XIX

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Poema urgente a un navegante de ojos oceánicos.

Te extraño, sí, te extraño y la pena crece cada día un poco más dentro mío.

Te extraño y me paso los días y las noches pensando en vos.

Pensando, ¿sobre quién estarán posados esos ojos oceánicos?, esos ojos que aquella vez se clavaron en los míos.

Y tus pupilas se dilataron, al igual que las mías, en tus ojos yo me veía y me gustaba, y a vos también.

Tus pupilas dilatadas me miraban, tu labio superior se levantaba levemente al contemplarme, tu piel se erizaba con el tacto mío, tu respiración se aceleraba al besarme y yo me sentía en el cielo.

En el cielo acompañada por los querubines, diciéndome al oído sus cantos angelicales.

Te extraño y lo admito, fuiste lo mejor que me pasó, con tu aura arábiga, tus rasgos de moro que para mí son únicos.

Te echo de menos amado navegante de aguas frías y cálidas, tu mirada me hace falta, en ocasiones me siento sumergida en lo profundo del océano, mi corazón ruega volver a verte y salir a flote nuevamente.

Te añoro amado moro marroquí, en mis sueños apareces, llenas el abismo de mi inconsciente, apareces aquí aunque no te llame.

Estás, aunque no quiera, seguís acá conmigo y te siento, oigo tu inigualable voz entrar por mis oídos, tu tacto sedoso recorrer cada centímetro de mi cuerpo y tus tiernos ojos enormes, color castaño, siento como si me penetraran, pero no están, no los encuentro por ningún lado, no los veo, porque no están, pero los siento.

Estás y no estás, te siento pero no  te encuentro, ¿realmente estás acá o a cuántas millas náuticas te encontrás de mí?, como saberlo si no te veo.

Te extraño y no me queda más que admitir mi derrota, tu amor fue más fuerte que cualquier tempestad, te extraño y ni la cantidad de agua que hay en los mares de todo el mundo podría llegar a equipararse con la cantidad de amor que siento cuando te recuerdo, te extraño y el cielo parece diminuto contrapuesto con mi amor por vos.

Te echo en falta, todos mis días y noches sueño con el día que volvamos a encontrarnos, nuestros ojos se claven voraces, hambrientos el uno del otro y nuestros cuerpos se fundan en un abrazo que me haga olvidar esta agonía que estoy padeciendo al no tenerte aquí, que me haga olvidar lo que es la soledad y que me vuelva a enseñar cómo se siente ser amada mi querido navegante de mares turbios y serenos.

No puedo esperar a contemplar absorta tus ojos oceánicos, tu mirada sosiega y audaz sobre mis regulares ojos de niña enamorada.

Mi querido navegante de mares ricos y paupérrimos, te dedico estas líneas y espero poder tener la dicha de volver a cruzarme con tus ojos oceánicos que me mostraron la magia con solo verlos.

Cuentos eróticos para eyaculadores precoces y orgasmos prematuros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora