No podía sonreír aunque lo intentase. Tenía los ojos rojos y lagrimosos. Ese era un lugar desconocido, con personas extrañas. ¡Podría quedar marginada o peor! "Lo nuevo, nuevo es", me dijo mi padre para calmarme el día anterior; pero para mí, lo nuevo es sinónimo de malo. Muy malo. Horrible. ¡Espantoso!. La señora a mi lado me intentaba calmar, al igual que mi madre. Siempre diciendo "No te preocupes, todo va a salir bien" o "Deja de llorar pequeña". ¡Ahg! Que molestia, sólo porque lo digan ellas no significa que sea real. ¡El jardín es malo! ¡Yo lo sé! ¡Vi suficiente televisión como para saber sobre burlas, malas personas y más! No pueden obligarme, aunque mamá me está intimidando un poco con su mirada de enojo. Ya habíamos pasado un buen rato allí, y no se la veía muy contenta con llegar tarde a su trabajo. ¿Acaso no podía ir con ella? ¡Prefiero mil veces eso! ¡Este uniforme me asfixia! ¡Llévame a tu trabajo, mami, por favor!
Y allí estaba yo: mirando hacia adentro, llorando, tomando la pierna de mi mamá, irritada. Me prometieron que tendría amigos, quienes me ayudarían en días oscuros y me animarían aun mas en días soleados. Pero mis amigos eran mi familia, ellos me criaron y me amaron. Además, las posibilidades podían ser buenas o no. Tener amigos y ser super popular, o ser una pequeña solitaria. No. No iba a arriesgarme a ese tipo de rechazo. ¡Jamás! Gracias a esos pensamientos mi llanto empeoró y ya empezaba a ser un poco grosera con la maestra. Ella no borraba su sonrisa plastificada, yo no paraba de llorar y mi mamá ya se había hartado. Furiosa, me obligó a entrar. Yo dejé de llorar tan fuerte y empecé a mirar hacia adentro de jardín. Niños jugando, pequeñas con unas lindas muñecas. No, no parecía tan malo... ¡No, Eyra! ¡No te dejes engañar! ¡Este es un lugar macabro y malvado! Volví al refugio detrás de mi madre e intenté que los mocos no se me cayeran.
La señorita comenzaba a enojarse, pero esa sonrisa pintada no me lo permitía ver.
-El jardín no es malo. –sí claro. Como si eso me convenciera–. Yo estuve ahí, y yo puedo ayudarte. Seré "tu primera amiga del jardín" ¿te parece? –la chica hacía todo por hacerme entrar de una vez. Se arrodillo, puso su mirada más cómplice y sus labios rosados formaban una sonrisa. Me sentí acogida, aunque eso duró un segundo, cuando negué para mí misma caprichosamente y giré la cabeza. ¡No te dejes engañar!
Miré a mi madre, buscando en sus ojos alguna clase de aprobación, pero no encontré más que un bufido y una mala cara, seguidos de gritos incitándome a entrar de una vez. ¡Ni en sueños! Crucé mis delgados brazos y agité mis coletitas negando con la cabeza.
Mi capricho continuó por unos minutos hasta que un niño que pasaba por allí se me acercó. Tenía una mirada de confusión, pero en seguida la cambió a una sonrisa dulce. Acercó su mano para presentarse pero antes de que pueda siquiera decir su nombre me voltee enfadada. ¿Que se cree? La señorita lo mencionó y le dijo que se vaya, pero no oí con atención su nombre... ¡¿Y a quién le importa su nombre?! ¡Lo importante aquí es que me dejen escapar de una vez!
Su sonrisa bajó lentamente ya que quise voltearme a verlo. De repente, nuestras miradas se conectaron y nos quedamos en shock. Parecía que él no tenía nada mejor que hacer, y yo nada mejor que recibir. El niño se tiró un pedo en toda mi cara. Sí, así es. O yo era muy infantil, o muy risueña, ya que me hizo reír mucho, tanto, que tuve que tomarme la barriga, soltando a mi mamá. El chico me dijo que iba al baño, justamente para no cometer ese error. Se disculpó, estaba completamente rojo, en contraste con su piel blanca, parecía tímido, que tierno. Yo le resté importancia porque me hizo reír en un día de lágrimas. Eso era... Lo que los amigos hacen... ¿Él era mi amigo? ¿Este chico extraño, del cual no sabía su nombre me hizo reír en un día de lágrimas? ¡Tenía a mi primer amigo!
Me preguntó si yo lo podía acompañar al baño, obviamente esperando afuera. Asentí, y sin darme cuenta ni despedirme de mamá, ya estaba dentro del jardín de infantes.
Esa tarde estuvo llena de juegos y risas con el niño, tenía los ojos teñidos en un color miel, su cabello amarronado como una castaña pero levemente cobrizo, las puntas de este pintadas con un color más claro y piel blanca, pero no tanto como la mía. Gozaba de unos bellos 2 años al igual que yo. Siempre me sonreía, pero hablaba poco, lo primero que preguntó fue obviamente si quería jugar. No tuvimos tiempo para ir a presentarme con sus amigos, ya que parecía que tampoco tuvimos tiempo para presentarnos nosotros. Se notaba de lejos que era la primera chica de su edad con la que habló en su corta vida, pero era bastante respetuoso.
Jugamos con unos autos, unas muñecas y extrañamente nuestros gustos coincidieron bastante. También hablamos mucho, y reímos, oh cuanto reímos. La maestra nos enseño algunas cosas, pero nada interesante, sólo me importaba pasar el tiempo con... bueno, él.
Cuando la mañana iba a terminar y los padres ya iban a retirar a sus hijos, comenzó a llover, una llovizna al principio, y una tormenta por la tarde. Pero en ese instante, por suerte, no había nada más que unas gotas escurridizas. Cuando mi mama llegó salí corriendo a verla, pero en ese instante me di cuenta de que no le dije mi nombre al chico. Troté hasta alcanzarlo y le sonreí.
-Perdón, no te dije mi nombre. –le acerqué mi mano para que la tomase–. Soy Eyra.
Cuando el chico tomó mi mano, la agitó con delicadeza de arriba abajo y se presentó mostrando sus dientecitos.
-Yo soy Owil. –me dijo sonriente, como el gato Cheshire, de Alicia en el país de las Maravillas.
-Hasta mañana, Eyra.
Y así empezamos, Eyra y Owil. Nombres raros... ¿Habrá actuado la casualidad, o acaso el destino?
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Porque quiero amarte
RomanceLos nombres raros atan historias extrañas. Como que no haya Príncipes en un cuento o que exista tanto amor hasta para morir por la felicidad de esa persona especial y dejar atrás lo que podría haber sido tu vida ideal. Eyra y Owil son amigos desde...