Prólogo

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Estaba devastada.

Aún me sentía mal, incluso cuando habían pasado siete meses desde la llamada de Young Saeng.

Ya estaba en cuarto año de la escuela; el último año, y seguía sin sacarlo de mi mente. Todo parecía ir más lento desde ese diecinueve de Abril. Los chicos solían invitarme cada fin de semana a tomar helado o alguna cosa, pero a veces simplemente me excusaba con un dolor de cabeza o de estómago.

Estaba tumbada en mi cama, observando cómo pasaban las horas mientras que en el reproductor de mi celular sonaba Blackbird, de Los Beatles. Esa había sido la primera canción que escuché salir de los labios de Saeng y jamás olvidaría la hermosa melodía de su voz; tan dulce y afinada.
La noche había caído por completo hace ya unas horas en la jornada del domingo, y odiaba saber que mañana debía volver a fingir que todo había quedado en el pasado.

¿Qué sería de Saeng ahora? ¿Acaso había vuelto con Tiffany? Sólo esperaba que fuera feliz.
Quizás ya era el momento de cambiar de página y comenzar de cero. La música deja de sonar para darle paso a una vibración, y luego vuelve en sí. Tomé el celular para ver de quién se trataba el mensaje: Saeng. Mi corazón se aceleró desconsideradamente y me incorporé en el borde de la cama al momento de abrirlo.

"¿Aún me recuerdas? Saeng".

Mi lágrimas salieron a flote de inmediato. ¿Cómo tenía las putas agallas para enviarme un mensaje? Lo último que me había dicho era "jódete" y ahora venía a escribirme un mensaje.
Ya no quería seguir sufriendo por él. No quería seguir gastando neuronas ni lágrimas por ese idiota. Lancé el celular al piso con fuerzas monumentales. Debería haber pensado en cambiar el número y no tener que pasar por esto. ¿Pero qué sabía yo que Young Saeng se aparecería de la nada? Dejé escapar un grito de rabia absoluta y me lancé hacia la cama una vez más.
Necesitaba tanto de un hombro en quién llorar. Necesitaba a mi madre o alguna amiga.
Lástima que ninguna estaba realmente.
Las lágrimas estaban inundando mi rostro, la oscuridad se hacía más densa en el hueco en donde se supone que había un corazón bombeando sangre y sentía cómo el abismo se hacía cada vez más profundo. Sonó el timbre. ¿Quién vendría a estar hora?
Era muy temprano como para que fuera mamá y muy tarde como para ser Hyun Joong. Sonó una vez más y me decidí por secar mis lágrimas con las mangas de mi sudadera, suspirar y bajar a ver quién era.
Bajé lo más rápido que pude y prendí las luces de la sala antes de abrir la puerta. Giré la perilla de ésta y jalé, para ver a un Kyu Jong con una tensa sonrisa en sus labios.
Sus ojos brillaban bajo la luz de la luna.
-Hola- sonreí mientras besaba su mejilla.
-¿Estás bien?-preguntó frunciendo el ceño.
-Claro, ¿por qué no estarlo?
-Tus ojos están vidriosos e hinchados.
Maldición.
-Ugh, estaba durmiendo-musité pasando mis mangas una vez más por mis ojos.

Él sólo asintió y noté el poco convencimiento de mis palabras. Después de todo, di una excusa bastante estúpida.
-¿Vamos a dar una vuelta?-sonrió más ampliamente.
-Claro-asentí.

Entré al salón, saqué las llaves y salí junto con Kyu, sin antes dejar bien segura la puerta de la casa.
El frío viento dio en mi rostro de inmediato. Metí las manos a los bolsillos de mis jeans y seguimos nuestro camino sin rumbo alguno en completo silencio.
La noche estaba sumamente helada, pero me estaba ayudando a concentrarme en mantener tibio mi cuerpo y no pensar en ese estúpido mensaje.
-Has estado muy rara este año, _____.
Lo miré frunciendo las cejas.
-Estoy bien, Kyu.
-¿Es por Young Saeng, cierto?

Me detuve en seco sin dejar de mirarlo.
Yo había actuado normal todos estos meses.
Me reía, compartía, bromeaba y no había vuelto a llorar delante de ninguno de mis amigos.
Pensé que había dejado de ser tan obvia.
-Tus boca sonríe-dijo suspendiendo su oración-, pero tus ojos no me mienten.

Bajé la vista hacia mis pies.
No sabía qué decir.
Me aburría mentirles, pero tampoco quería que ellos sintieran lástima por mí, ni menos quería aburrirlos con mis llantos sin sentido.
-Estoy cansado, _____-resopló frotándose el rostro con ambas manos-. El idiota de Heo te cambió un montón. Nos quitó a nuestra amiga. Tú no eras así, joder. Estoy cansado de ver cómo sufres por él, cómo te maldices por lo que sucedió hace casi un año, de ver cómo aún lo amas.
-Kyu Jong, yo no...
-No me digas que no estoy en lo correcto porque no sabes mentir. Tus ojos no saben hacerlo. Eres una chica increíble, hermosa, divertida. Necesitas a alguien que te lo haga saber, que sepas que siempre estará ahí para ti, que te quiera a pesar de todo, _____. Necesitas... necesitas a alguien como yo, que te quiera como yo.

Fruncí el ceño. Sus labios se tensaron y suspiró. Quise decir algo, pero nada salió de mi boca. Mi corazón se encogió de un momento a otro.

¿Qué?

El brillo de sus grandes ojos marrones se acrecentó bajo la luz de la luna llena; podía ver cuán real era todo lo que él decía.
Yo sí estaba perdiendo el tiempo pensando en Saeng.
-Tú me gustas, _____-suspiró dándome la espalda inmediatamente-. Me gustas mucho y me duele ver que sigas enamorada del mismo imbécil.

Me di el valor de adelantar sus pasos y quedar frente a él, mientras analizaba cada palabra que había oído. Algo en mi estómago se revolvió de regocijo por primera vez al mirar al dueño de esas larguísimas pestañas y esos marrones ojos sinceros.
Y lo besé.
No lo hacía por venganza, ni mucho menos por pena. Pero lo hice. Lo estaba besando como jamás había besado a nadie.
El sabor de sus labios era totalmente diferente al de Saeng, pero me gustaba.
Me gustaba sentir su tímida y delicada lengua introduciéndose en mi boca.
Estaba experimentando nuevas sensaciones con quien jamás me imaginé, y me sentía viva una vez más.
Yo sabía que no me sentiría completa, pero sí intentaría ser feliz mientras Kyu estuviera aquí.

Debía comenzar de cero y seguir adelante. Young Saeng había sido sólo una estación más en el tren de la vida, y ahora más que nunca me preguntaba si en serio alguna vez supe lo que era la felicidad.

DESencuentros, Heo Young Saeng Donde viven las historias. Descúbrelo ahora