Me entusiasma la niñez actual. Qué va, no solo me entusiasma, también me alegra. En su forma de sentir, pensar y actuar me doy cuenta —y sé que no soy el único— de que conforman una generación evolucionada, una generación que este planeta pide a gritos. Hace unas semanas escribí: «A México le sobran golpes y le faltan caricias, le sobran lágrimas y le faltan besos; pero el problema, el verdadero problema no es quiénes dejarán de agredirlo, sino quiénes empezarán a amarlo». En esta ocasión reemplazo "a México" por "al mundo", y estoy seguro que esta niñez, esta generación evolucionada será la que empezará a amarlo.
No es mi intención parecer moralista, ni mucho menos fanático motivacional o religioso, solo quiero parecer humano en su estado natural, ya que mis impulsos, instintos y deseos siempre se inclinan hacia la paz. Estoy seguro que ese es el estado natural del ser humano, pero máscaras falsas y repugnantes han obstruido su mente y su alma durante siglos.
Siempre han existido el odio, la traición, la envidia [...], desatando eventos repulsivos como la guerra, el genocidio, la delincuencia, etc; y los protagonistas de estos hechos pertenecen al tipo de generación que se siente grande, exitosa, poderosa (ajá, mejor dicho, generación cruel, injusta, cobarde y sanguinaria). Pero son estos niños —los mayores a punto de la adolescencia—, quienes cambiarán todo de lo que ya estamos hartos los que pensamos y sentimos como ellos, no como los otros que navegan con bandera "del que mata es mejor". Así que señoras y señores, las reglas cambian. Ellos, los niños de hoy (escribo en 2013) no se quedan de brazos cruzados, no le dan preferencia al odio sino al amor, no piensan "cómo te aplasto" sino "cómo te ayudo", y tampoco les da igual que se acabe un recurso natural o que se extinga una especie animal. Ellos, son personas que piensan —y saben— que todos pueden ganar sin necesidad de derrotar, les consta que juntos son más grandes, más fuertes, más humanos. Ellos, la llamada generación del futuro, ya nunca más lo será porque ya son la generación del presente. Ya era hora, ya era justo y celebro con alegría que se nos viene una nueva humanidad, como estrepitosa ola, a la que sí merece llamársela grande, poderosa y exitosa, y la cual hará a un lado a la otra generación que, afortunadamente, la vida ya empieza a vomitar.