MAGE TALE: De vuelta a casa.

4 0 0
                                    

8 de enero del 2013

Jykzo hasta la fecha jamás había tomado una sola gota de alcohol, ni estado en fiestas hasta quedar ebrio. Pero sin duda, ahora está muy cerca de lo que en la Tierra se le conoce como «cruda». Es una sensación particular de asqueo, dolor, irritabilidad y aturdimiento físico, mental y hasta emocional. Pues siente como su cabeza estalla, cada sonido le molesta, la luz le irrita los ojos y su cuerpo se siente alejado de él mismo.

Aunque, comienza a preguntarse ¿cómo es que llegó a estar así? Lo último que recuerda, es caer desde el espacio a la atmosfera terrestre con gran velocidad. A decir verdad, no sabe ni cómo es que sigue vivo, seguramente de no ser incinerado por la caída, debió morir al impactar el suelo. Pero ahí está, vivo, o algo así.

Puede sentir sus piernas, manos, cadera, todo. Está inmóvil, como si no pudiera controlarlas. Sus ojos apenas se acostumbran a decenas de destellantes focos apuntándole en el rostro. Solo puede ver entre su nublada vista que se encuentra en una habitación blanca e inocua. Solo él, la camilla, las ataduras y esa inmensa lampara. Como si fuese un hospital, un psiquiátrico o una cámara de tortura. Sea la que sea, no debería estar ahí.

—Are you awake? —pregunta una voz. Suena rara, no está presente. Es más, como el sonido de un altavoz barato, distorsionado, hasta apagado. Jykzo hace el esfuerzo sobrehumano de levantar su cabeza, pero tampoco puede, sin darse cuenta tiene otra atadura en su frente. Lo que le hace desistir, sabe que sea donde sea que se encuentre, no está como invitado.

—¿Me pueden liberar? —pregunta Jykzo, con cierta dificultad para mover la lengua, sigue anestesiado.

Para su sorpresa no hay respuesta inmediata. Como si hablara otro idioma, aunque ahora que recuerda, escuchó a la bocina hablar en inglés. ¿Cómo?

—Where are you from? What do you want? —pregunta nuevamente la misma voz. Y Jykzo entra en cuenta de lo que está sucediendo.

—¡No soy un maldito alíen idiotas! —responde molesto, realmente irritado. No es un buen momento para hacerle preguntas estúpidas. Pero, pensándolo mejor, se da cuenta que de hecho la situación lo amerita. Pocos humanos sobreviven a lo que él, y suponiendo que el plan de Stocker funcionara, en este momento, ambos planetas deben estar uno junto al otro, y las dudas seguramente abrumarían a los terrestres.

—¿Usted habla español? —Otra voz, esta vez femenina.

—¡No! Que va... —responde Jykzo, con natural sarcasmo y molestia notable—. ¿Me liberará sí o no?

—Lamento informarle que por las insidiosas circunstancias en las que se encuentra no podrá retirarse de este recinto —responde la mujer.

—Déjame adivinar... —comenta Jykzo, fingiendo que piensa con un pequeño murmullo—. Estoy en... Estados Unidos, ¿cierto?

—En efecto, se encuentra en un centro militar de los Estados Unidos de América —responde la mujer tras el parlante, con tono de sorpresa—. ¿Puede comunicarnos como es que usted sabe eso?

—Porque yo soy de la Tierra...

El silencio se apodera del lugar. Durante varios minutos. Frente a Jykzo hay lo que parece ser un espejo, pero sabe de sobrada manera que eso es solo una ventana. Es decir, alguien lo observa desde la cercanía.

—Les doy tres segundos para liberarme, o me iré por la fuerza —rezonga Jykzo bastante enojado. En el pasado quizá estaría aterrado, pero ahora que tiene magia y el poder de la naturaleza a su favor, cualquier cosa en la Tierra queda debajo de él— Uno...

—Le advertimos que de realizar alguna acción se abrirá fuego.

—Dos...

Jykzo se libera fácilmente de las ataduras con un poco de magia. Armas de fuego aparecen desde los muros, el lugar se oscurece mientras una alarma roja ilumina intermitentemente.

Tales of Keihlo: Species WarWhere stories live. Discover now