Mi amada flor

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Al momento de colocarle el corsé me cayó como un balde de agua fría el saber que ella despertaría en cualquier momento y me vería. ¿Y si trataba de escapar? ¿Y si me miraba con odio? Mi corazón se rompería si eso sucedía... detuve todas las acciones que mis manos estaban realizando y me senté a su lado a maquinar todas las cosas que llegaban a mi cabeza en micro segudos, resolvía uno y veinte llegaban después.

En un absurdo impulso arremetí contra una dama y aunque no hubo demasiada gente, algunos fueron testigos de que la última vez que vieron a mi flor fue conmigo.

No había manera de que no preguntaran por ella cuando empiecen a preocuparse por su repentina desaparición, la policía me interrogaría y yo no tenía idea de lo que diría, estuve otros segundos en silencio tratando de calmarme, al final decidí que resolvería todas esas cuestiones cuando se presentasen.
Mientras, volví a tarea de vestir a mi flor y a atesorar los roces de su piel con la mía.

Al terminar de colocar el vestido y secar su cabello que ahora caía suelto y sus hebras se mecían suavemente mientras la transportaba de nuevo a mi gran salón donde muy pacientemente esperaba mi piano a ser tocado y un sofá ser tomado, la acomodé y los opacos rayos de sol que penetraban insolentemente por los ventales provocaban un bello contraste entre su pálida piel y el rojizo del sol muriendo, me retiré y presencié a la mujer más espectacular que había caminado en este putrefacto mundo, tal cual muñeca la dejé estar como si fuera un altar y toqué el piano para ella durante unos largos treinta minutos, calculé la hora y supe que faltaba poco para que ella despertase.

Con cuidado la llevé a mi consultorio y la acosté sobre la camilla, me senté a esperar y ella poco a poco fue abriendo los ojos grises que tanto me hipnotizan.
Mareada vio a su alrededor y con una suave y dulce voz rasposa preguntó -¿Qué me sucedió ?- mientras hacía el afán de levantarse.
-Estás en la clínica- respondí un poco nervioso por su posible reacción, al inicio estaba confundida pero poco a poco me iba recordando de lo sucedido fuera de la floristería y la gota que derramó el vaso fue cuando miro sus ropajes y se dió cuenta de que habían sido cambiados.
Muy exaltada y un poco nerviosa me respondió -¿Qué quieres de mi?- aumentaba su tono de voz y me dijo -¡Eres un sucio enfermo! ¿¡Qué me hiciste¡?- yo solo atiné a levantarme, agarrar una pequeña jeringa y con mucho dolor vi como ella me miraba con odio y terror mientras me acercaba, derramaba lágrimas a más no poder mientras intentaba zafarse de las correas en sus muñecas, yo solté una lágrima e introduje la pequeña aguja en su piel y miré como se fue desvaneciendo hasta volver a quedarse dormida.

Salí de la habitación y me senté en el jardín con mi botella de whisky, ni siquiera me di el tiempo de agarrar un vaso y hielo.

Bebí el primer sorbo y poco a poco abandoné el shock que me mantenía abrumado. Lloré, lloré por primera vez en más de veinte años desde la muerte de mi bella madre, lágrimas de un corazón roto, lloraba como un niño al recordar sus fríos y asustados ojos grises, lloraba al ver como se lastimaban sus muñecas y lloraba por que me dijo lo que en verdad me había convertido... un enfermo, mi toxicidad había rebasado los límites racionales y la rapté ¡Por Dios!

Lo peor de todo es que ahora ella me odia, jamás la había visto tan enfurecida como lo estuvo hace unos minutos, ni siquiera cuando le tiraron un ramo al suelo porque en lugar de colocar petunias había colocado crisantemos, ese día ella tenía fiebre y no se había fijado en lo que estaba haciendo.
Casi salgo del restaurante para darle unos buenos golpes a ese estúpido que osaba levantar la voz hacia mí flor, pero como siempre mi miedo al rechazo ganó y el se fue sin pagarle ni un céntimo por el ramo derramado.

Ya había pasado por lo menos una hora desde lo sucedido y ya iba recuperando mi juicio antes perdido.

Me puse en pie y me dirigí a mi escritorio para hacer mi siguiente movimiento... agarré papel y me dispuse a escribir todo lo que debía haber dicho tiempo atrás.

                                 Chesterfield, 02 de Abril, 1920

Mi amada flor.

Yo sé que en estos instantes lo que menos quieres es leer un pedazo de papel pero te imploro que lo hagas mi bella flor.

Durante mucho tiempo he estado cautivado por tu inmensurable belleza y no he podido alejar mi vista de tu ser. En muchas ocasiones traté de alejarme y volver a mi vida normal pero siempre regresaban a mi esos efímeros recuerdos y te convertías nuevamente en mi única necesidad.

En repetidas veces traté de hablarte pero tenía miedo de que me rechazaras, miedo a que me miraras como lo hiciste hace unas horas, miedo a que no me trataras como tratas al joven que conociste hace semanas.

Cada día te veía seguir tu rutina, cada día veía como sonreías a tus clientes y ansiaba que algún día me sonrieras de la misma manera, con tanto entusiasmo y fervor.

Mi plan era morir en el anonimato, dar mi último respiro mientras regresaban a mi memoria las acciones que inconscientemente me regalabas. Si; ese era mi plan y por poco que fuera, mi meta.

Pero todo se vio truncado en el momento en que ese joven se metió en nuestras vidas, entiende que no podía dejarte con él y simplemente olvidarme de ti, entiende que te amo y me rehúso a dejarte ir.

También quiero que sepas que yo cambié tus ropajes y limpié tu cuerpo, debes saber que en ningún momento quise ni tuve la más mínima intención de profanar tu ser, tu pureza y tu aura decorosa. Es difícil creer en alguien que por terrible que se escuche, te secuestró, pero te ruego que me creas, lo que menos querría es acabar con lo que más añoro y respeto.

Ódiame, tienes el derecho, pero mi amor por ti es inmarcesible, perdurará por toda la eternidad y aunque tú me odies yo te amaré.

También debes saber que no tienes por qué sentirte mal con tu figura, tu cuerpo para mí es acendrado y sin una pizca de error, sólo necesitas a la persona correcta para que admire tu belleza tal y como es.

Mi amor por ti es etéreo pero a la vez sempiterno.

Tu fiel admirador.

Tú... amor, el peor de los viciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora