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El bello inverno me golpeaba en toda mi cara. Hace tanto tiempo que vivo en Canadá pero en cierto modo es imposible no querer volver a Argentina en esta estación. Y más haber sido recibida por tanto calor el 29 de octubre, ya hace diecisiete años. Mis padres tenían buenos amigos en Canadá y ellos les propusieron un buen trabajo, así que aceptaron. Que horrible el hecho de tener solo un año y no poder decidir en qué lugar del mundo quisiera vivir. Pero no me arrepiento de nada, porque aquí conocí a un buen amigo de toda la vida, esos que consigues y no quieres perder. A pesar de que nuestro primer encuentro no fue sacado de una película romántica, fue perfecto, ya que me hizo reír. Owil sabe hacer eso muy bien, aunque sea callado y cerrado, odia ver que sus amigos estén tristes, desanimados, etcétera. Tal vez lo quiero por eso.

El punto es que como otro día más, voy a entrar a la escuela, que parece tan normal como cualquiera. Nada de edificaciones antiguas y eso. Nada sacado de Harry Potter. No. Pero aún así la quiero. Los del consejo estudiantil son divertidos y siempre buscan excusas para hacer obras teatrales y eso. Además, me recibieron súper bien a pesar de ser extranjera. También...

-¡Eyra! –Sentí como todo el peso de una persona caía sobre mis espaldas inesperadamente. Me sobresalté.

-¡Angie! ¡Casi me matas de un susto! –Grité enojada.

Ella es Angie, una castaña y loca amiga mía desde que tengo memoria. Ella era amiga de Owil en su momento, y él nos unió. Desde ese día los tres fuimos inseparables. Éramos un trío fantástico. Hasta que llegó la primaria y tuvimos nuevos amigos. En ese momento el trío se dividió un poco, pero obviamente seguimos juntos. ¡Es imposible separar a un alfajor del relleno, la cobertura y la masa!

《 ¿A quién engañas? La estabas viendo de reojo 》

Sh, cállate Thril.

《Sabes que es imposible callarme》

Ah, lo olvidé, ¿nunca sentiste esa voz molesta e irritante que hace comentarios innecesarios todo el tiempo? Bueno, yo, como soy rara, le puse un nombre. No me pregunten de donde salió Thril pero ese es su nombre.

-¿Hola?, tierra llamando a Eyra –Reaccioné al ver como Angie hacía señas tratando de llamar mi atención y al lograrlo, señaló un lugar en específico–. Ahí está Owil y viene para acá con una chi...

¿Qué...? ¿Una...Chica con...Owil? Sentí mi enojo trepar desde mis ojos expectantes hasta mis piernas obedientes las cuales se dirigieron en pasos decididos a la escuela, dado que seguía en la entrada hablando con Angie. Ella, confundida, me siguió. Pero... yo no podía explicar mis sentimientos. Por lo que huí al baño, me encerré en una de sus divisiones y me senté en el inodoro. ¿Yo? ¿Celosa? Pf. Creo que eso no va conmigo. Aunque podría ser. Es decir... Últimamente no me siento la misma. Siento como si las hormonas hicieran destrozos en mi mente y mi corazón. Una guerra. Entre lo que quiero y lo que debo.

-¡Eyra! ¡Déjame entrar! –Abrí mis ojos extrañada, ¿Qué es lo que estoy haciendo? Me estoy preocupando por asuntos sin importancia, es obvio que adoro a Owil como si fuera Kayia, su hermanita, y es lógico que tenga celos, es decir... hace poco comencé a... ¡Eyra! ¿Te sientes mal? – ¡Cierto! Estoy tardando demasiado mientras me meto dentro de mi cabeza.

Abrí la puerta para acercarme al espejo deteriorado y al lavado para enjuagar mi cara varias veces.

-¿Qué estás haciendo Eyra? ¿Qué te está pasando? –Le susurré al espejo dejando que esa pregunta sólo él la oiga. Luego de mis débiles palabras sonó el timbre avisando a los estudiantes que, luego de la formación, debían ir a sus aulas. La primera hora de nuestro curso es Lengua. Me gusta. La profesora es tierna, pero odio los libros infantiles que nos hacen leer.

《Emh... ¿Piensas caminar...? 》

Thril, odio decir esto pero, tienes razón. Mejor voy al patio para hacer la formación antes de que me digan algo. El patio es muy grande y espacioso. Aún con quinientos chicos sobra espacio. Al fin acabamos de izar la bandera cuando por el micrófono la directora avisa que podemos dirigirnos a la clase. Nuestra aula es pequeña, bueno, lo suficientemente grande para que treinta y seis adolescentes revoltosos puedan vivir sin asfixiarse y una profesora pueda enseñar en paz. O casi porque nuestro curso es lo peor, siempre hacen desastres y muchas veces, por poco, nos ponen amonestación colectiva. Qué asco. Al menos mis amigas y yo no somos así. Owil menos, siempre tiene un libro bajo la rejilla para ojear en ratos libres. Es muy callado pero sabe abrir la boca para lo necesario. Da buenos consejos y es la mejor almohada para llorar.

-¡Eyra! –Me asusté al escuchar mi nombre apenas iba a entrar al salón. Giré ágilmente mi cabeza y encontré a Owil corriendo en mi dirección–. ¿Vamos juntos? –Preguntó al llegar. Amigos, él es Owil. Cabello marrón tirando a rubio-pelirrojo y ojos miel. Es de altura... ¿Mediana? No me pasa, ese es el punto. Es menor que yo ¡Ja! Usa lentes para leer y... ¿qué más? Ah, sí, tiene la piel bastante pálida, más que yo–.

-Owil, el aula está literalmente en frente nuestro –Reí mientras entraba. Pero no pude porque él tomó mi antebrazo y tiró de este para sacarme de allí. Oh, lo olvidé. Siempre, la profesora tarda en llegar, así que mientras todos corren o juegan en el salón, nosotros nos quedamos quietos al lado de la puerta. La maestra no nos dice nada ya que sabe que somos obedientes.

-¿No recuerdas? -Señaló Owil mientras bajaba su mano lentamente por mi brazo y terminaba tomando mi mano con dulzura. Sus ojos miel son tan pacíficos que me pierdo en ellos como si me hundiera en el mar. Su mirada es muy profunda. Le sonreí con algo de dulzura. Tal vez demasiada. No hice nada malo ¿Verdad? Pero dio un paso a atrás y me soltó la mano con tal frialdad que no lo reconocí. Se volteó, como si estuviese enojado y colocó una de sus manos en su cadera–. ¿No recuerdas que siempre nos sentamos...? –no le hizo falta seguir porque asentí rápido como un rayo para evitar hacerlo hablar e intentar romper ese vidrio de incomodidad que nos separaba.

Bueno, está bien, tal vez lo miré con demasiada ternura para ser amigos. Es que no lo puedo evitar. Será cliché y todo lo que quieras pero... es algo extraño. Sentí mis mejillas enrojecer al notar el calor que emanaba la mano de Owil sobre la mía en ese momento. Pero quise olvidar eso cuando me senté a su lado en las frías baldosas de la galería. El silencio aumentaba el grosor del vidrio de incomodidad que nos distanciaba, por lo que abrí la boca y tomé aire para al fin derribarlo y que olvidásemos ese contacto.

-¿Quién era la chica con la que viniste? –fue lo primero y lo más estúpido que se me ocurrió decir, por lo que creo que empeore la situación. Él, con una mirada perdida y abrazando sus piernas dobladas para apoyar su cabeza ahí, respondió con sus palabras más honestas.

-Nadie. Una amiga. –a pesar de su dulce postura y mirada su respuesta fue bastante dura y amarga.

Parece que de repente tiene muchas amigas. Eso me hace sentir un fuego de odio en mi interior. Seguramente sus nuevas "amigas" no le traten mejor que sus ex-novias.

No, basta Eyra. Hace tiempo que dejaste de sentir esos impulsos, no dejes que vuelvan a nacer.

Porque quiero amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora