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Apenas si podía marcar sus pasos por el pavimento, iba tarde al trabajo. Se quedó ensimismado viendo un anuncio colgado en un local, como deseaba entrar a trabajar allí, pero el sabía que era imposible.

Gracias a su atareada vida contaba con 3 trabajos, dos a la semana y uno el fin, no era que le agradace mucho, pero era la única forma que tenía para conseguir una cantidad decente de plata pues al no contar con estudios más allá de lo básico, le impedía competir por un mejor puesto en cualquier lugar.

Su vida tampoco es de lo más rescatable, huérfano a los 6 años de edad, siendo acogido por sus tíos maternos, estudiando y ayudando en casa ajena hasta los 15 años. Eso, nunca sufrió abuso por parte de sus familiares, eran buenas personas sin embargo el siempre fue una persona independiente y al darse cuenta que podía valerse por sí mismo decidió abandonar el hogar que lo resguardo por 9 años, no sin decir gracias antes de partir; gracias por las atenciones, por los alimentos y por el cariño brindado a un pobre ser que no tuvo buena suerte.

No se quejaba, tampoco se sentía desafortunado, al contrario, se sentía valioso e importante en la vida, tal vez si hubiese aceptado la propuesta de su tía Hikari de quedarse hasta cumplir los 18 años y tener un nivel de escolaridad más alto su vida pudo haber pintado diferente, quizás trabajar como Ayudante General e incluso el sueño frustrado que tenía, lo supo, contaba con su incondicional apoyo empero no estaba en sus planes ser una carga para sus tíos, ambos eran personas de avanzada edad que vivían de la pensión de su tío Takeuchi, eso lo incomodaba y en demasía, además lo que soñaba estudiar y dedicarse era costoso y lo seguía siendo por lo que desechó la idea comenzando a ganarse el pan de cada día a base de esfuerzo.

Se le dificultó conseguir un lugar donde vivir, ya que la mayoría de departamentos de Tokyo pedían un depósito mínimo la primera semana de alojamiento y él hubo salido de casa sin un centavo, le ofrecieron dinero antes de partir lo cual negó rotundamente diciendo que habían hecho mucho por su bienestar. Consiguió quedarse en una casa compartida, donde se hospedaban los turistas de diversos países -buscando un viaje económico- en el barrio de Ikebukuro, habló con el encargado del lugar y le dejó alojarse 15 días antes del primer pago, eso si, debía asear las habitaciones y recoger el área común sólo la primera semana, aceptó gustoso. Al desempacar lo poco que tomó de la casa de sus tíos se dirigió a Shibuya para encontrar un trabajo dando con un anuncio a las afueras de un convini como cajero, no lo pensó ni dos veces y se adentro siendo contratado a los días, pero la paga era miserable, ni trabajar todo el mes le alcanzaría para pagar el alquiler por lo que decidió buscar un segundo trabajo encontrándolo como repartidor de una pizzería cercano a su hogar temporal. Dos trabajos y suficiente para subsistir.

Cumplidos los 2 meses en el hostal inicio la búsqueda de un lugar más cómodo para vivir, el lugar no era malo pero el tenía otros planes en su vida.

Sin mediar tregua todos esos recuerdos se amenguaron cuando chocó inesperadamente con alguien.

-¡Fíjate estúpido! -vocífero molesto el cenizo, viendo de forma amenazante al pobre chico parado en la acera- ¡Mantén tu vista en el pavimento maldito!

Y se alejo. El pobre muchacho quedó estupefacto, no supo que responder pues la actitud agresiva del ojirubí lo dejo perplejo.

Y eso era cierto, la actitud de Bakugou Katsuki no era la mejor.

El rubio siguió caminando a paso acelerado maldiciendo a cualquiera que cruzará vistas con él. Adjetivos impropios iban y venían de su mente.

Que viejo tan molesto.

Que vieja tan gritona.

Maldito bastardo.

Mi recompensa eres tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora