Decisiones

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Osaka

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Sentí tanta desolación que no creía que aquel denso dolor se marcharía pronto. ¿Tendría que vivir con esos recuerdos amargos para siempre?

El nudo en mi garganta se acrecentó y el agua, con ímpetu cayó nuevamente. Mis mejillas ardían por la recurrente torrente que ya se estaba convirtiendo en rutina.

Habían pasado apenas cinco días desde que todo se había acabado. Sólo cinco días... y yo los sentía como años enteros. Mordí mi labio inferior mirando el techo con una ligera capa de oscuridad mientras intentaba tragarme un áspero sollozo. No pude. No quería que Kaolu me escuchase. Cubrí mi boca con mi palma y entre jadeos, mocos y lágrimas pensaba que ya no quería estar más ahí. No quería encontrarme con el hombre en la calle ni que me fuera a ver ni a buscar. Me quería escapar de mí realidad; evaporarme de todo el sufrimiento y de aquel dolor que no se podía medicar.

—Huir...—murmuré quebrado. Poco a poco el lamento doloroso fue amainando hasta quedar en un regusto insípido de pesadumbre. Estiré mi mano hacia la mesita de noche y sustraje una cajita con pañuelos desechables los cuales se habían instalado ahí para mi práctica nocturna de lamentos. Me senté en la cama, en medio de la bruma de la madrugada, para limpiar mi nariz y mis ojos que se sentían muy hinchados. Suspiré. En aquellos días de soledad, había considerado una y otra vez en huir. "Sólo me quiero ir de aquí" pensaba como una muletilla agotadora e imaginaba estar en un lugar desconocido para comenzar desde cero. Aquello era lo que atestaba mi mente porque después de todo y si me ponía pensar, nadie me necesitaba realmente acá. Aquí o allá siempre era sólo yo.

Tenía ahorros, quizá no los suficientes, pero eso era solucionable si me iba de este lugar con un trabajo del cual sostenerme. Hipotéticamente pensé más claramente, no como un: Me gustaría "soñador" sino como un: Quiero hacerlo "decretado".

Me deslicé en medio de aquel colchón de plaza y media ocupada sólo por mi anatomía hasta topar el respaldo. Acomodé un almohadón y, dada mi dificultad en encontrar el esquivo sueño, estiré mi diestra hacia mi derecha hacia una pequeña mesita donde había dejado mi portátil. La encendí y sequé aquellas lágrimas que silentes últimamente me acompañaban en aquellas noches de culpas, rencor y dolorosos recuerdos rotos.

Me fui a Google pensando en un lugar lejano embriagado por la tristeza que no me quería abandonar. De inmediato, recordé Osaka. Aquella hermosa ciudad que visité junto a Yuu antes de entrar a la universidad. Nuestro primer viaje juntos y mi primer viaje fuera de mi ciudad.

—El primer lugar que visité—susurré viendo como en el instante que teclee la palabra me salió un listado de información sobre dicha localidad. Observé el castillo de Osaka y me recordé paseando por la avenida plagada de árboles de cerezos en flor.

«—Yo me vendría a vivir acá. Caminar todos los días por estas lindas calles sería un sueño—le dije mirándolo con una sonrisa radiante alucinado con la hermosura de aquel entorno cargado de elegante historia la cual convivía perfectamente con la imponente e icónica arquitectura moderna.

—Me encantaría—Yuu se carcajeó por mí, quizá, exuberante e infantil energía—, pero allá, en Tokio, tengo mi vida... Mi empresa, mis hijas y mi hijo menor aún necesitan de mí—me respondió mirándome con una sonrisa nostálgica como, quizás, anhelando la osada juventud que ya se le había arrebatado».

Sin pensarlo me encontré a mí mismo buscando datos relacionado con mi maestría. Y en segundos ya tenía un listado de posibles establecimientos en los cuales podría trabajar; algunos, eso sí, eran muy aspiracionales y siendo objetivo, no tenía mucha experiencia como para siquiera pensar en aquella realidad lejana para una persona con nulos contactos y referencias.

Vinculados [Reituki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora