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La siguiente vez que Junkyu habló con Mashiho fue un par de días después.

Recién había entrado julio y hacía mucho calor. Sus padres seguían actuando de forma prudente, criticándolo a escondidas, dibujando una sonrisa falsa en su presencia. Él había aprendido a ignorarlos, aunque a veces escuchara cómo susurraban a sus espaldas.

Aquella mañana había ido con su madre a un pequeño mercado tradicional que siempre se hacía en el centro de la ciudad. Su madre le había prometido ir la noche anterior, sin embargo, él se había dormido. Despertó justo cuando su madre recogía la mesa para luego irse. Aprisa, se vistió y bajó las escaleras justo cuando ella se disponía a salir de allí.

-Lo siento, Junkyu. Pensaba que querías seguir durmiendo -le dijo como excusa. Junkyu sabía que mentía.

Caminaron bajo el sol durante horas. Su madre le compró un té helado para que desayunara mientras miraban tiendas. Al final, bajo el sol de las dos, decidieron volver con las manos vacías. Su madre no había visto nada que la convenciera.

Junkyu se sentía mareado y hambriento, pero ella insistió en esperar hasta llegar a casa. Fue en la puerta cuando escuchó la voz de Mashiho sobre el rumor de las hojas. Cuando giró, vio la luz que daba a la ventana del chico. Justo enfrente de la suya.

-Mamá, se me ha olvidado algo -su madre no se molestó en comprobar que aquello fuera cierto-. Ahora vengo.

Esperó a que ella entrara dentro de casa para correr hacia la casa vecina. Con sigilo, entró al jardín y se escurrió por una puerta trasera, la misma que había cruzado hacía unos días. Lentamente y temiendo encontrarse con los padres de Mashiho, cruzó el comedor y subió las escaleras. Al llegar a la puerta, comprobó que ésta seguía atascada.

La voz del chico no se hizo esperar.

-¿Mamá? -volvió a preguntar.

-No, soy Junkyu.

El chico vaciló un momento.

-¿Qué haces aquí?

-Te he escuchado desde la calle y...

Un ruido le indicó que el chico se había movido. Junkyu contuvo la respiración hasta que Mashiho volvió a hablar. Esta vez se escuchó mucho más fuerte y más nítido.

-¿Eres un héroe? -Junkyu no supo qué contestar. No todos los chicos de dieciséis años preguntaban aquello. ¿Qué clase de chico era? -. Mi papá fue uno. Ahora está arriba luchando.

-¿Arriba? -le tembló la voz.

-En el cielo.

Se le hizo un nudo en la garganta. ¿Por qué ese chico le provocaba aquella sensación? No le gustaba, le ponía nervioso. Además, alguien lo observaba. Creía que desde la puerta contigua.

-Me tengo que ir.

-¿Volverás?

No supo si fue por culpa del tono lastimero del chico o quizá porque Mashiho no sabía de su enfermedad, que respondió.

-Sí.

Y como prometió, volvió.

Algunos días la casa estaba vacía. Otras, decidía no entrar al escuchar más voces dentro de la casa. Al cabo de dos semanas, aprendió a reconocer las voces de la familia. La de la abuela, la de la madre e incluso los ladridos del perro.

Otras, cuando conseguía hablar con él, siempre eran conversaciones cortas. Mashiho no parecía hablar muy bien el coreano y se limitaba a frases cortas y sencillas. A veces hablaba de héroes, otras de dibujos animados de su infancia. Otras veces se ponía a llamar a su madre e incluso a llorar. Junkyu no podía entrar, la puerta siempre estaba cerrada con llave.

× 𝘁𝗵𝗲 𝗻𝗲𝗶𝗴𝗵𝗯𝗼𝗿𝗵𝗼𝗼𝗱 𝗻𝗲𝘅𝘁 𝗱𝗼𝗼𝗿 ×Donde viven las historias. Descúbrelo ahora