontré el camino correcto y... Eme aquí ahora, disfrutando de la hermosa vista que ofrece el bello estado de Chicago.

El amanecer apenas pintaba algunos de sus colores en el cielo negro y estrellado.

Comenzé a caminar por las calles de la gran ciudad, casi no había gente en estás, ¡claro! ¿Cómo va haber? Si aún es demasiado temprano.

Pase por un edificio el cual tenía unos vidrios con aspecto de un gran espejo, me mire fijamente en mi reflejo, mis ojos tenían un color verde rojizo.

Pero lo que sin duda llamo más mi atención era mi atuendo, no me había percatado de cuan llamativo era.

Sin duda era hermoso, pero también muy elegante... Demasiado diría yo. Y ni que decir del velo negro  que cubría gran parte de mi rostro.

Sí lo que quería era llamar la atención, sin duda con el atuendo que estoy usando lo are sin problema alguno.

Fruncí el seño ante las conclusiones que estaba sacando.

Yo no quería ser notada ni mucho menos que la gente me quedara mirando.

Comenzé a pensar rápidamente, nesecitaba un plan, un buen plan para salir bien librada de este pequeño problema.

Derrepente a lo lejos vi a un hombre, mis ojos se abrieron con asombro e incredulidad.

Era él... ¡Era Terry!

Lo vi venir en mi dirección, sin embargo también pude darme cuenta que mi amor no podría verme ya que  su rostro estaba inclinado hacia abajo al igual que su mirada.

Se veía triste y totalmente devastado.

Paso a mí lado y yo solo me quedé parada, más bien pegada al piso.

Cuando creí que pasaría de largo, justo tres pasos delante de donde yo me encontraba... se detuvo.

Supe que no podía quedarme ahí parada como estúpida, debía desaparecer de su vista a la de ya.

Eso fue lo que hice, con mi gran velocidad y agilidad, subí al techo de uno de los edificios adyacentes de donde me encontraba.

Entonces él se giro y observó con asombro e inquietud a su alrededor.

-Candy...- dijo casi en un susurro, pero yo lo pude escuchar a la perfección y entonces sus ojos se pusieron cristalinos, supe que estaba a punto de llorar- Cuanto te extraño mi amor...  Te necesito tanto... ¿Porqué? ¿Porqué tenías que morir? Mi vida sin ti, no tiene sentido- entonces me di cuenta que llevaba una botella de licor, se la hempino toda y comenzaron a salir sus lágrimas sin vergüenza alguna.

Se tiró en la calle y se puso a llorar sin restricción.

Pude casi tocar su dolor, él estaba sufriendo por mi, por el creerme muerta.

Al verlo así, supe que no podría hacer lo que había planeado.

No podría hacerme pasar por otra y luchar por conquistar su amor.

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