VI

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Si trataba de describir la situación la denominaría como incómoda, molesta y poco ortodoxa. Estar a las afueras de la casa de un hombre que consideraba ególatra, altanero y despreciable no era un panorama que pintará favorable, pero la presión que sentía era mucho mayor.

Abrió la puerta sin imaginar quien estaría detrás de ésta. Pensó en el idiota de Kaminari, al entrometido de Kirishima, a la odiosa de Ashido o hasta a su exjefa Jiro, a cualquiera, hasta la estúpida anciana que no hacía más que rechinar su silla contra el piso. A cualquiera.

Pero al bastardo mitad-mitad cabrón no, ni en su sueño más repugnante.

Por inercia quiso cerrar la puerta de un portazo, cambiarse de domicilio y matar al maldito que hozo darle su dirección a ese desgraciado.

Y lo hizo. Cerró de un portazo, con su corazón latiendo a mil por hora del coraje.

Escuchó de nuevo el timbre. No abrió. Escuchó los toques sutiles en la puerta. Al menos oyó los mismos sonidos por 10 minutos. Cuando el silencio reino de nuevo en la habitación supuso que el otro había desistido.

Que equivocado estaba.

Abrió de nuevo la puerta esperando ya no ver a nadie.

El mitad-mitad bastardo seguía con una mirada de total tranquilidad atrás de su puerta.

¡MALDITA SEA!

Volvió a azotar la puerta, refunfuñando y gruñendo cual perro.

¡¿Cuál era la puta insistencia de ese tipo?! ¡¿Por qué esperar tanto tiempo?!

Los sonidos del timbre, los toques en la puerta en vez de mermar, se escuchaban por tiempos más prolongados.

Optó, como buen hijo de puta, colocarse los audífonos y escuchar cualquier canción. Lo iba a ignorar.

Así transcurrieron al menos 2 horas, sin prestar atención al exterior por lo alto del sonido en sus oídos.

Se levantó de la cama después del largo letargo, lo primero que iba a hacer era alistarse para su trabajo, no podía darse el lujo de holgazanear. Antes de todo y nada se fijó en el refrigerador para ver con que disponía.

Al ver el refrigerador casi vacío dirigió sus pasos hacia la salida de su hogar. Se colocó una cazadora y una gorra deportiva, tomó sus llaves y abrió la puerta.

El tiempo no fue suficiente para negar lo innegable, ¡¡Allí seguía el estúpido bastardo mitad-mitad!! ¡SENTADO EN EL PISO, RECARGADO SOBRE LA PUTA PARED! ¡¡CON UNA MIRADA NEUTRAL Y SIENDO TAN JODIDAMENTE MOLESTO!!

Estar asombrado era poco, la mandíbula casi se le cae al piso.

El medio albino se levantó cuando escuchó la manija de la puerta, su plan era simple, interceptar al cenizo, pedirle que regresará al restaurante y ya.

◇♤

Ambos se miraron por un periodo minúsculo de tiempo, analizando la situación.

Uno con una mirada que perforaría el orgullo de cualquiera y el otro con un semblante sin emociones.

El pelicenizo lo único que atinó a hacer fue cerrar la puerta con el ceño fruncido, caminar con paso apresurado por el corredor ignorando la presencia del medio albino aún sentado.

El heterocromático ni siquiera intento interceptarlo, fijo su vista en su espalda y lo vio alejarse.

Bakugou tardó 10 minutos en regresar, a lo lejos aún diviso a su ex jefe recostado. Le enojaba de sobre manera que el maldito desgraciado estuviera a fuera de su casa como esperando un acto noble de su parte, vaya hijo de puta.

Mi recompensa eres tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora